Cuando abrimos los ojos y salimos de la cama, estamos haciendo la entrada triunfal al escenario de la vida. Si nos tambaleamos entre las luces brillantes del teatro, sin la certeza de si todavía dormimos o si es la realidad, qué se supone que viene luego o qué estamos haciendo aquí, habremos fracasado antes de comenzar. Como los actores, queremos tomarnos valiosos momentos en el camerino, preparándonos, entrando en personaje, sumergiéndonos en la suma total de todo lo que vendrá.
El problema es que entramos en escena desde un estado inconsciente conocido como sueño, que no es una posición propicia para prepararse. Nuestra única opción, entonces, es calentar para entrar a escena antes de retirarnos: en la última hora antes de irnos a la cama, y en especial, en los últimos cinco minutos. Donde pongamos la cabeza en ese precioso momento nocturno, allí la hallaremos por la mañana, cuando despertemos.
Cierta vez el césar convocó a Rabí Yehoshua ben Janina, y le dijo: "Dicen que eres muy sabio. Dime lo que veré en mis sueños esta noche”.
El rabino le dijo: "Verá que los persas esclavizarán y saquearán su reino. Lo llevarán a usted fuera de su tierra con cadenas de oro".
El césar pensó en esto todo el día, y por la noche soñó exactamente lo que le dijo el rabino.
Cierta vez el rey Shavor de Persia convocó a Shmuel, un sabio que vivía en la Mesopotamia, y le dijo: "Dicen que eres muy sabio. Dime qué soñaré esta noche".
Shmuel respondió: "Verá que los romanos vendrán y lo llevarán cautivo. Lo harán moler carozos de dátiles en un molino de oro".
El rey pensó en esto todo el día, y por la noche esto fue lo que soñó.
Todos queremos tener la mente clara al despertar. El rey David dijo: “Despertaré la mañana”. Nótese que no se refería a que la mañana lo despertaría, sino a que él despertaría la mañana. Quería decir que era la parte proactiva que decidía que era de mañana, en vez de que la mañana le dictase que debía despertar. Si solo despertamos porque es de mañana, no estamos realmente despiertos: estamos sonámbulos. Si es de mañana porque estamos despiertos, entonces realmente lo estamos y tenemos el control.
Muchos no están despiertos. Simplemente, no están dormidos. No es lo mismo. Si no estamos despiertos, no estamos agarrando el volante. No estamos manejando el mundo, el mundo nos maneja. Cuando estamos despiertos, tenemos dirección, propósito y significado. Tenemos conciencia, sabemos que estamos aquí, que somos personajes desempeñando un papel en un mundo mucho mayor que nosotros y que no fue hecho por nosotros. Cuando estamos despiertos del todo, tenemos claro que el director y productor de este drama está interesado vivamente en el modo como desempeñamos nuestro papel y actuamos en consecuencia. Y nos descubrimos hablándole; en otras palabras, descubrimos que podemos orar.
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