Una noche nublada durante los primeros años después de que el Rebe asumiera su cargo, un grupo de personas estaban paradas afuera del “770” para el Kidush Levaná, la Santificación de la Luna. Estas plegarias pueden ser recitadas solamente cuando es posible ver la luna claramente durante la primera mitad del mes Judío.1

Y esa noche de invierno en Brooklyn, era la decimocuarta noche del mes y el Rebe y un grupo de sus jasidim estaban mirando un cielo cubierto de nubes. Como estaban esperando, el Rebe comenzó a contar una historia acerca de una situación similar que ocurrió con un Rebe y sus jasidim europeos casi doscientos años antes.

Reb Meir de Premishlan y sus seguidores, contó el Rebe, habían enfrentado una situación similar. Era la última noche en la cual la luna podía ser santificada pero estaba cubierta de nubes. Reb Meir se volvió a sus seguidores. “¿Cómo recitaban los Judíos las plegarias del Kidush Levaná en el desierto?” preguntó. “Su campamento estaba cubierto por las ‘Nubes de Gloria2 ’."

Sus seguidores percibieron que su pregunta era retórica y permanecieron callados. Reb Meir continuó. "Moshé Rabbeinu tomaba un pañuelo, lo agitaba en la posición en el cielo donde la luna estaría localizada, y las nubes partían.” Y Reb Meir sacó su propio pañuelo lo agitó a las nubes y ellas también se apartaron revelando una luna llena.

“Quizás pueda suceder otra vez,” el Rebe preguntó a sus propios seguidores. “¿Puede alguien aquí hacer la misma cosa?.”

Mientras los otros permanecían en silencio, un jasid mayor sugirió valientemente que el Rebe lo hiciera.

El Rebe entró silenciosamente a su oficina. Segundos más tarde, las nubes se alejaron para revelar una luna brillante. Cuando el Rebe salió a recitar las oraciones, los jasidim murmuraron uno al otro que el Rebe debe haber agitado su pañuelo a las nubes desde la soledad de su cuarto.

La historia continúa cuarenta años más tarde, y a miles de millas de distancia, en Bournemouth, un hermoso complejo en la costa sur británica. El Rebe Shlita había anunciado una campaña para divulgar la práctica del Kiddush Levanah de modo que los Shlujim, el Rabino y Sra. Alperovitz, decidieron introducir este ritual realizándolo durante una actividad organizada a bordo de un crucero a altas horas de la noche.

Al principio, el interés en el crucero fue pequeño y el Rabino Alperovitz pensó en cancelar el evento. Cuando se preparaban a hacerlo, recibieron un mensaje de aliento del Rebe Shlita. Con dedicación y entusiasmo, aumentaron sus esfuerzos. En la noche en la cuál el crucero estaba marcado, cuarenta personas vinieron al puerto, a pesar del pronóstico de nubes espesas y tormentas.

El programa fue impresionante y las tormentas se abstuvieron, pero el cielo permanecía cubierto de nubes y las oraciones del Kidush Levaná no podían ser recitadas. Cuando el barco estaba por regresar al muelle, el Rabino Alperovitz contó la historia del pañuelo y todo el mundo miró hacia el cielo con expectativa. Alguien debe haber agitado un pañuelo, porque las nubes comenzaron a partir, revelando una luna hermosa y clara.