Aparte de su riqueza material, Jacob también obtuvo verdadera riqueza espiritual: tuvo éxito en criar a todos sus hijos para que sigan en el camino recto de Abraham e Isaac, y no produjo ningún hijo malvado (del tipo de Esaú o Ismael, quienes nacieron a sus antepasados Abraham e Isaac).
Jacob fue capaz de hacer esto porque sintetizó el enfoque inspiracional de Abraham y el enfoque de auto-disciplina de Isaac. Al relacionarse con Di-s con sinceridad simple, Jacob trascendió las diferencias entre los enfoques opuestos de sus antepasados, y fue capaz de relacionarse igualmente bien con cada una de las diferentes personalidades de sus hijos. Fue también debido a esta sinceridad simple que Jacob pudo ganarle la partida al artero y confabulador Labán.
El ejemplo de Jacob nos enseña que a pesar de que la lógica y la razón tienen su lugar, el fundamento de nuestra relación con Di-s es la sinceridad simple. Esta sinceridad nos permite entonces relacionarnos efectivamente con otros, sin importar cuán diferentes puedan ser a nosotros.1
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