Jacob huyó en secreto de Aram con su familia y rebaños, temiendo que su posesivo suegro se lo impida hacer. Efectivamente Labán lo persiguió y cuando lo alcanzó, lo acusó de llevarse secretamente a sus hijas y nietos antes de poder despedirse de ellos apropiadamente.
Añorando el Hogar
וְעַתָּה הָלֹךְ הָלַכְתָּ כִּי נִכְסֹף נִכְסַפְתָּה לְבֵית אָבִיךָ וגו': (בראשית לא:ל)
[Labán le dijo a Jacob] “Te fuiste ahora porque añorabas continuamente la casa de tu padre.” Genesis 31:30

La estadía de Jacob con Labán predijo nuestra propia estancia en el exilio. Así como Jacob estaba lejos de su casa física e inmerso en un ambiente que se oponía a la espiritualidad, nuestro exilio comprende tanto una diáspora física como, y más importante, la oscuridad espiritual del mundo no redimido. Y así como Jacob nunca estuvo cómodo en su lugar en el exilio y constantemente anheló volver a la casa de su padre, así debemos nosotros anhelar constantemente regresar a la “casa” de nuestro Padre. No importa cuán exitosos seamos en cumplir con nuestra misión Divina en el exilio, nunca debemos sentirnos “en casa” estando en él.

Cuando consideramos por cuánto tiempo ha continuado el exilio, podemos sentir erróneamente que nuestro anhelo no ha dado ningún fruto. Sin embargo, la verdad es que cuanto más nos damos cuenta de lo que significa nuestro exilio espiritual, tanto más se intensifica nuestro anhelo por la Redención Mesiánica, lo que a su vez acelera la Redención.1