La estadía de Jacob con Labán predijo nuestra propia estancia en el exilio. Así como Jacob estaba lejos de su casa física e inmerso en un ambiente que se oponía a la espiritualidad, nuestro exilio comprende tanto una diáspora física como, y más importante, la oscuridad espiritual del mundo no redimido. Y así como Jacob nunca estuvo cómodo en su lugar en el exilio y constantemente anheló volver a la casa de su padre, así debemos nosotros anhelar constantemente regresar a la “casa” de nuestro Padre. No importa cuán exitosos seamos en cumplir con nuestra misión Divina en el exilio, nunca debemos sentirnos “en casa” estando en él.
Cuando consideramos por cuánto tiempo ha continuado el exilio, podemos sentir erróneamente que nuestro anhelo no ha dado ningún fruto. Sin embargo, la verdad es que cuanto más nos damos cuenta de lo que significa nuestro exilio espiritual, tanto más se intensifica nuestro anhelo por la Redención Mesiánica, lo que a su vez acelera la Redención.1
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