Jacob envió a Judá a fundar una escuela en vez de pedirle a José que lo hiciera, porque reconoció que una academia de Torá debe ser dirigida por una persona que esté completamente apartada de los asuntos del mundo y esté completamente inmersa en el estudio de la Torá. Dado que la misión Divina de José requería que se encargara de las cuestiones mundanas de Egipto, no podía dirigir también la escuela de Torá de Jacob, a pesar de su indiscutida rectitud.
De la misma forma, a aquellos que desean adoptar la vocación de estudiantes o maestros de Torá, se les debe permitir y exigir que estén completamente separados de los asuntos del mundo, para ser capaces de enfocarse en educar a nuestros hijos sin ninguna distracción.1
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