Está bien, debemos admitirlo. Nadie sabe cómo hubiera reaccionado si hubiese estado en la piel de los judíos que anduvieron por el desierto. Resulta fácil criticar su falta de fe en Di-s y el hostigamiento constante hacia Moshé. Incluso cuando Di-s les brindaba los milagros más increíbles –pan del cielo y agua de las piedras– estaban muy ocupados lamentándose por sus penurias a lo largo del camino. Pero, ¿nosotros hubiéramos actuado distinto? Quién sabe. ¿Acaso es fácil vivir en el desierto, incluso con todos los milagros que nos muestra la Biblia?
Podemos decir que esto depende en gran parte de la actitud que adopten las personas y de las perspectivas de vida que tengan.
Hace poco, oí una reflexión muy profunda del Rabí Moshé Feinstein, una de las autoridades más sobresalientes de la ley judía de nuestros tiempos (falleció en 1986). Hablaba de las generaciones de judíos inmigrantes de Estados Unidos que dieron origen a lo que luego se conoció como la “generación perdida”. ¿Cuál fue el motivo por el cual los hijos de padres religiosos, o al menos tradicionalistas, se alejaron tanto del judaísmo que habían vivido en sus hogares? Rabí Moshé sostiene que esto puede resumirse en una simple cuestión de actitud. Esos padres, ¿les transmitieron el judaísmo a sus hijos como una carga o como una dicha, como algo placentero o como algo doloroso?
Acaso esos niños escuchaban en sus hogares: “¡Oh, qué difícil que es ser judío!” o “¡Ah, qué bueno es ser judío!”. En aquel momento, ser judío en Estados Unidos, ¿era algo tedioso o algo para celebrar? Dependiendo de si crecían escuchando que el judaísmo era una carga o un privilegio, esos niños elegían embarcarse alegremente en la vida judía o escapar de ella tan rápido como les fuera posible. Según Rabí Moshé, de eso dependía el éxito o el fracaso de toda una generación.
De hecho, sabemos de muchos judíos que sobrevivieron al Holocausto sentían que el ser judío representaba una sentencia de muerte, Di-s no lo permita, a causa de la horrible experiencia que habían tenido que atravesar. Hubo quienes decidieron alejarse lo más posible de Europa. Muchos se dirigieron a Australia y se convirtieron en “judíos anónimos”. Algunos incluso nunca les contaron a sus hijos que eran judíos.
Por este motivo, el ex gran rabino del Reino Unido, Rabí Immanuel Jacobowitz, sostenía que si bien era importante enseñar acerca del Holocausto, existía un peligro oculto en hacer demasiado hincapié en el tema en las escuelas judías. Queremos que los niños perciban el judaísmo como una bendición, no como una maldición. Nuestra práctica judía no debe ser oscura y depresiva, sino alegre y regocijante.
Recuerdo una discusión que tuve con un grupo de empresarios hace un par de años cuando trataba de compaginar una presentación para promocionar nuestras instituciones locales. Intentábamos encontrar una imagen particularmente poderosa. Un doctor de renombre sugirió que, para él, la imagen más significativa dentro de la vida judía era la del Rebe caminando en dirección a la casa de luto cargado de su bolso con libros de rezos. Puede que para él esa imagen fuera muy poderosa, pero para mí, como rabino, me parecía un tanto deprimente. ¿Acaso soy el ángel de la muerte?
Los judíos en el desierto tenían sus propios problemas. Debemos intentar aprender de sus errores y ser más fieles al liderazgo de Moshé en nuestros tiempos. Pero más allá de eso, no debemos quejarnos y lamentarnos por los desafíos de la vida judía. Nuestro deber es transmitirles a nuestros niños la felicidad y el regocijo del judaísmo. Sólo entonces, Di-s mediante, abrazarán el judaísmo durante muchas generaciones por venir.
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