Muchos sistemas escolares hoy funcionan como fábricas, con planes de estudio estandarizados que actúan como una línea de montaje para cada estudiante. Este enfoque industrializado de la educación no tiene en cuenta los estilos de aprendizaje individuales o los intereses de cada estudiante, dejando poco espacio para el desarrollo de su potencial innato y dones particulares. Como Einstein lo dijo sucintamente, “Todo el mundo es un genio, pero si juzgas a un pez por su capacidad para trepar a un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido”.

En lugar de tal método homogeneizador de enseñanza, el Rey Salomón escribe en el Libro de Proverbios:1 “Educa a un niño en su propia senda, de modo que incluso cuando se haga viejo no se desvíe de ella”. Este enfoque más personalizado se refleja en la palabra hebrea para educación, jinuj, una variación de la cual se utiliza en la Mishná2 para describir el acto de tallar la piedra dentro de una catacumba, hecha a la medida. Del mismo modo, la educación está destinada a adaptarse y responder a cada estudiante individual.

El judaísmo, por lo tanto, apoya un paradigma de educación más centrado en el niño, en el que cada uno posee tanto su propia forma única de aprender como su propia fuente de sabiduría. Como aprendemos en Proverbios,3 “El consejo en el corazón de un hombre es como el agua profunda, pero un hombre de entendimiento lo extraerá”. El Targum Ionatán4 explica que el hombre de entendimiento en este versículo se refiere a un maestro que "saca" la sabiduría de dentro de cada estudiante haciéndole las preguntas correctas.5

Oportunamente, una palabra hebrea común para maestro, melamed, está etimológicamente relacionada con la palabra para partera, meialedet.6 Un buen maestro ayudará al estudiante a "dar a luz" a su propia sabiduría e ideas innatas.

En especial, la raíz de dos letras de la palabra jinuj, jein (usualmente traducida como “gracia”), es traducida por el Targum7 como rajamim, significando “compasión”, que está relacionada con la palabra rejem o “matriz”. Por lo tanto, un aula es como un vientre, un lugar lleno de ruaj jam, un cálido espíritu de nutrición y florecimiento de una nueva vida.

En consecuencia, un maestro debe ser una persona de bondad, calidez y sensibilidad, para que su manera de enseñar sea infundida con estas cualidades. Como nuestros sabios dicen:8 “Las palabras de los sabios se escuchan cuando se las dice suavemente".

Además, nuestros sabios advierten que uno que pierde la paciencia fácilmente no es apto para ser un maestro.9

Además de su enfoque personalizado de la educación, el judaísmo se centra en última instancia en el desarrollo de toda la persona. Contrariamente al enfoque actual de muchas escuelas, en el pensamiento judío el resultado ideal de la educación no se limita a la adquisición de conocimientos e información; más bien, se refiere integralmente a la formación más holística de un mentch, una persona completamente desarrollada con carácter moral refinado. Por lo tanto, la educación judía no se trata sólo de perfeccionar el intelecto; más bien, se trata del desarrollo de la persona en su totalidad.

En este sentido, el objetivo de la educación es preparar al estudiante para la vida. Como escribe Rashi,10Jinuj se refiere a la entrada de una persona en un oficio que finalmente va a tomar."

Idealmente, la educación proporciona la formación que ayudará a los estudiantes a desarrollar la capacidad de pensar de forma independiente y actuar con integridad.

En consecuencia, nuestros Sabios enseñan:11 “Derej eretz kadmá la Torá”, lo que significa que la decencia común y el comportamiento digno es un requisito previo para el conocimiento superior.

En las palabras de Rabí Schneur Zalman de Liadi12 “...no puede haber Torá sin carácter refinado”.

Con respecto a esto, el sexto Rebe de Lubavitch, Rabí Iosef Itzjak, escribe13 que “el esfuerzo principal de un educador se encuentra principalmente en la transformación de la base y los rasgos innobles de su alumno”.

Ampliando en esto, el Rebe de Lubavitch escribe:14 “Los niños, por naturaleza, hacen lo que les parece conveniente, sin ninguna restricción...[y] por lo tanto deben ser entrenados para establecer límites y cambiar sus naturalezas habituales, hasta que alcancen la soberanía de la mente sobre el corazón”.

Esta filosofía se basa en un versículo de Job15 que dice: “Un humano nace como un burro salvaje”. Es decir, la tendencia natural de una persona es seguir sus instintos más básicos y animales, sin tener en cuenta el significado más profundo o el impacto a largo plazo de sus apetitos y acciones. El trabajo del maestro, por lo tanto, en un nivel más profundo, es ayudar a sus estudiantes a desarrollar un carácter más refinado inculcándoles una visión del mundo espiritual, que incluye un conjunto de hábitos y valores positivos.

