El vino y las bebidas embriagantes son un tema fascinante visto desde la perspectiva de la Torá. Por un lado, usamos vino para el kidush y la havdalá en Shabat y en las fiestas judías, y muchas, muchas mitzvot se acompañan con una copa de vino. Se recitan bendiciones sobre una copa de vino bajo la jupá (palio nupcial), en una circuncisión, en un pidión habén (el “rescate de un primogénito”), y no olvidemos las cuatro copas de vino que bebemos en el séder de Pésaj.

En las Escrituras se dice que el vino “alegra a Dios y a los hombres” (Jueces 9:13). Y, de hecho, cada sacrificio ofrecido en el Sagrado Templo iba acompañado de una libación de vino. Debido a que el vino es considerado el “rey de las bebidas”, los rabinos establecieron una bendición especial para ser recitada exclusivamente sobre el vino: la bendición hagafen.

Y no olvidemos la venerada y milenaria costumbre judía de decir lejaim y desearse lo mejor con un trago de schnapps.

A la inversa, se nos habla de la naturaleza destructiva del vino y la embriaguez. Varios ejemplos:

Según una opinión expresada en el Talmud, el "Árbol" del Conocimiento era en realidad una vid. Así pues, fue el fruto de la vid lo que hizo tropezar a Adán y Eva, causándoles a ellos y a sus descendientes penurias y miserias incalculables.1

El justo Noé, cuya rectitud hizo que Di-s perdonara a la especie humana, cayó en desgracia por el consumo excesivo de vino.

Nadab y Abiú, los dos hijos santos de Aarón, entraron borrachos en el Tabernáculo y fueron consumidos por un fuego que bajó de los cielos.

La Torá ensalza la virtud, el valor y la santidad del nazareo que jura abstenerse del vino.

Entonces, ¿qué es el vino? ¿Es una bebida sagrada con inmensos poderes, reservada para ocasiones sagradas y especiales? ¿O es un agente destructivo con el poder de derribar a personas elevadas; una sustancia que debe evitarse a toda costa?

Pues parece que un poco de ambas cosas. Como hemos mencionado antes, según una opinión, el Árbol del Conocimiento era una vid, y la Torá lo llama “del bien y el mal". Tiene un enorme potencial, cuando se utiliza correctamente, y un inconveniente de igual proporción, si se usa mal y se abusa de él. El uso que le demos depende enteramente de nosotros.

La capacidad del vino para proporcionar alegría se debe a que relaja nuestras inhibiciones y debilita las defensas naturales del organismo. Este "debilitamiento del cuerpo" permite que brille el alma. Después de tomar un l'jaim uno se inspira más fácilmente, porque el cuerpo ofrece menos resistencia. Obviamente, esto sólo se aplica cuando se bebe con moderación y en ocasiones especiales y sagradas, en un intento de hacerlas un poco más festivas y de introducir un ambiente inspirador.

Por otro lado, emborracharse para escapar de las responsabilidades que tenemos con nosotros mismos, con nuestras familias y con los que nos rodean, es altamente destructivo. Una persona que está en modo “escapista” es una persona peligrosa, porque muy a menudo también está escapando de muchas de las normas que sería prudente que siguiera.

En la práctica, está prohibido rezar en estado de embriaguez y a los sacerdotes no se les permitía servir en el Sagrado Templo en estado de embriaguez. Incluso hoy en día, los sacerdotes no pueden bendecir a la congregación después de haber bebido un solo vaso de vino.

Atentamente,

Rabino Menachem Posner