Cuando tú sabes qué es lo correcto pero permites que el mundo te detenga, tu alma está cautiva.
Por ejemplo, digamos que eres el líder de un país. Decides qué es lo correcto y comienzas a hacerlo. La prensa, por supuesto, te condena. Tu propio pueblo te dice que estás equivocado. Te tildan de "perverso", "inmoral" y te comparan con los peores villanos de la historia. Las Naciones Unidas se convocan para condenar tus acciones en forma unánime. El Presidente de los Estados Unidos te llama para que cambies tu curso de acción, o renuncies a la ayuda militar y financiera.
Pero sabes que estás obrando correctamente. Si cedes, tu alma está cautiva.
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