Una sección se destaca claramente en la parashá de esta semana. Se conoce como La Tojajá, «La Reprimenda». Allí se describe una larga lista de calamidades que caerán sobre nuestro pueblo si le damos la espalda a Dios y abandonamos Su camino. Según la tradición, el baal korei (lector de la Torá), sin ser llamado, sube él mismo a esa aliá; y cuando llega a la parte de las maldiciones, baja la voz para suavizar el impacto de esas terribles advertencias.

Durante 24 años produje y presenté el único programa de radio judío en Sudáfrica: The Jewish Sound. Una vez, tuve como invitado al aire al rabino Shlomo Riskin de Efrat, Israel. Contó una historia de su infancia, cuando crecía en el barrio de Williamsburg, Brooklyn. Un Shabat fue a rezar a la sinagoga del Rebe de Klausenberg, el rabino Iekutiel Iehudah Halberstam (1905-1994). Este gran líder espiritual había perdido once hijos durante la Shoá y ni siquiera se sentó en shivá, porque estaba completamente enfocado en salvar vidas. Tras la guerra, se instaló en Estados Unidos, reunió una gran comunidad de seguidores, y más adelante se mudó a Israel, donde fundó, entre otras cosas, el Hospital Laniado en Netanya.

Aquel Shabat —contó el rabino Riskin— se leía La Reprimenda. Como es habitual, cuando el lector llegó a la parte de las maldiciones, bajó la voz. De pronto, el Rebe de Klausenberg gritó en ídish: “¡Ejer!” (“¡Más fuerte!”). El lector se desconcertó. Solo estaba siguiendo la costumbre de generaciones. Quizás el Rebe no lo había oído bien, pensó, así que siguió leyendo en voz baja. Pero nuevamente tronó la voz del Rebe: “¡Ejer! ¡Ejer!”.

Y explicó: “¡Que el Todopoderoso escuche lo que se está leyendo! Todas estas maldiciones ya se cumplieron. ¡Ahora solo pueden venir bendiciones para nuestro pueblo!”.

Muchos de nuestros sabios vieron en la Shoá los dolores de parto del Mashíaj y la redención final. No habrá más calamidades como aquellas. Ya sufrimos demasiado: exilios, persecuciones, pogromos. Las maldiciones —en toda su trágica y sobrecogedora descripción— se cumplieron. Ahora es tiempo de bondad, de consuelo, de calidez y de bendición para el pueblo de Israel.

Al final de La Reprimenda, Dios declara: “Recordaré mi pacto con Iaakov, también mi pacto con Itzjak, y también recordaré mi pacto con Abraham, y me acordaré de la Tierra…”.

El Todopoderoso no solo nos recordará a nosotros, el pueblo judío, sino también a Su Tierra Santa, nuestra tierra de Israel. Quizás este versículo también sea un mensaje para los antisemitas del mundo que, disfrazados de antisionistas, intentan ocultar su odio detrás de discursos políticos. “Recordaré la Tierra”: una advertencia para las naciones que se dicen nuestras amigas, mientras maniobran con cinismo desde Washington o Londres. “Recordaré la Tierra”: un mensaje para algunos judíos confundidos que, con buenas intenciones, terminan debilitando a sus propios hermanos al intentar apaciguar a enemigos que no buscan la paz.

A todos ellos, el Dios de Israel les dice: “Recordaré la Tierra”. Nunca abandonaré a Mi tierra ni a Mi pueblo.

Y así como Él nos recuerda, recordémoslo también a Él y nuestro pacto. Que podamos prepararnos para Shavuot y la entrega de la Torá con alegría y sinceridad. Que Dios y Su pueblo se recuerden siempre mutuamente. Amén.