Curiosidad, más que nada, trajo a un periodista israelí a yejidut en 1971. El había estado visitando los Estados Unidos y algunos de sus conocidos americanos dijeron que ellos podrían concertar un encuentro entre él y el Rebe.
A pesar de que le faltaba la reverencia de los seguidores del Rebe, apreció la oportunidad de conocer a tan gran hombre. Cuando la fecha combinada llegó, él entró a la oficina del Rebe y le entregó una nota con sus preguntas y pedidos como había sido aconsejado.
El Rebe miró atentamente el trozo de papel. “Reconozco esta caligrafía. Ud. me ha escrito en el pasado,” dijo.
El periodista quedó turbado por este comentario inesperado. “Con todo el debido respeto,” replico él, “yo nunca le he escrito una carta.”
El Rebe estuvo sentado por unos pocos momentos en profundo pensamiento. “No hay duda que Ud. me ha escrito en el pasado” mantuvo el Rebe. A medida que hablaba, abrió un cajón de su escritorio, sacó un trozo de papel y se lo entregó al periodista.
El periodista miró fijamente el papel, estupefacto. Ahí estaba, una carta al Rebe escrita con su propia letra. Pero ¿qué es ésto en la parte inferior? La carta estaba firmada por otra persona.
Luego recordó. Unos pocos años antes, durante la Guerra de los Seis Días, uno de sus compañeros se había lastimado la mano. Después de la guerra, el amigo había querido enviar una carta al Rebe. Desafortunadamente, debido a su herida, él no podía escribir. El periodista escribía al mismo tiempo que su amigo dictaba y el hombre herido se arregló para firmar su nombre.
La actitud del periodista cambió abruptamente. Yejidut se volvió por lejos más que una curiosidad y se fue muchísimo menos indiferente que cuando había entrado.
El Rebe recibe miles de cartas cada semana. Cualquier carta que él decide guardar a mano debe tener un propósito específico.
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