Jacob estaba alborozado de escuchar que José aún estaba vivo y que se había mantenido fiel a sus ideales. A pesar de que esperaba ansiosamente reunirse con José, lamentaba tener que dejar la tierra prometida a sus antepasados. Di-s por lo tanto se le apareció y le aseguró que su familia, aun estando en Egipto, se convertiría en una nación.
Lamento Saludable
אַל תִּירָא מֵרְדָה מִצְרַיְמָה כִּי לְגוֹי גָּדוֹל אֲשִׂימְךָ שָׁם: (בראשית מו:ג)
[Di-s le dijo a Jacob] “No temas descender a Egipto, porque es allí donde te convertiré en una gran nación.” Genesis 46:3

Di-s no estaba intentando calmar el pesar de Jacob por tener que dejar la Tierra Prometida, porque un judío debe lamentar no vivir en la Tierra de Israel. Sino que Di-s le estaba diciendo a Jacob que su pesar por tener que ir al exilio era la clave para no ser intimidado por él, y por lo tanto, la clave para sobreponerse a él.

Dado que Di-s nos puso en el exilio, resulta que nos ha dado a todos la fuerza que necesitamos para sobreponernos a sus desafíos. Mientras dure el exilio, es el escenario óptimo para nuestro crecimiento y desarrollo individual y colectivo. Sin embargo, aquí acecha un gran peligro. Cuando nos damos cuenta que no tenemos motivos para estar intimidados por el exilio y que nos beneficiamos mucho con él, podemos caer en al trampa de habituarnos a él. Como consecuencia, nos podemos volver vulnerables a sus efectos negativos sobre nosotros, y demás está decir que no podemos más elevarlo apropiadamente.

Por lo tanto, como Jacob, siempre debemos cultivar un pesar por el hecho que no estamos en nuestro ambiente apropiado: la Tierra de Israel en la Redención Mesiánica. En la medida que recordemos quiénes somos en realidad y las vidas que debemos llevar, no debemos temer al exilio, nos sobrepondremos a él.1