Si alguien desea conocer el verdadero significado de la alegría de Purím, debe ir a Mezibuzh y pasar esta festividad en compañía del santo Rabí Israel Baal Shem Tov. Allí no sólo podrá saber qué es Purím, sino también sentir su verdadera alegría.

Muchos eran los afortunados que pasaban Purím en compañía del Baal Shem Tov. La multitud era tan grande que no había suficiente comida y bebida para festejar Purím. Pero sí se podía beber mucho de la inagotable fuente de la Torá que surgía de los labios del Baal Shem Tov. Era una experiencia que quedaba grabada para siempre en sus mentes y en sus corazones.

Como es de esperar, mucho de lo que se hablaba en Purím era acerca de Hamán y su malvado plan para destruir a los judíos, y de cómo acabó en la horca cuando los judíos regresaron a Di-s con todo su alma y su corazón. Porque Hamán, el descendiente del odiado Amalek, tenía poder sobre los judíos sólo porque los judíos se habían alejado de Di s y Su Torá. Pero no era de los antiguos Hamanes y Amaleks que el santo Baal Shem Tov hablaba la mayor parte del tiempo. Hablaba del "pequeño" Hamán o Amalek que a veces se abre camino hacia el corazón y la mente de los judíos.

"¿Cómo es posible?", te preguntarás. Esto es exactamente lo que el Baal Shem Tov explicaba. Decía:

"Amalek, recordarán, atacó a los judíos poco después de que estos abandonaron Egipto y cruzaron el Iam Suf. Los judíos estaban llenos de alegría y entusiasmo, esperando ansiosos el momento en que recibirían la Torá en el Monte Sinaí. Amalek arrojó un balde de agua fría sobre este espíritu de entusiasmo y alegría. Creó dudas y preocupaciones en los corazones de los judíos. Esta es la razón por la cual Amalek debía ser aniquilado. Y así es en la vida diaria de todo judío: las dudas, las preocupaciones, y todo lo que sea un obstáculo en la fe en Di-s de los judíos, en servirlo con alegría éste es el Amalek que debe ser aniquilado; entonces el corazón se volverá puro y el judío podrá cumplir las mitzvot (preceptos) de Di-s y estudiar y rezar con corazón pleno, con todo su corazón. Cuando así sea, también los Hamanes y Amaleks de afuera no tendrán poder sobre los judíos".

Y mientras escuchaban al santo Rabí, cada uno de los presentes sentía que ese "pequeño" Amalek en su corazón desaparecía; lejos quedaban las dudas y las preocupaciones, y todos se sentían cerca de Di-s y llenos de alegría.

Uno de los más felices era el joven Rabí Meír Margolis. El era un fiel seguidor del Baal Shem Tov, y en esta ocasión había traído consigo a su hijo de cinco años, Shaul. Shaul era un pequeño inteligente, con una mente rápida y una voz muy dulce.

El Baal Shem Tov colocó a Shaul a su lado y le pidió que cantara. Shaul conocía una canción muy hermosa. Era Shoshanat Iaacov, la plegaria que se recita después de leer la Meguilá (el Rollo de Ester) en Purím. Esta hablaba del puro "Lirio de Iaacov: (el pueblo judío) / quien se regocijó y alegró / cuando todos vieron a Mordejái vestido de Púrpura / porque Di s ha sido la salvación de Israel y su esperanza en todas las generaciones".

Su canto era más dulce que el dulce pastel de miel que le dio el Baal Shem Tov. Y nadie tuvo que decir al pequeño Shaul qué bendición debía recitar antes de comerla.

Cuando Purím terminó y todos se preparaban para regresar a sus casas, elBaal Shem Tov dijo al Rabí Meír:

"Sé que debes regresar a Lemberg para cuidar de tu comunidad, pero deja al joven Shaul conmigo por algunos días. Después de Shabat, si Di-s quiere, yo lo llevaré personalmente a tu casa".

Rabí Meír Margolis estaba muy contento de que al santo Baal Shem Tov legustara tanto su pequeño hijo, y sabía que debía haber una buena razón para que su gran maestro quisiera que el pequeño Shaul se quedara con él para Shabat. ¡Ojalá el pequeño Shaul quiera quedarse!

