A continuación, D-os le instruyó a Moisés las leyes relativas a una mujer sospechada de adulterio. Si un esposo tiene motivos para sospechar de la infidelidad de su esposa, primero tiene que plantear el tema con ella en privado; si sus acciones continúan despertando sospecha, el puede hacer que ella pase por una prueba en la que D-os indica si ella es inocente o culpable. Esta prueba sólo funcionaba si los motivos del esposo eran totalmente puros, si el mismo no era culpable de adulterio, y cuando la sociedad como un todo estaba horrorizada por el adulterio. (En consideración a todos estos factores, este ritual fue interrumpido algún tiempo antes del segundo siglo de la era común).
¿A Quién en su Sano Juicio?
אִישׁ אִישׁ כִּי תִשְׂטֶה אִשְׁתּוֹ וּמָעֲלָה בוֹ מָעַל: (במדבר ה:יב)
[D-os le ordenó a Moisés que le dijera al pueblo] “Si la esposa de un hombre se desvía, [haciendo que el sospeche] que fue infiel para con él.” Números 5:12

Cometer un pecado es algo terrible porque el pueblo judío está “casado” con D-os. Si las personas que cometen adulterio no estuvieran casadas, su comportamiento no se juzgaría tan duramente; el hecho de que hayan traicionado una relación contractual es lo que los hace merecedores de castigo. Lo mismo es verdad en cuanto al pueblo judío. Un pecado no es sólo una transgresión técnica, es una afrenta personal a nuestro amado Esposo Divino.

Como judíos, nuestra conexión con D-os es tan fuerte que nos es inherentemente imposible transgredir Su voluntad. La única forma en la que podemos cometer una transgresión es engañándonos a nosotros mismos y pensar que eso no pondrá en peligro nuestra conexión con D-os. Recordarnos a nosotros mismos de que D-os es nuestro “esposo” nos ayuda a evitar cometer pecados.1