“¿Cómo es que aún no hemos logrado la redención? ¿Cómo es que a pesar de todo lo que ha pasado, de todo lo que se ha hecho, el Mashiaj todavía no ha llegado?
“¿Qué más puedo hacer? He hecho todo lo posible para llevar al mundo a exigir y clamar la redención verdaderamente... Lo único que me queda por hacer es dejar el asunto en sus manos. Hagan todo lo que esté en su poder para lograr esto, que esta luz tan sublime y trascendente baje a nuestro mundo a través de instrumentos prácticos...
“He hecho todo lo posible. Lo dejo en sus manos. ¡Hagan todo lo que puedan para traer al justo redentor, inmediatamente!
“He hecho mi parte. De ahora en más, está todo en sus manos.”
El Rebe dijo estas palabras al final de un discurso que pronunció la noche del jueves 11 de abril de 1991. Hablando con una voz angustiada y usando términos inusualmente personales, se dirigió a su comunidad; las palabras pronunciadas conmovieron profundamente a los jasidim en la sinagoga y resonaron a lo largo de toda la congregación Jabad-Lubavitch mundial.
Sin embargo, no se percibió disminución alguna en las actividades del Rebe después de dicho discurso. Por el contrario, a pesar de acercarse a sus 90 años, él apresuró sus tareas. Cada shabat se realizaba una reunión pública y, a veces, también durante la semana. Cada domingo, el Rebe se paraba durante horas, recibiendo a todos los visitantes con una bendición, una palabra de consejo y un dólar para entregar a la caridad. Su campaña para traer al mundo una conciencia de la era de Mashiaj continuó y se intensificó.
A pesar de esto, una expectativa quedó suspendida en el aire. El Rebe había insinuado que la antorcha que había sido pasada de líder a líder, de profeta a sabio, desde Abraham, estaba ahora siendo entregada por el Rebe a cada uno de nosotros.
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El 25 de Adar I de 5752 (29 de febrero de 1992) fue un shabat como muchos otros para los jasidim del Rebe que residían en el barrio de Crown Heights en Brooklyn, Nueva York.
Debido a que era shabat mevarjim (el shabat que precede el comienzo de un nuevo mes en el calendario judío) ellos se unieron al Rebe en su sinagoga a las 8:30 de la mañana para recitar el libro de los Salmos, como es la costumbre de Lubavitch. Esto fue seguido por el servicio habitual de la mañana de Shabat. Después del servicio, algunos se apresuraron en llegar a casa para hacer una rápida comida de shabat y en una hora ya estaban de regreso junto a los que se habían quedado en la sinagoga.
A las 13:30, el horario en que se acostumbraba comenzar los farbrenguen de shabat, varios miles de jasidim llenaban la gran sala en 770 Eastern Parkway.
Poco después, el Rebe entró y habló durante las siguientes tres horas exponiendo una variedad de temas de la Torá. En los breves descansos que hubo entre sus palabras, los jasidim cantaron y levantaron pequeños vasos de plástico con vino para decir lejaim con el Rebe.
En una de sus charlas, el Rebe habló sobre la lectura de la Torá del día, Vaiakel (Éxodo 35-38), y la de la semana siguiente, Pekudei (Éxodo 38-40). ¿Por qué –preguntó el Rebe– Vaiakel, que significa “colectividad”, viene antes que Pekudei, que expresa el concepto de “individualidad”? ¿No debemos desarrollar y perfeccionar primero al individuo, antes de esperar que logremos formar comunidades sanas con ellos?
Este –dijo el Rebe– es el punto de la Torá: formar comunidades, incluso, antes de tener individuos perfectos. Las personas no son piezas de Lego o partes de máquinas, que deben estar perfectamente formadas individualmente para poder ser montados en una forma constructiva. Las personas son almas con el potencial de perfeccionarse ya implícito en ellas y nada pone de manifiesto este potencial tanto como la interacción y la unión con otras almas. Individuos imperfectos, reunidos en amor y compañerismo, crean perfectas comunidades.
Habiendo terminado el farbrenguen, aquellos que aún no lo habían hecho, volvieron a sus casas para la comida de shabat; ellos también debieron apresurarse, ya que el corto día de invierno estaba terminando. Tan pronto como acabó el shabat, un grupo de estudiantes (llamados jozrim o “repetidores”) se juntaron a recordar y escribir las palabras del Rebe (dado a que era shabat, ningún aparato electrónico se empleaba para grabar el farbrenguen). Dentro de las 24 horas, las palabras del Rebe fueron transcritas, traducidas a seis idiomas y enviadas por fax a cientos de centros Jabad-Lubavitch alrededor del mundo. Los jasidim del Rebe ahora tenían “material” para estudiar, difundir y aplicar hasta el próximo farbrenguen de shabat, en caso de que el Rebe no pronunciara otro discurso en un día semanal como solía hacer frecuentemente.
Pero el lunes de tarde (2 de marzo de 1992), mientras rezaba ante el lugar de la sepultura de su suegro, el Rebe anterior, el Rebe sufrió un derrame cerebral que paralizó su lado derecho, y lo más devastador fue que esto lo privó de la habilidad de hablar. No hubo farbrenguen el siguiente shabat, ni el próximo.
Dos años y tres meses más tarde, el Rebe falleció durante las tempranas horas de la mañana del 3 de Tamuz, en el año 5754 desde la creación (12 de junio de 1994) dejando huérfana a toda una generación.
Los discípulos del Rebe siguen aguardando el próximo farbrenguen. Mientras tanto, están formando comunidades.
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