Cuando le preguntaron a Shaul si deseaba quedarse con el Rebe, aceptó de inmediato.

"Sí, Padre, me quedaré, y prometo no llorar".

El padre de Shaul se marchó y el pequeño se quedó. Y el gran Baal Shem Tovpasó mucho tiempo con el niño y le enseñó Torá, como lo había hecho tiempo atrás con otros niños pequeños, cuando fue asistente del melamed (maestro) antes de hacerse famoso como el Baal Shem Tov. En aquella época no deseaba ser muy conocido, para poder así mezclarse con la gente simple del pueblo y difundir sus enseñanzas "en secreto". Amaba a los niños, le agradaba llevarlos a la escuela tradicional (el jéider), enseñarles a leer en el Sidur (Libro de Oraciones) y estudiar Torá con ellos. Como sabía que Di-s escuchaba las sagradas palabras del Sidur y el Jumash que salían de los labios puros de los niños pequeños, los reunía como a joyas preciosas.

Pasar su tiempo con el pequeño Shaul era para el Baal Shem Tov como en los buenos viejos tiempos que tanto añoraba, ya que ahora tenía "niños" grandes para enseñarles, muchos de ellos ya grandes Rabinos.

La mañana siguiente a Shabat el Baal Shem Tov ordenó preparar su carruaje y se hizo al camino en dirección a Lemberg. Sentó al pequeño Shaul junto a sí, y llevó a dos jóvenes de entre sus estudiantes favoritos para que lo acompañaran.

Aún había nieve en el camino y el trineo se deslizaba rápidamente.

Después de haber recorrido cierta distancia, pasaron por una posada de la cual llegaba el sonido de voces ebrias. Aparentemente los campesinos del lugar estaban divirtiéndose mucho.

De pronto, el Rebe dio orden de regresar y detenerse en la posada. Sus alumnos se sorprendieron. ¿Qué podían hacer en compañía de campesinos borrachos? ¡Seguramente pasarían por otras posadas más adecuadas en el camino! Claro está, no dijeron nada. Los deseos del Rebe eran órdenes para ellos, y así fue como todos descendieron del carruaje y siguieron al Rebe hacia el interior de la posada.

Tomando al pequeño Shaul de la mano, el Baal Shem Tov se detuvo unos momentos entre los ruidosos campesinos. Entonces golpeó sus manos para llamar su atención. "¡SILENCIO!" les dijo en su idioma, que el Baal Shem Tovconocía bien.

De inmediato se hizo el silencio, y todos volvieron sus ojos hacia los inesperados visitantes, a quienes no habían notado antes.

"¿Quieren oír cantar de verdad?", exclamó el Baal Shem Tov, y sin esperar la respuesta, agregó: "¡Escuchen a este niño y sabrán qué es el verdadero canto!"

Entonces se volvió al pequeño Shaul y le dijo:

"Shaul, canta Shoshanat Iaacov".

El pequeño Shaul advirtió que había algo especial en todo esto, y cantó con mucho sentimiento. Cantó como nunca lo había hecho antes. Los campesinos escuchaban extasiados y las lágrimas rodaban por sus mejillas. Cuando Shaul terminó, permanecieron hechizados por un momento y a continuación todos exclamaron al mismo tiempo:

"¡Bravo! ¡Bravo! ¡Maravilloso!"

El Baal Shem Tov levantó sus manos y todos callaron nuevamente. Volvió su rostro hacia tres pequeños niños campesinos, de alrededor de la misma edad de Shaul, y les hizo señas para que se acercaran.

"¿Cómo te llamas?", preguntó a uno de ellos.

"¡Iván!", replicó el niño, un poco asustado.

"¿Y tú?", preguntó al segundo niño.

"Mi nombre es Esteban", contestó el niño.

"¿Y tú?"

"¡Antonio!", dijo el tercero.

"Ahora, niños", dijo el Baal Shem Tov, "conozcan al pequeño Shaul, que cantó para ustedes. ¿Les agrada?"

"¡Oh, sí!", respondieron con entusiasmo.

"Pues bien", dijo el Baal Shem Tov. "Recuerden. Así como son amables con Shaul ahora, en la misma forma deberán ser siempre amables con él. ¡Recuérdenlo!"

"Sí, Rabí, lo haremos", prometieron los niños.

