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Judá no tuvo timidez de hablar duramente con José, es más, empezó su apelación en forma dura. Él sabía que cuando la vida de alguien está en juego, no debemos ser diplomáticos; nuestros oyentes deben sentir que no estamos ocupándonos por motivos ulteriores, como intereses políticos o financieros. Cuando está claro que la causa por la que luchamos llega al núcleo de nuestro ser, generará una respuesta honorable y compasiva.
Los “Benjamines” de hoy, nuestros niños, están amenazados por un tipo diferente de “Egipto”, el de la asimilación. Para salvar a esos Benjamines, no podemos esperar hasta que alguien nombre un comité que haga una larga investigación y luego delibere sobre qué se puede hacer, cuánto costará, etc. Cuando las vidas están en juego, debemos hacer lo que sea para salvarlas, inmediatamente.
Los esfuerzos de Judá probaron ser inesperadamente fructíferos: su supuesto enemigo resultó ser su más grande aliado, e incluso el Faraón mismo proveyó los recursos más grandes posibles para asegurar la continuidad íntegra de la tradición judía. Así será también cuando sigamos el ejemplo de Judá, cuando nos esforcemos altruista y vigorosamente por el bien de nuestros niños.1
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