Un jasid llegó una vez a visitar al Rebe. Durante Iejidut habló de sus anhelos espirituales y los constantes desafíos que se presentaban. También llegó a mencionar que sus negocios no estaban andando bien. El Rebe lo escuchó y le dio consejos y bendiciones.

Poco tiempo después, el negocio dio un giro y comenzó a mejorar. Su vecino notó el cambio y su mujer comenzó a insistir que fuera a ver al Rebe para recibir bendiciones ellos también. Aunque él no era un jasid y nunca había consultado al Rebe, cedió a la presión y fue a verlo.

-No tengo realmente consejo para ti, buen hombre-, le dijo el Rebe suavemente.

-Pero usted dio consejo y bendiciones a mi amigo, el jasid-, se quejó el hombre.

-Te lo explicaré con una parábola-, dijo el Rebe pacientemente.

"Un comerciante llegó a Leipzig en día de feria. Pasó todo el día vendiendo mercadería y comprando nueva para llevar a su pueblo. Cuando se aprestaba a volver, su cochero le informó que las ruedas del carro necesitaban ser aceitadas para el viaje. Esto creaba un problema dado que a esa hora todos los negocios que vendían aceite ya habían cerrado. Mientras buscaba ansioso alguno todavía abierto, se encontró con un colega comerciante.

-¿Por qué estás tan preocupado?-, le preguntó el colega.

El hombre relató el problema:

-Puedo ayudarte-, le dijo el otro.

-Tengo suficiente aceite en mi depósito. Ve allí y mis obreros te darán lo que necesites.

 

Un cochero que pasaba por ahí escuchó la conversación. El también necesitaba aceite y se acercó al comerciante para pedirle que le vendiera también a él.

El hombre se encogió de hombros.

-No vendo aceite-, le dijo. Trabajo con piedras preciosas y joyas, ese es mi negocio, no aceites lubricantes.

-Pero a ese otro hombre le dio aceite-,  protestó el cochero.

¡Vamos! ¿Cómo puede compararse con ese comerciante? Hemos hecho negocios juntos muchos años, por lo tanto, cuando necesitó un poco de aceite lubricante, se lo ofrecí con gusto. Esa cortesía proviene de nuestra previa relación. No estoy en el negocio de aceites y no los vendo tampoco.

El Rebe, entonces, continuó explicando la parábola:

-Su vecino, el jasid, siempre me ha solicitado consejo de índole espiritual para mejorar su servicio a D-os, y sus necesidades materiales sólo se mencionaron en forma subalterna en el curso de su conversación. Pero yo percibí sus dificultades y traté de ayudarlo. Usted, por el contrario, se aproximó a mí con un solo objetivo: pedirme consejo y bendiciones para su bienestar material. Este no es mi negocio, mi relación con la gente no se basa en otorgar ganancias materiales."

Iluminar la vida con contenidos significativos

Un farbrenguen con el Rabino Hillel de Paritch se había extendido hasta bien entrada la mañana. Totalmente absortos en sus palabras, los allí reunidos apenas habían reparado

en que la luz del farol se había casi extinguido. Muy pronto llegó un jasid y les preguntó:

-¿Por qué están sentados en la oscuridad?

-Cuando uno está sentado así por un rato, se acostumbra a esta luz tenue y apenas nota la oscuridad-, le contestó alguien.

-Lo mismo sucede cuando una persona se acostumbra a una vida vacía de contenido-, comentó el Rabino Hillel. Sus hábitos lo engañan al mostrarle esa forma de vida como si tuviera realmente algún valor.

Extraído del libro Cuentos de la mesa de Shabat del Rabino Iehudah Chitrik. de Editorial Bnei Sholem