Entonces el Baal Shem Tov y sus acompañantes se despidieron y partieron tan rápidamente como habían aparecido.

Los campesinos en la posada quedaron sin habla ante la repentina aparición y desaparición del santo hombre y sus seguidores. Pero los alumnos del Baal Shem Tov también estaban muy intrigados por la extraña conducta del Rabí. Seguramente debía haber una razón importante para esto, pero cuál era esta razón, no podían imaginarlo.


Pasaron muchos años. Shaul se había hecho un hombre. Shaul Margolis era un nombre honrado y respetado, ya que se trataba de un erudito del Talmud y un exitoso comerciante.

Un día era durante el Ayuno de Ester que se conmemora un día antes de Purím Shaul se apresuraba a regresar a casa de un viaje de negocios. Deseaba llegar a tiempo para oír la lectura del Rollo de Ester y guiaba sus caballos tan rápido como podían correr. También estaba ansioso por salir del oscuro bosque que estaba atravesando.

De pronto se vio obligado a detenerse. Tres bandidos con caras de asesinos saltaron de entre la espesura, armados con cuchillos y hachas.

Mientras dos de los bandidos lo sujetaban y lo ataban a un árbol, el tercero arrancó de manos de Shaul la bolsa en que llevaba una gran suma de dinero.

"Te mataremos", dijo el bandido.

Shaul suplicó a los bandidos que le dieran unos minutos para recitar su última plegaria al Todopoderoso.

"Reza todo lo que quieras", dijeron. "Tu Di-s no puede ayudarte ahora".

Shaul recitó el Vidúi (la última oración antes de devolver el alma a Di-s), mientras los bandidos contaban el dinero y lo repartían entre ellos. Los ojos de Shaul estaban cerrados y llenos de lágrimas. Pensaba en su esposa y en sus hijos. Seguro que estarían esperando su regreso para celebrar Purím con él... y él no estaría allí. Era él quien siempre volvía a leerles el Rollo de Ester en casa, en caso de que perdieran una sola palabra de ella en la sinagoga, y luego les cantaba Shoshanat Iaacov, como lo hiciera una vez para el santo Baal Shem Tov. El solo recuerdo de esta alegre plegaria de Purím hizo sentir mejor a Shaul. Sí, si debía morir, deseaba hacerlo con la melodía de Shoshanat Iaacoven sus labios.

El lirio de Iaacov se regocijó y alegró,

cuando todos vieron a Mordejai vestido de púrpura.

Tú, Di-s, has sido la salvación de Israel

y su esperanza en cada generación.

Shaul cantó con todo su alma y corazón, como lo había hecho en la posada para los campesinos borrachos cuando era un niño. Cuando terminó, esperaba recibir el golpe mortal en cualquier momento, pero todo estaba tranquilo.

Abrió los ojos.

Allí estaban los tres bandidos, parados frente a él, con sus bocas abiertas por la sorpresa, como lo habían estado los campesinos en la posada hacía tanto tiempo.

Miró nuevamente, y de pronto se le ocurrió que sabía quiénes se encontraban allí.

"¿No eres Iván?", gritó Shaul al primer hombre. "¡Y tú, seguramente, eres Esteban! Y tú, te llamas Antonio, ¿no es cierto?"

A medida que hablaba vio que los bandidos también lo habían reconocido a él. La cruel mirada en sus rostros había desaparecido, y en su lugar había verdadero asombro y, sí, amabilidad.

Al instante siguiente los tres bandidos cayeron de rodillas ante Shaul.

"Por favor, perdónanos", rogaron.

Entonces lo desataron rápidamente y le devolvieron su dinero.

"Vete, en nombre de Di-s. No habrá más asaltos para nosotros de aquí en más. Nos has convertido en hombres diferentes".

Lleno de gratitud hacia el Todopoderoso por salvarlo de una muerte segura, Shaul fue hacia su casa a toda velocidad. Ahora sabía por qué el santo Baal Shem Tov se había detenido en aquella posada y le había hecho cantar para los campesinos borrachos, presentándolo a los tres niños.

Pueden imaginarse qué Purím feliz fue aquel para Shaul y su familia, y con cuánta devoción cantaron todos Shoshanat Iaacov después de la lectura de laMeguilá.