“Suena una oferta decente” meditó el Sr. Aharonson cuando tomó el teléfono. Un carpintero había ofertado su taller en la sección “Ventas” de un periódico local.

Brevemente después de una conversación inicial, los dos hombres se encontraron para discutir los detalles. El comprador potencial y el vendedor estaban ambos ansiosos de cerrar el trato, y pronto se sintieron listos para redactar un contrato.

“He hecho una cita con el abogado para mañana a las diez,” dijo el carpintero cuando se levantó. El le extendió la mano al Sr. Aharonson, quien le dio un cálido sacudón, pero agregó: “No, mañana es demasiado pronto. A pesar de que estoy muy interesado, quiero tratar un detalle más. Vea Ud., yo siempre le pido al Rebe Lubavitch su consentimiento y su bendición antes de confirmar cualquier transacción comercial.”

A pesar de que esto es común entre los seguidores del Rebe, quedó extrañado el carpintero. El estuvo de acuerdo pero respondió. “Respeto su fe, pero por favor no lo demore demasiado. Después de todo, tengo otros compradores potenciales.”

Unos pocos días más tarde, el carpintero recibió una llamada telefónica. “Lo siento,” dijo el Sr. Aharonson. “Estoy cancelando mi oferta. El Rebe me dio a entender que el trato no es para mí. ”

Al día siguiente, el fuego destruyó la carpintería. Sin embargo, la pérdida financiera no fue tan mala como podría haber sido si la transacción se hubiese efectuado.

El carpintero había estado asegurado por su propietario original. De modo que no sufrió mayor pérdida. De hecho, él recibió más dinero del seguro de lo que hubiera recibido de la venta. El Sr. Aharonson, por otra parte, no habría estado cubierto por la póliza.

El consejo del Rebe resultó beneficioso para ambos, el comprador y el vendedor —en una transacción que nunca tuvo lugar.