El sueño de la escalera de nuestra parashá ha cautivado la imaginación de la gente durante miles de años. Iaacov, el ancestro del pueblo judío, viajaba muy lejos de casa. Se puso el sol, él se acostó, durmió y soñó con una escalera que unía al cielo con la tierra.
La perspectiva básica del judaísmo entiende que la “tierra”, es decir lo práctico, la vida material y todo lo que implica, y “el cielo”, la espiritualidad y la santidad, tienen una estrecha conexión.
En cada área de actividad, tenemos la oportunidad de expresar esta conexión. Los detalles materiales de la ley judía otorgan la guía para alcanzar este objetivo.
Por ejemplo, el Zohar nos dice que la escalera del sueño de Iaacov simboliza el rezo. Como la escalera, rezar nos ayuda a alcanzar el cielo desde la tierra. Es el medio que tenemos todos los individuos para conectarnos con Di-s.
El servicio de plegarias tiene diferentes secciones. En el servicio matutino está la parte preliminar de los rezos, luego el Shemá, luego la Amidá. Son distintas etapas, como los peldaños de una escalera. Durante el servicio la persona escala más y más arriba, y está cada vez más cerca de Di-s. El escalón más alto es el rezo de la Amidá, en el que se está en presencia inmediata de Di-s, como en la sala del trono, y se le habla a él de manera directa.
Según esta interpretación, los ángeles que suben la escalera en el sueño de Iaacov representan las palabras de los rezos. Las palabras que salen de nuestros labios y de nuestros corazones se elevan hacia Di-s. Llevan consigo un poco del resplandor de nuestras almas: nuestros sentimientos de amor y dedicación.
Los ángeles que bajan la escalera son los mensajeros de Di-s que llevan la bendición divina a quien reza, a su familia, a la comunidad, al pueblo judío y a todo el mundo.
Luego de tener el sueño de la escalera, Iaacov afirmó el vínculo entre otra versión de estos dos mundos. Un mundo es el del éxito personal material. El otro es el sagrado. ¿Cómo es posible unirlos?
Iaacov dijo a Di-s: “de lo que sea que me des, te daré un décimo” (Génesis 28:22). Al donar una parte de sus ingresos a caridad, Iaacov se aseguraba de que toda su riqueza estuviera teñida de santidad, porque cada cien piezas de plata que ganaba, usaba diez piezas de plata con fines sagrados. Así es como se unen los dos mundos, el material y el sagrado, como el cielo y la tierra.
A lo largo de los años, los judíos han tratado de seguir el ejemplo de Iaacov y donar un décimo de sus ingresos a caridad. Esta práctica ha sido un factor fundamental en la preservación del ideal judío, tomado del sueño de Iaacov: buscar, en todos los aspectos de la vida, ya sea en las plegarias o en la oficina, la unión entre el cielo y la tierra.
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