Nací en el año 1947 en Hungría, mis padres perdieron a todos sus familiares en los campos de concentración nazis.
Se casaron después de la guerra y se establecieron en la ciudad de Zomba (cerca de Bonyhad).
Mi padre operaba una tienda. Sin embargo, debido a los problemas con el antisemitismo, abandonamos el lugar poco después de la llegada de los comunistas.
A mi padre le ofrecieron el puesto de Rabino en Ujpest.
En 1956, llegó la revolución húngara y durante el caos con las fronteras desguarnecidas, logramos huir hacia Austria.
De ahí emigramos a Canadá, donde conocí por primera vez a Jabad Lubavitch, que me ofreció otra perspectiva, una perspectiva hermosa de la vida.
Cuando cumplí diecisiete años, llegué con un grupo desde Montreal a Nueva York para Simjat Torá.
Nunca olvidaré esa experiencia, las multitudes cantando y bailando.
El Rebe dirigiendo todo eso, generó un impacto muy profundo en mí, la energía que el irradiaba.
Posteriormente, conseguí el privilegio de tener una audiencia privada con el Rebe, antes de eso escribí una carta diciendo que me encontraba en una encrucijada.
Todavía me quedaba un año para terminar la secundaria y no sabía qué camino seguir a continuación.
Ya me habían aceptado en la universidad McGill, pero yo no quería ir, a pesar de que eso es lo que querían mis padres.
En lugar de eso, yo quería inscribirme en un seminario para estudiar tópicos judíos y eventualmente enseñar Torá.
La respuesta del Rebe fue: “Dos iz a guteh velen- ¡Eso es un buen deseo!” pero no me dió ninguna otra directiva.
Preguntó mucho por mis padres, sobre lo que ellos atravesaron y me procuró una bendición para ellos.
Me aconsejó, que les exponga, que es lo que quería hacer con mi vida y me bendijo para que tenga éxito.
Pero, mi padre no fue para nada receptivo, a nada de lo que le dije. Endureció su corazón y no iba a permitirme perseguir mis objetivos.
Principalmente esto era, porque al irme al seminario, significaba que tendría que mudarme a Nueva York sola, y él no quería que yo abandonara el hogar.
En retrospectiva, puedo entender su razonamiento, el perdió a toda su familia en el holocausto y se resistía de perderme a mí también.
Pero, yo no lo comprendía en ese momento y estaba muy afligida. Entonces, le escribí al Rebe, volcándole mi corazón.
En respuesta a esto, el Rebe sugirió que encuentre a alguien apropiado, para que pueda hablar con mis padres en mi lugar, ya que podrían ser más receptivos a una sugerencia externa, que a mis súplicas emocionales.
Dijo que Beis Iaacov sería una escuela oportuna para mí, e incluso ofreció hacerse cargo de mi matricula. Dijo que esto sería posible, a través del fondo Keren Jana, una organización fundada en honor a su madre.
Cuando corrió el rumor que el Rebe se estaba haciendo cargo de mí matricula, varias personas de Jabad se involucraron para ayudarme.
Consiguieron un lugar para que pueda quedarme y todo estaba listo.
Al final mis padres aceptaron, que lo que yo había decidido era hacer esto y me mudé a Nueva York, para estudiar en Beis Iaacov de Williamsburg.
Por siempre permanecí muy agradecida al Rebe y sentía una conexión especial con Keren Jana y con la madre del Rebe.
Nombré a mi hija Jana, en su memoria y organizo un Shabaton anual para Majón Jana, la escuela para jóvenes judías que están retornando a su judaísmo, organización también fundada en su memoria.
En 1966 me casé y enseguida nos mudamos con mi esposo a Springfield, Massachusetts, para brindar servicio como emisarios del Rebe.
Vivimos allí durante los próximos trece años. Durante ese tiempo, había varios proyectos que el Rebe quería que nos hagamos cargo.
Pienso que él nos veía como hacedores y le gustaba eso, ya que él mismo, era un hombre de acción.
En una ocasión, luego de reconocer el buen trabajo que estábamos haciendo, el Rebe dirigió nuestra atención a un área que habíamos descuidado.
Quería saber, que se hacía por los estudiantes de las universidades cercanas. “¡Hay tanto para hacer pero nadie está hablando al respecto!” exclamó.
Esto, era mucho antes que comenzaran a radicarse centros de Jabad en los Campus Universitarios y el Rebe quería que ya comience a suceder algo.
Así lo hicimos, empezamos a organizar programas en tres universidades –La Universidad de Massachusetts, Smith College y Monte Holyoke College, que estaban aproximadamente a cuarenta y cinco minutos de distancia de Springfield.
Traíamos estudiantes para cenas de Shabat y algunas de las jóvenes continuaron sus estudios en Majón Jana como resultado de eso.
En otra ocasión, luego de que yo le mencionara al Rebe, que no teníamos una Mikve en funcionamiento en los alrededores, el respondió “Vives en la zona, empieza el proyecto” y me dio una bendición, para que tuviera éxito.
Él quería que yo esté activa y eso hice.
Organicé una reunión con todos los Rabinos locales, y cuando surgió la cuestión del dinero, puse los primeros $500, para que la cosa comience a rodar.
Realmente, si no hubiera sido por el Rebe, nunca hubiese hecho eso, ya que no me sobraban $500 para gastar.
Pero, como sucede en estas ocasiones, al otro día, llegó por correo un cheque de $500 de un dinero que nos debían, así que estábamos cubiertos.
Tomó su tiempo, pero finalmente la Mikve se construyó – creo que gracias a la bendición e inspiración del Rebe.
Luego de un tiempo trabajando en Sprinfield, comencé a sentirme abrumada.
Estaba dirigiendo programas en las universidades tres veces por semana, conduciendo un seminario un par de veces más a la semana, además de enseñar todos los días. Todo esto sumado a la crianza de mis hijos.
Cuando le confíe mis dificultades al Rebe, me dijo que tome un descanso.
Me sugirió que elija uno de los proyectos y que deje los otros en espera por algunos meses. También me dijo que ponga toda la concentración a la tarea que estaba haciendo – esto quiere decir, nunca debería estar haciendo una cosa y estar pensando en las otras cosas que tenía que hacer a continuación.
Si vivía el momento, no estaría tan abrumada. Adicionalmente, me dijo que estudie las enseñanzas Jasídicas sobre el rol de la Providencia Divina en la vida de la persona, así como el libro Jovot Halevavot (Deberes del Corazón), el clásico del siglo XI escrito por Rabenu Bajia, en particular, el “Portal de la Confiaza”.
Tomé su consejo muy a pecho, exactamente como tomaba todo lo que él decía, muy a pecho. Comencé a dar una clase de Jovot Halevavot para mujeres y aprendí a vivir el momento, como me recomendó, eso me ayudó a no sentirme tan abrumada.
Y ese consejo me ayudó a seguir adelante hasta el día de hoy.
Todos sus consejos, todas sus instrucciones, me guiaron, junto con mi esposo, a lo largo de toda nuestra vida.
Todo lo que hicimos, lo hicimos con la bendición del Rebe, y pienso, que es por eso que tuvimos éxito…
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