Un millonario muy conocido murió hace poco, dejando un billón de dólares de herencia. Hizo dos testamentos, indicando que uno debía ser abierto inmediatamente y el segundo cuando se cumplieran los Shloshim (30 días). Entre las instrucciones del primer testamento figuraba el pedido que, antes de enterrarlo, le pusieran un determinado par de medias que él tenía. En seguida sus hijos llevaron el par de medias a la Jevrá Kadishá y pidieron que se cumpliera con el deseo de su padre. Por supuesto que, por un tema de Halajá, la Jevrá Kadishá se negó al pedido de la familia. Ellos alegaron, explicando que su padre era un hombre muy religioso, estudioso y que evidentemente tenía muy buenos motivos para hacer este pedido.
La Jevrá Kadishá se mantuvo firme en su negativa. Desesperada, la familia llevó a la Jevrá Kadishá ante el Beit Din, donde el rabino amablemente les explicó: aunque vuestro padre hizo ese pedido cuando vivía en este mundo, ahora está en el mundo de la verdad y seguramente entiende que para él lo mejor es que lo entierren sin sus medias. Y así fue, lo enterraron sin sus medias. Treinta días más tarde abrieron el segundo testamento que decía lo siguiente:
Mis queridos hijos: a estas alturas ya deben haberme enterrado sin mis medias. Quería que realmente entendieran que un hombre puede tener un billón de dólares pero, al final, ni siquiera puede llevarse un par de medias.
¡Qué hombre!
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