Al descender al exilio egipcio, el pueblo judío comenzó el proceso de elevar y transformar las setenta naciones del mundo. El nacimiento de Iojebed, justo antes que la familia de Jacob entrara a Egipto, llevó el número de la familia de Jacob a setenta, permitiéndole así a Jacob comenzar la misión de refinar las setenta naciones.
El proceso de transformar el mundo tiene dos partes: primero debemos curar al mundo de su oposición a la santidad, y luego, debemos transformarlo en santidad. El primero corresponde al enfoque “masculino” asertivo, mientras que el último corresponde al enfoque “femenino” nutritivo.
Es por eso que los mandamientos confiados a la mujer (asegurar que la familia sea alimentada de acuerdo a las leyes de la Torá, asegurar la seguridad y calidez espiritual del hogar, ejemplificado por el encendido de las velas de Shabat, y santificar la vida marital) son todas formas de transformar los aspectos mundanos de la vida humana común en expresiones de santidad.1
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