Hay un arte en el disfrute. Si uno quiere saborear una comida exótica, un buen vino, música, pintura o poesía, hay una forma especial de hacerlo para que realmente nos llegue. Lo mismo pasa con el judaísmo.
“¿Te referís a la torta de queso en Shavuot y esas cosas?”, podría preguntar alguien. “¡Eso no requiere ningún esfuerzo! Solo hay que comerla y el disfrute viene solo”.
Claro, la torta de queso es deliciosa, pero no me refiero a eso. Estoy hablando de otras cosas del judaísmo... de las mitzvot, de los mandamientos. También hay un arte para disfrutarlos.
“¿De qué estás hablando? Tomá______, por ejemplo. ¿Quién puede disfrutar de eso?”
Bueno, al menos estamos de acuerdo en cuál es el tema. En ese espacio en blanco, podés poner figurativamente cualquier aspecto de la ley judía que te haga ruido o te resulte difícil. Eso mismo de lo que uno diría: “Tengo un problema con esto”. Y justamente ahí empieza el arte de disfrutar.
La idea de cómo disfrutar el judaísmo aparece en la parashá de esta semana, Bejukotai (Vaikrá 26:3-27:34). Ahí se lee que Di-s le habla al pueblo judío con una frase que suele traducirse así: “Si siguen Mis estatutos y cumplen Mis mandamientos y los ponen en práctica, entonces Yo les enviaré lluvias a su debido tiempo, la tierra dará sus frutos y los árboles del campo también.” (Vaikrá 26:3-4)
A simple vista, suena como un trato: si cumplís las reglas, Di-s te recompensa. La palabra clave parece ser “si”.
Pero los sabios del Talmud (Avodá Zará 5a) ofrecen una lectura muy distinta. Ellos dicen que esa palabra no es solo “si”, sino también puede entenderse como un ruego: “Por favor”. Según esta interpretación, Di-s no nos está poniendo condiciones, sino que nos está pidiendo, incluso suplicando: “Por favor, sigan Mis estatutos, y entonces les enviaré lluvia en su tiempo…”
Y si Di-s nos dice “por favor”, ¿qué quiere decir eso? El Rebe de Lubavitch, que su memoria sea bendición, lo explica así: cuando Di-s nos ruega que hagamos algo, es porque Él mismo nos da la fuerza para hacerlo. Ese pedido despierta en nosotros alegría, ganas, sentido. El placer no está necesariamente en los detalles de la acción, sino en el hecho de que esa acción nos conecta con Di-s.
A veces no entendemos la lógica de una mitzvá. Incluso puede resultarnos incómoda o difícil. Pero saber que Di-s nos la pide, casi como diciendo “te necesito”, le da un valor totalmente distinto. Hace que la mitzvá se sienta significativa, cálida, personal. Y eso, por sí solo, genera disfrute.
Entonces, ¿cuál es el secreto? ¿Cómo llegamos a sentir esa conexión? ¿Cómo se disfruta?
La clave está en la palabra “estatutos”. En hebreo: jukim. Son aquellas mitzvot que no tienen una explicación lógica evidente. Por ejemplo, leyes éticas como no robar o decir la verdad, o festividades como Pésaj, se pueden entender. Pero hay muchas otras que escapan a la lógica humana.
La parashá nos dice que si asumimos toda la Torá —sí, incluyendo esas mitzvot que nos cuestan— como algo que viene directamente de Di-s, y que Él nos las pide con amor, entonces también vamos a poder disfrutarlas. Vamos a caminar por la vida judía con alegría, con sentido. Y entonces, la lluvia también va a llegar en su momento justo, o sea, vamos a tener lo que necesitamos para poder vivir ese compromiso con tranquilidad, sin obstáculos. ¡Incluida la torta de queso!
En resumen: abrí la mirada. Mirá el panorama completo. El judaísmo te conecta con Di-s. ¡Disfrutalo!
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