Moshé informó al pueblo judío que ese día, el 7 de Adar, cumplía ciento veinte años y que sería también el día de su muerte.
Vivir una vida plena
וַיֹּאמֶר אֲלֵהֶם בֶּן מֵאָה וְעֶשְׂרִים שָׁנָה אָנֹכִי הַיּוֹם וגו': (דברים לא:ב)
Dijo [Moshé al pueblo:] “Hoy tengo exactamente 120 años.” Deuteronomio 31:2

El hecho de que ni siquiera el último año de vida de Moshé quedara inacabado indica que vivió su vida al máximo, sin perder tiempo o dejar sin hacer parte alguna de la tarea que se le había encargado.

El hecho de que la vida física de Moshé reflejara tan perfectamente su vida espiritual indica que él se sobrepuso exitosamente a la división entre lo espiritual y lo material: su perfección espiritual se manifestaba en su perfección física.

La vida de Moshé debe inspirarnos a vivir nuestra vida al máximo, con la conciencia de nuestra misión divina permeando cada minuto y cada hecho de nuestras vidas. Al hacerlo disolvemos la división artificial entre lo espiritual y lo físico, revelando la divinidad innata subyacente a toda realidad.1