Una persona a la que el Rebe presionó para que contrajera matrimonio fue Elie Wiesel, el mundialmente célebre sobreviviente del Holocausto, escritor y ganador del Premio Nobel de la Paz, 1986. Wiesel tenía una relación de larga data con el Rebe, y por lo general era muy reservado sobre el contenido de sus reuniones, pero un detalle de sus encuentros que está abierto a discutir es que el Rebe solía regañarlo — Wiesel tenía entonces treinta y tantos años— citando el versículo bíblico: “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). Wiesel recuerda una extensa misiva que recibió del Rebe sobre diversas cuestiones teológicas, incluyendo una que para Wiesel, sobreviviente de Auschwitz, era sumamente apremiante: “¿Es posible creer sin creer en Dios?” De repente, la carta del Rebe cambió de rumbo, al escribir que quería hacerle a Wiesel una pregunta que “no tiene nada que ver con la teología. ¿Por qué no te casas?”

Wiesel respondió que su renuencia a casarse tenía mucho que ver con la teología. El Holocausto, como relataba en sus memorias “Y El Mar Nunca Está Lleno”, le había “convencido” de que “un mundo cruel e indiferente no era merecedor de nuestros hijos”. Fue Marion, su futura esposa, quien le convenció de que, al negarse a tener hijos, estaba dando a “los asesinos una victoria más”. El extenso linaje del cual él ha surgido, argumentó Marion, no debía terminar en él.

El día del casamiento de Wiesel, el ramo de flores más grande y hermoso que recibió provino del Rebe. Y al nacimiento de Elisha, hijo del matrimonio, el Rebe envió emisarios al brit milá (circuncisión), que le llevaron una nota del Rebe en la que escribía que su corazón y su alma rebosaban de alegría.