En la parashá de esta semana se relata un momento hermoso en el que se deja entrever la generosidad de Moshé como líder en su máxima expresión. Surge luego de uno de sus momentos de mayor desesperación. El pueblo, como de costumbre, se había estado quejando, esta vez por la comida. Aparentemente estaban cansados de la manná y, en lugar de ésta, querían comer carne. Moshé, sorprendido de que aún no hubieran aprendido a aceptar las dificultades de la libertad, pide morir. “Si a esto me destinaste,” le dice a Di-s, “ruégote me des la muerte, y si hallare favor a Tus ojos, ruégote me ahorres esta aflicción”. 1
Di-s le indica designar setenta ancianos para que lo ayuden con la carga del liderazgo. Al hacerlo, la divina presencia reposa sobre ellos. Pero también reposa sobre otros dos hombres, Eldad y Medad, quienes no formaban parte del grupo de los setenta elegidos. Evidentemente, Moshé había elegido seis hombres de cada tribu, dando un total de 72 personas, y luego removió a Eldad y a Medad al azar. A pesar de ello, ambos también fueron parte del momento de inspiración.
Ieoshua, el delegado de Moshé, vio esto como una potencial amenaza. Moshé le responde con magnanimidad espléndida diciéndole: “¿Acaso tienes celos por mí? ¡Quiera Di-s que todo el pueblo del Eterno profetizara y que Él les inspire!” 2
Esto se contrapone en gran medida con su conducta posterior, cuando su liderazgo se ve desafiado por Koraj y sus seguidores. En esa ocasión no muestra generosidad ni gentileza. Por el contrario, reza para que la tierra se abra y los trague, “que se abriera la boca del suelo para tragarlos a ellos vivos”. 3 Es contundente, decisivo e implacable. ¿A qué se debe la diferencia entre Koraj por un lado, y Eldad y Medad por el otro?
Para comprender esto, resulta esencial entender la diferencia entre dos conceptos que suelen confundirse entre sí: poder e influencia. Solemos creer que son similares, por no decir idénticos. Las personas poderosas son influyentes. Las personas influyentes tienen poder. Pero esto no es necesariamente así. De hecho, son conceptos bastante distintos que operan bajo lógicas diferentes, como veremos con el siguiente ejemplo.
Imagine que tiene poder absoluto. Todo lo que diga se hace. De pronto, un día, usted decide compartir ese poder con otras nueve personas, de forma tal que ahora tiene un-decimo del poder que ostentaba antes. Ahora bien, imagine que tiene cierto grado de influencia y que decide repartirlo entre otras nueve personas, quienes ahora pasaran a ser sus “socios”. De esa forma, usted pasaría a tener diez veces más influencia que la que tenía antes, porque en vez de solo limitarse a una persona, existen otras nueve más que difunden el mismo mensaje que usted.
El poder funciona mediante la división, la influencia mediante la multiplicación. En otras palabras, el poder es una ecuación inversamente proporcional: cuanto más se comparte, menos se tiene. La influencia, por el contrario, no lo es: cuanto más se comparte, más se tiene.
Durante sus cuarenta años al frente de la nación, Moshé desempeñó dos tipos distintos de liderazgos. Por un lado fue profeta, enseñando los valores de la Torá a los Israelitas y comunicándose con Di-s. Y a su vez, se desempeñó como el equivalente a un rey, conduciendo al pueblo a lo largo de su viaje, dirigiendo su destino y satisfaciendo sus necesidades. El único liderazgo que no ostentó fue el de sumo sacerdote, el cual recayó sobre su hermano Aarón.
Podemos ver esto más adelante en el relato, cuando lo designa a Ieoshua como su sucesor. Di-s le encomienda:
“Toma a Ieoshua, hijo de Nun, un hombre dotado de espíritu, y pon tu mano sobre él… Y le conferirás tu dignidad para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezcan”. 4
Observemos los dos hechos. Primero “pon tu mano sobre él”, lo cual da origen al término semijaj por medio del cual un rabino ordena a su alumno, otorgándole la autoridad para decretar leyes conforme a su entender. Los rabinos consideraron su función como una continuidad de aquella de los profetas (“Moshé recibió la Torá en el Monte Sinaí, y la trasmitió a Ieoshua. Éste la transmitió a los ancianos del pueblo, quienes a su vez la legaron a los profetas quienes la hicieron llegar hasta los hombres de la Gran Asamblea”. 5 ) Por medio de este acto de semijaj, Moshé le trasmitió a Ieoshua su rol de profeta.
En segundo lugar, “le conferirás tu dignidad”, de forma tal que lo encaminará a cumplir su rol como rey. La palabra hebrea hod, honor, está asociada al reinado, tal como se expresa en la frase hod maljut, “la majestad real”. 6
Los reyes ostentaban el poder de conceder la vida o decretar la muerte (ver Ieoshua 1:18). Los profetas, por su parte, tenían influencia no solo durante su vida sino, en muchos casos, hasta la actualidad. Parafraseando a Kierkegaard: cuando muere un rey, su poder concluye. Cuando muere un profeta, su influencia comienza.
