Cuando estuve en Israel, visité Meah Shearim, el barrio ultra ortodoxo de Jerusalem.

Junto a un grupo de exitosos empresarios, tuvimos una audiencia con el Rabino Finkel. Nunca había escuchado de él. Fuimos a su despacho y lo aguardamos por 15 minutos. Finalmente, la puerta se abrió.

Desconocíamos que el Rabino sufría del mal de Parkinson y por eso, instintivamente volvimos nuestros rostros para no avergonzarlo.

Dando un golpe en la mesa nos dijo: “Caballeros, mírenme”. Su habla estaba más afectada que su cuerpo. Era difícil verlo y escucharlo. “Sólo ocuparé unos pocos minutos de su tiempo; sé que son empresarios muy atareados”

Y entonces preguntó: “¿Quién puede decirme qué lección aprendimos del Holocausto?”. Señaló a uno de nosotros para que responda. “Que no debemos olvidar” dijo este.

El Rabino rechazó totalmente su opinión. Cada uno de nosotros miraba para otro lado, pidiendo no ser elegidos para responder. Yo estaba transpirando. Entonces, señaló a otro de los empresarios. Este hombre dio una respuesta que me pareció maravillosa: “No seremos nuevamente víctimas” contestó. De nuevo la respuesta era la incorrecta. “Entonces caballeros, permítanme que les hable acerca de la esencia del espíritu humano. “

Como ustedes saben, durante el Holocausto los judíos fueron trasladados en tren, de la manera más inhumana. Creían que eran transportados a un campo de trabajo. Sabemos que los llevaban a los campos de exterminio. Luego de horas y horas de viajar en ese corral, frío, sin luz, ni baño, arribaban a los campos. Una potente luz los enceguecía al entrar. Los hombres eran separados de las mujeres. Las madres de sus hijas y los padres de sus hijos. Los enviaban a las barracas a dormir. Al llegar allí, se le entregaba a una persona de cada seis, una frazada. Aquél que recibía la frazada debía decidir, antes de ir a dormir: ¿Compartiré la frazada con otras cinco personas que no la recibieron, o me envolveré con ella y dormiré sin frío?’

El Rabino Finkel agregó: “Era durante ese instante que aprendimos acerca del espíritu humano, porque compartíamos la frazada con los otros cinco” Y mientras se despedía agregó: “Lleven vuestra frazada. Llévenla de vuelta con ustedes a vuestro país y extiéndanla a otras cinco personas…”