Tal proceso de refinamiento de carácter no es tan simple como transmitir información; más bien, debe enseñarse con el ejemplo: el maestro debe ser un mentch16 y alguien que el niño pueda respetar.

Es por esta razón que la palabra jinuj es entendida por algunos estudiosos17 como una derivación de la palabra jein, que significa “encanto” o “relación”, refiriéndose a un vínculo invisible, una conexión emocional y aprecio mutuo, que existe entre el maestro y el estudiante. Para describir esta conexión invisible, el Steipler Gaón cita de Proverbios,18 “Así como el rostro de una persona se refleja en el agua, así también el corazón de una persona se refleja en el de su prójimo”. Este es otro indicio de cuán significativa y efectiva es realmente la educación relacional.

Se deduce que la esencia de la relación maestro-estudiante y el trabajo interno del maestro es conectarse con su estudiante. En este sentido, una traducción más precisa de mejanej, “profesor”, es un “conector”. En este espíritu, el Talmud19 relata que el Sabio Rabá comenzaba su clase con un comentario alegre para hacer reír a sus estudiantes y crear un aire de camaradería, y solo entonces se volvía a los asuntos más serios y comenzaba la lección. Los comentarios explican que hacía esto para abrir los corazones de los estudiantes y se volvieran más receptivos al aprendizaje.

En otro lugar, el Talmud20 aconseja que un educador debe enseñar a sus estudiantes las materias que realmente les interesan. Para citar a nuestros sabios: “Una persona debe aprender Torá (solo) de un lugar [tema] que el corazón desee".

Esto es porque querer saber algo es esencial para cualquier proceso intelectual. Por el contrario, el desinterés y la indiferencia embotan la mente y sus facultades de comprensión. Aquellos que genuinamente buscan entender un tema lo aprehenderán, no importa cuán difícil sea.

En pocas palabras, no solo la mente abre el corazón, el corazón abre la mente.

Este enfoque requiere que el profesor sea tanto perceptivo como sensible a los intereses de cada uno de sus estudiantes. Tal fina atención es una comunicación sutil pero clara a un estudiante de que su maestro se preocupa por lo que le cautiva.

Todo esto apunta a una única verdad esencial: Para que la educación sea verdaderamente efectiva, el componente más importante es la calidad de la conexión relacional que existe entre el maestro y el estudiante. Los estudiantes necesitan sentir que el maestro se preocupa sinceramente, no solo por el tema, sino por ellos. Solo cuando al estudiante se le hace sentir amado, respetado y apreciado su corazón se abre y el ambiente se adecua para el verdadero aprendizaje y crecimiento. Como dice el refrán: A las personas no les importa cuánto sepas hasta que sepan cuánto te importan.

Un ejemplo conmovedor de tal cuidado y devoción es ilustrado por una historia en el Talmud.21 Rav una vez encontró a su colega, Rabí Shmuel bar Sheilat, que era un maestro de escuela, atendiendo a su jardín. Al ver que no estaba con sus discípulos, Rav preguntó: “¿Has abandonado a los niños confiados a tu cuidado?” Rabí Shmuel respondió: “No he visto mi jardín desde hace trece años, sin embargo, incluso ahora, no puedo dejar de pensar en los niños!”.

Enseñar no es solo otro trabajo de nueve a cinco; un gran maestro es uno para quien enseñar es una vocación de por vida. Y es de una partera tan dedicada, mentch y modelo a seguir que los estudiantes aprenden más y mejor.

Como sugiere la palabra hebrea jinuj, que literalmente significa “inauguración”, el objetivo final de un maestro es iniciar a un estudiante en el camino del aprendizaje permanente. Porque, en última instancia, como dijo Sócrates: “El propósito de la educación no es llenar un recipiente, sino encender una llama”.

La gran idea

La educación es lo que queda después de que uno ha olvidado lo que ha aprendido.

Sucedió una vez

Un hombre compartió una vez sus frustraciones de paternidad con el Rebe, diciendo: “Rebe, ¡no entiendo! A pesar de criar a todos mis hijos exactamente de la misma manera, uno de ellos eligió dejar el camino de la fe y la práctica judía! ¡¿Cómo podría ser esto?! ¡Los crié a todos exactamente de la misma manera!”

El Rebe respondió suavemente, “Tal vez la crianza de todos sus hijos de exactamente la misma manera fue precisamente el problema... Porque cuando se trata de criar y educar a los niños, es absolutamente esencial tener en cuenta cada una de sus personalidades, necesidades e intereses únicos…”