En cierta ocasión (2 de marzo de 1961), el ímpetu inmediato del Rebe apelando a los Lubavitchers a convertirse en emisarios, fue un discurso pronunciado el día anterior por el presidente John F. Kennedy anunciando el establecimiento del Cuerpo de Paz, un programa financiado por el Gobierno para enviar voluntarios estadounidenses a compartir su experiencia, especialmente en educación, agricultura y salud, con ciudadanos de países en desarrollo.

En su discurso, Kennedy desafió a los estadounidenses, especialmente a los jóvenes, a unirse a ese programa, y no hizo ningún esfuerzo por minimizar el difícil cambio en el estilo de vida que esto implicaría: “No será fácil. Ninguno de los hombres y mujeres recibirá salario alguno. Vivirán en el mismo nivel que los ciudadanos del país al que sean enviados, harán el mismo trabajo, comerán los mismos alimentos, hablarán el mismo idioma”. El discurso electrificó a la nación y dominó las noticias. Un día después, en un gran farbrengen de Purim en Crown Heights, el Rebe hizo una referencia explícita y muy elogiosa al discurso de Kennedy. Entonces, recordando a los presentes la campaña de U’faratzta comenzada tres años antes; de una manera que rememoraba al Presidente y aún más desafiante y frontal, continuó: “No se convenzan de que podrán vivir de la ‘abundancia de la tierra’ en el perímetro de estas pocas cuadras. Aquí disponen de radio y televisión... pueden ducharse dos veces al día, no deben preocuparse por [obtener] leche kosher y pan kosher, [y por consiguiente piensan ustedes] que podrán servir a Dios [cómodamente] aquí”. El Rebe recordó a sus oyentes que fuera de los límites de Crown Heights había, espiritualmente hablando, una tierra sin desarrollar, incluso desolada, “llena de judíos que ni siquiera saben qué es lo que les falta”.

Consistente con el deseo del Rebe de que sus seguidores no se sintiesen superiores a quiénes fuesen no-observantes o ignorantes (en materia de judaísmo), el Rebe recordó a los oyentes que era tan sólo por la bondad de Dios y no por méritos propios (“No hicimos nada para merecerlo o ganarlo”) que recibieron el don de una educación en Torá. Pero muchos judíos en todo el mundo no han recibido dicho regalo. Y así, pidió a los presentes: “Renuncien unos años, lo que fuese necesario, y vayan hacia el judío que está tan necesitado (de judaísmo) que ni siquiera sabe que le falta algo”. Luego bendijo a quienes acataron su llamamiento: “Tantos años como el trabajo lo requiera, Dios te lo concederá, y de tus propios años nada será disminuido.”

Aunque hubo un tono optimista y alentador en su mensaje, el Rebe no pudo evitar expresar su frustración por haber hecho tales llamamientos durante años (“pidiendo de una forma, de otra, de una tercer manera”), y “he escuchado todas las excusas posibles para evitar partir de este lugar”. Acusó a muchos de sus seguidores de adoptar la mentalidad de “Que algún otro se preocupe por los judíos que no están involucrados con la vida judía. No es mi trabajo”.

Pero esta actitud es incorrecta, pues “¿qué será entonces de los judíos de aquellos países?” Más bien, sostuvo, los Lubavitchers deberían guiarse por las palabras de Israel Baal Shem Tov, padre del jasidismo en el siglo XVIII, quien enseñó “Tenemos el deber de amar a todos los judíos a lo ancho del mundo, aun al que nunca hemos conocido”. Y luego, en un notable regreso al desafío ofrecido un día antes en Washington, el Rebe expresó la esperanza de que ahora, luego del discurso del nuevo y muy popular Presidente, sus palabras motivarían incluso a algunos de los seguidores del Rebe en Crown Heights, a expandirse por todo el mundo con el mensaje de amor y compromiso con el Idishkait (vida judía). A través de las palabras del Presidente estadounidense —en esencia estaba diciendo el Rebe— Dios nos envía un recordatorio de lo que nosotros debemos hacer.

Finalmente, en otro comentario que rememora a Kennedy, el Rebe reconoció que no podía garantizar un salario elevado. Una cosa, sin embargo, él sí garantizaría: “Marcharán como emisarios de Dios”. Además, embarcarse en una misión así ayudaría a traer la redención al mundo: “Siendo que el exilio fue provocado por el odio infundado, traeremos la redención a través del amor ilimitado”. (El Rebe se estaba refiriendo a la conocida enseñanza talmúdica de que la destrucción del Segundo Templo en el 70 e.c. se debió al odio sin causa que prevalecía en la comunidad judía [ Iomá 9b] y su creencia de que si “el odio sin causa” puede derivar en una catástrofe tan grave, el amor sin causa y sin límites puede generar un bien sin fin.)