Motivar a mis hijos Jana y Berl para que vengan conmigo a la sinagoga el Shabat por la mañana no es muy difícil; todo o que necesito es un sutil recordatorio acerca de "los caramelos". Mientras que muchas sinagogas tienen un bondadoso "hombre de los caramelos" —usualmente la persona más querida de la congregación —yo vivo en Crown Heights, Brooklyn, y asisto a "770", la sinagoga central ubicada en los Cuarteles Mundiales de Lubavitch, donde no existe el tradicional hombre de los caramelos. Sin embargo los caramelos son abundantes, debido a los numerosos novios que insisten en recibir su aliá previa a la boda en ese santo lugar, donde el Rebe oró por muchas décadas.
Aparte de aquellas semanas (tales como el actual período de la Cuenta del Omer, o las Tres Semanas de duelo del verano) cuando no se permiten las bodas, literalmente cada una de las aliot está reservada para un jatan (novio). La plataforma de la bimá está abarrotada de niños pujando por ubicarse mejor, aguardando ansiosamente el fin de cada aliá cuando llueven bolsas de caramelos desde todas direcciones.
Cuando concluye la lectura de la Torá, los niños salen de la bimá con su precioso botín en las manos. Los atrapadores de caramelos más experimentados estarán apretando cuidadosamente contra su pecho tanto como 10 o 15 bolsitas de dulces.
Recientemente estuve pensando acerca de la posibilidad de implementar un sistema más ordenado y justo. Quizás todos los niños deban ser sentados en algunos bancos, las bolsas reunidas y luego distribuidas entre ellos. Si embargo, pensándolo mejor, me di cuenta que tal acción frustraría todo el propósito. Si, los niños quieren los caramelos; pero aun más que su deseo de caramelos está la satisfacción y el orgullo que sienten por su proeza de juntar. Ellos no desean que se les de nada; desean ganarlo. En efecto, puesto que es Shabat, los niños no pueden llevar con ellos a casa ninguna de las bolsas. Por lo tanto tras tomar dos o tres bolsas realmente tienen más que suficientes caramelos para que les duren durante la hora restante hasta que terminan los servicios. Pero este pensamiento a duras penas entra en sus mentes en su búsqueda de "grandeza".
Los niños crecen, pero la naturaleza humana nunca cambia. Los adultos son conducidos por la misma psicología emocional, necesidades emocionales y urgencias que guían a los niños. La diferencia es doble: a) Debido a su experiencia y madurez sus metas cambian. Dinero en lugar de golosinas. Posición social en lugar de juguetes. (O quizás, juguetes sofisticados en lugar de Ve a Pescar…); b) Lo más importante, el adulto ha aprendido a dominar gran parte de sus instintos e impulsos naturales. No, realmente no cambió, pero aprendió a proyectarse de una manera apropiada. No va a pedir el postre antes de comenzar la comida, pero sin embargo lo desea. No e dirá a una persona obesa "¡Has aumentado mucho de peso!" Pero lo piensa… El motor interior que lo guía no ha cambiado. Ha aprendido a controlarlo, pero aun establece y motiva sus metas y ambiciones.
Es por eso que el estudiar el comportamiento de los niños es tan útil para comprender el comportamiento adulto. Aprenda como hablar a un niño. Y sabrá también cómo hablarle a un adulto. Todas las lecciones que se nos enseñan con respecto a educar niños —tales como atención constructiva, recompensar el comportamiento positivo y evitar a confrontación —se aplica también a los adultos. La diferencia es que un niño ignorará abiertamente las palabras que lo disgustan, mientras que el adulto educado amablemente simulará interés. Háblele al niño interior, y la persona escuchará. Háblele a la fachada adulta, y será ignorado.
Actualmente estamos en el período de la cuenta de las siete semanas entre Pascua y Shavuot. En Pascua Di-s nos arrancó fuera de Egipto y su inmoral y depravada cultura, pero entonces nos demandó embarcarnos en un período de siete semanas de auto refinamiento y búsqueda de espiritualidad para ser merecedores de recibir la Torá en Shavuot. Así como Di-s nos sacó milagrosamente de Egipto, podría habernos transformado fácilmente en una nación refinada espiritualmente. Si realmente Él quiso demostrar su ilimitado amor hacia nosotros, ¿no nos habría evitado el penoso desafío de la búsqueda del alma y auto mejoramiento?
Pero vayan y den golosinas a los niños y vean cuánto las aprecian.
Mi hijo Berl sólo tiene cuatro años. No es rival para los pre-adolescentes expertos en atrapar caramelos, que son mucho más altos, y cuyos años de experiencia han pulido sus habilidades para atrapar. En cambio, el se para a mi lado, junto a la plataforma de la bimá y espera que pueda atrapar una bolsa arrojada por alguien con mala puntería.
Ni bien comienza la lectura de la Torá se vuelve hacia mí y suplicante pide "Totty (Papá), ¿atraparás una bolsa para mi?"
"Haré lo que pueda" respondo.
Treinta segundos después siento un tirón en mi chaqueta. Nuevamente mi hijo tiene una importante pregunta "¿Totty, atraparás una bolsa para mi?"
"Trataré" es nuevamente la respuesta.
Esta pregunta y la respuesta se repiten incontables veces hasta el final de la lectura de la Torá. Si logro atrapar una bolsa, la pregunta cambia a "¿Totty, atraparás otra bolsa para mi?"
Durante este período de siete semanas trabajamos para hacernos más espirituales y refinados. Nos enorgulleceremos de nuestros logros. Pero cuando todo está dicho y hecho, la meta final está más allá de nuestra posibilidad de alcanzarla por nosotros mismos; es un deseo que sólo nuestro Padre puede otorgar.
Y nosotros no dejaremos de molestarlo hasta que nuestro deseo nos es concedido.
Padre, has terminar nuestros sufrimientos. Envíanos al Mashíaj. Tu pequeño hijo cuenta contigo.
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