Ahora vemos exactamente porqué la reacción de Moshé fue tan distinta cuando se trató de Eldad y Medad, y cuando se trató de Koraj y sus seguidores. Eldad y Medad no buscaban ni recibieron ningún tipo de poder. Simplemente recibieron la misma influencia – el espíritu divino que emanaba de Moshé. Se convirtieron en profetas. Es por eso que Moshé dijo “Deseo que todo el pueblo de Di-s se convierta en profeta y que el señor haga descender su espíritu sobre ellos”. Cuando se trata de liderazgo entendido como influencia, cuanto más se comparte, más se tiene.
Koraj, o al menos algunos de sus seguidores, buscaba poder. Y en ese caso, cuando se trata de maljut, el liderazgo del poder, la norma es: “existe un líder por generación, no dos”.7 En cuanto al reinado, una puja por el poder es un intento de golpe de estado y debe ser reprimido por la fuerza. De otra forma, el resultado puede ser la división de la nación, tal como ocurrió tras la muerte del Rey Salomón. Moshé no podía permitir que el levantamiento de Koraj fuera debidamente confrontado sin que esto comprometiera radicalmente su propia autoridad.
Está claro que el judaísmo hace una distinción importante entre liderazgo entendido como influencia y liderazgo como poder. En relación al primero, plantea un apoyo incondicional, mientras que en relación al segundo se pronuncia de forma ambivalente. El Tanaj constantemente plantea la polémica respecto del uso del poder. Todo poder, según la Torá, corresponde a Di-s. La Torá reconoce la necesidad, en un mundo imperfecto, del uso de la coerción para mantener las leyes y defender el reinado. De esto se deriva la aceptación del nombramiento de reyes, conforme a la voluntad del pueblo. 8 Pero esto es sin duda un consenso y no una situación ideal. 9
El verdadero liderazgo que plantea el Tanaj y el judaísmo rabínico es aquel que deriva de la influencia, principalmente de los profetas y maestros. Ese es el reconocimiento final que la tradición le otorga a Moshé; el ser conocido como Moshé Rabeinu, Moshé nuestro maestro. Con él comienza una larga lista de referentes de la historia judía – entre ellos Ezra, Hillel, Raban Iojanan ben Zakkai, Rabi Akiva, los sabios del Talmud y los eruditos de la Edad Media – quienes representan uno de los ideales más revolucionarios del judaísmo: los maestros son héroes.
El judaísmo fue la primera civilización en predicar su propia supervivencia basada en la educación, en las casas de estudio y en el aprendizaje como experiencia religiosa aún más poderosa que el rezo. 10 El motivo de esto es que los líderes son personas capaces de movilizar a otras para que actúen de tal o cual forma. Si consiguen esto solo mediante la cohesión y el miedo, entonces reducen a las personas a simples objetos. No resulta casual que el máximo exponente de la escritura sobre liderazgo como poder haya sido Machiavello.
La otra forma de conseguirlo es involucrándose con las necesidades y las aspiraciones de las personas y enseñándoles cómo conseguirlas trabajando en equipo. Eso se consigue cuando se tiene una visión, una fortaleza de personalidad, la habilidad de articular ideas compartidas usando un lenguaje con el que las personas se puedan identificar y la habilidad para “conseguir muchos adeptos” que deseen continuar con la labor en el futuro. El poder disminuye a aquellos sobre los cuales es ejercido. La influencia y la educación elevan y engrandecen a aquellos que la reciben.
El judaísmo es una protesta constante contra lo que Hobbes denomina “la inclinación general de toda la humanidad”, conocido como “un deseo perpetuo e incansable de poder tras poder, que solo concluye con la muerte”. 11 Quizás sea esa la razón por la cual los judíos rara vez ejercieron el poder por largos periodos de tiempo, sino que han optado por influenciar al mundo sin reparar en su proporción numérica.
No todos tenemos poder; pero todos tenemos la capacidad de influenciar. Es por eso que todos podemos llegar a ser líderes. La forma más importante de liderazgo no deviene de los cargos, los títulos o las vestimentas. Tampoco viene con prestigio y poder, sino con la voluntad de trabajar con otros para conseguir aquello que solo no podríamos. Hablar, escuchar, enseñar, educar, respetar los puntos de vista de los otros incluso si se contraponen a los propios. Explicar pacientemente y con gentileza porqué creemos aquello que creemos y porqué obramos de tal o cual forma. Alentar a otros, festejar sus logros e impulsarlos a superarse. Siempre debemos elegir la influencia por sobre el poder. Eso nos ayudará a cambiar a las personas, para que sean personas dispuestas a cambiar el mundo.
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