Mientras crecía, disfruté de más de cien primos hermanos y me encantaban nuestras agitadas reuniones familiares. La tradición judía anima a tener hijos, muchos hijos. El primer mandamiento de la Torá (Biblia) es “Sean fructíferos y multiplíquense”. Consideramos que cada niño tiene un valor infinito y es una fuente de inmensas bendiciones. Tener más de uno o dos hijos tiene sus engorrosos desafíos, pero se nos enseña que vale la pena.
El 22 de marzo de 2006, me paré bajo el hermoso cielo de Texas, momentos antes de colocar el anillo en el dedo de mi hermosa novia Javi, y estaba soñando. Con mis ojos cerrados y mis pensamientos en el cielo, oré y esperé que nosotros también mereciéramos las bendiciones de Di-s y, como nuestros amigos y casi todas las demás parejas de judíos ortodoxos jóvenes, juntos criar nuestra propia familia, un hogar en el cual durante los próximos 20 años los pañales sucios, el llanto y, por supuesto, muchas sonrisas, fuesen la forma de vida.
Evidentemente, no siempre es tan sencillo.
Después de consultar con especialistas en infertilidad de renombre mundial, y después de varios procedimientos médicos, se nos informó en junio de 2008 que desde el punto de vista médico nos sería imposible tener hijos. Si bien la noticia fue devastadora, nos mantuvimos fuertes y, guiados por las enseñanzas de nuestro mentor, el rabino Menajem Mendel Schneerson, de bendita memoria, estábamos decididos a convertir esta desafortunada situación en una bendición.
Si uno no ha experimentado la adopción, es difícil apreciar el regalo que es. Es una experiencia celestial, donde uno siente la guía de Di-s en cada paso del camino.
El martes 10 de noviembre de 2009, nuestro primer ángel, Jaia, entró en nuestra vida. Nació en Rusia, nueve semanas antes de tiempo; la conocimos en Nueva Jersey, la abrazamos y no hemos dejado de sonreír desde entonces. Menos de un año después, el 3 de octubre de 2010, dimos la bienvenida a nuestra segunda bebé, Zeesy, nacida en Estados Unidos, que ha agregado aún más alegría a nuestra vida. Su amor mutuo es desbordante, a pesar de las peleas ocasionales por un juguete; comparten un dormitorio y son realmente muy unidas.
Como rabino que cree en la verdad absoluta de la Torá, es esta sabiduría ancestral la que me da una idea de todos los asuntos de la vida, incluida la adopción. Menos es más, y los pocos tips que nos comparte la Torá con respecto a la adopción son extremadamente poderosos e inspiradores.
Moisés y Ester son dos figuras de la Torá que fueron adoptadas. En 1393 a. C., cuando el malvado Faraón, rey del imperio egipcio, decretó que todos los bebés varones judíos se ahogarían en el río Nilo, su propia hija Batiá encontró un niño judío recién nacido escondido. Ella lo rescató, lo adoptó, lo crió en el palacio del Faraón, ¡e incluso lo nombró Moshé (Moisés)! De manera similar, en el libro de Ester, leemos que Mordejai adoptó a su joven prima Ester en el 402 a. C., la crió, la cuidó y finalmente se convirtió en la reina de Persia, quien fue la salvadora en la milagrosa historia de Purim.
Entonces, si bien mi sueño original solo incluía la opción biológica para la construcción de una familia, las formas de Di-s son misteriosas y vastas. Di-s tiene un plan para cada pareja: para los padres biológicos incluye dolores de parto, cambios hormonales y recuperación física, y para los padres adoptivos es la prueba de la paciencia, la preocupación por lo desconocido y la drástica montaña rusa emocional. La mayoría de las parejas reciben las bendiciones naturales de Di-s; son solo algunos a quienes Di-s regala la bendición aún más elevada, quizás sobrenatural, de la adopción.
Sí, Javi y yo todavía esperamos y oramos todos los días por avances médicos que nos regalen hijos biológicos; ¿Por qué no probar esa vía también? Pero se necesita mucho más que ADN para formar una hermosa familia. Javi y yo sabemos muy bien que la adopción tiene sus momentos difíciles, pero es un regalo único, reservado solo para unos pocos, que creo que fueron elegidos por Di-s para esta tarea especial.
Jaia y Zeesy nos brindan alegría y bendición las 24 horas del día, los 7 días de la semana, y agradecemos a Di-s todos los días no solo por traerlas a nosotros, sino por hacerlo milagro tras milagro.
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