El cautiverio comienza cuando te crees pequeño y que el mundo es grande.

Una vez que piensas así, eres proclive a pensar que el mundo te aplastará. Por consiguiente le temes.

Luego comienzas a obedecerle, luego a correr tras él. Para entonces eres su esclavo, sediento de agua para el espíritu pero incapaz de recordar dónde hallarla.

Temer al mundo es negar la Unidad de su Creador.