Un día, volví a mi cuarto del campus de la universidad y me encontré con que la mezuzá ya no estaba en el marco de la puerta. Aunque me sentía consternado, no tenía tiempo para investigar, ya que debía ir a mi próxima clase para escuchar a una disertante muy importante que a menudo daba conferencias sobre tópicos judíos. Luego de la clase le conté lo que había pasado en mi habitación y ella me respondió con esta historia:

Hace poco, un estudiante suya de otra universidad había expresado su deseo de tener mezuzot en sus puertas. Ella amablemente estuvo de acuerdo en ayudarla. Fue al departamento de la estudiante que se encontraba en un gran edificio donde la mayoría de los residentes no eran judíos. La profesora ayudó a la estudiante a pegar las mezuzot en cada una de sus puertas, incluyendo claro, la puerta delantera que daba al corredor común del edificio.

Algún tiempo después, la profesora volvió a visitar a la estudiante por una reunión del alumnado. Pero cuando se acercó al departamento, no vio la mezuzá. Pero al entrar, notó que todavía estaba, la muchacha la había cambiado de lugar. En lugar de estar por fuera de la puerta, la tenía en el interior, para que sólo fuera visible desde adentro del departamento.

En respuesta a la pregunta hecha en privado de la profesora, la estudiante explicó que sus amigas judías la habían criticado por poner una mezuzá en semejante lugar público. Le dijeron que no era "políticamente correcto" mostrar un símbolo judío para que todo el que pasara, forzosamente la viera y que no era necesario. ¿Por qué debería llamar la atención de esa manera e irritar a los vecinos no judíos

A estas alturas empecé a acalorarme, pensando que quizás la profesora estaba intentando justificar la ausencia de mi mezuzá, pero ella me sonrió y continuó su historia.

La estudiante era toda un manojo de nervios. Ella había aprendido que uno debía poner mezuzot en las puertas, pero ¿importaba de qué lado estaban? Pensó que simplemente era cambiar la posición unos centímetros

Aunque le molestaba que en estos tiempos un judío podría intimidarse al mostrar su judaísmo públicamente, la profesora no le contestó en el acto. No quería parecer dura o prejuiciosa y decidió esperar un momento más apropiado para discutir el tema con la estudiante

Mientras estábamos hablando, los alumnos de la clase siguiente empezaron a entrar al salón de conferencias. Así que la profesora cortésmente accedió continuar nuestra charla fuera del campus

Poco después—continuó—la estudiante le contó entusiasmada que había repuesto la mezuzá por fuera del departamento

Había llegado un paquete por correo para ella pero como no estaba en casa en el momento de la entrega, el cartero le dejó una nota explicándole que lo había dejado en el departamento de arriba, ya que sabía que el ocupante era una persona fidedigna

Al subir los escalones para buscar su paquete, vio que éste era el departamento de un hombre mayor, que de vez en cuando veía en el pasillo. El hombre abrió la puerta, y reconociéndola, la invitó a entrar para darle el paquete. Después de que ella lo tomó, le agradeció por el inconveniente y cuando estaba a punto de salir, el hombre le dijo, "Shalom

"Ah, usted también es judío," le dijo, ya que siempre había creído que él no era. Inmediatamente la conducta del hombre cambió. Sus ojos se nublaron con amargor y enojo. Empezó a mascullar para sí: "Sí judío...una maldición… una plaga en mi vida…soy judío, un judío desafortunado….". Lentamente retomó la coherencia y le contó la historia de su vida a la muchacha

Como tantos otros, él había perdido a su familia entera durante el Holocausto. Su esposa e hijos fueron sofocados en las cámaras de gas nazis. Él era el único sobreviviente. Desde entonces, su vida ha estado yerma, una sucesión entorpecida de días y años en soledad y dolor. Desde entonces había intentado evitar todo lo judío, incluso al punto de no revelar su verdadera identidad a nadie

La muchacha estaba de pie en la puerta sin saber qué decir. Nada parecía apropiado. De repente, con voz más tranquila, el viejo hombre le preguntó, "¿Querida muchacha, por qué quitó la mezuzá de su puerta?

Como si estuviera hablando para sí mismo, el hombre dijo que cuando la mezuzá todavía estaba en su puerta, salía furtivamente hacia piso inferior cuidando de que no hubiera nadie en el pasillo. De pie, en su puerta, besaría la mezuzá y lloraría. Su corazón encontraba consuelo y algo de su dolor se desvanecía

Y por eso, le explicó la estudiante a la profesora, había devuelto la mezuzá a su lugar

Mientras yo escuchaba este drama de la mezuzá de otra chica, de otro lugar, el día se había transformado en anochecer. La profesora se quedó callada, mientras esperaba que contemplara la historia. El viento de la noche comenzó a soplar, pero algo me retenía de volver a mi cuarto. No pude controlarme y exclamé: "Linda historia, pero ¿qué tiene que ver conmigo

Mientras se alejaba, se dio vuelta y sonriendo me dijo: "Usted también debe confiar en la Providencia Divina."

Pensé por un momento, y después de chequear mi billetera, decidí tomar cartas en el asunto y comprar una nueva mezuzá. A punto de marcharme, una estudiante vecina se me acercó, apenas la conocía.

"¿Leíste mi nota?" preguntó, "pasé por tu cuarto esta mañana y noté que tu mezuzá estaba a punto de caerse y decidí guardarla para que esté segura