En el mundo antiguo, el tiempo se entendía como circular, con ciclos establecidos que se repetían una y otra vez sin progreso ni destino. Esto se conoce comúnmente como “la ley del eterno retorno”.

En el judaísmo, el tiempo tiene una trayectoria y una meta claras, definidas desde su mismo origen. Según el pensamiento judío, el destino deseado de todo el tiempo y la historia es un mundo perfeccionado de paz y prosperidad, distinguido por una conciencia constante de la presencia de Di-s.1

Sin embargo, antes de que la creación alcance su punto máximo, la humanidad en general, y el pueblo judío en particular, se encuentran en un estado de exilio. Ya sea como resultado de nuestra expulsión colectiva del Jardín del Edén, de la pérdida de nuestra antigua patria y soberanía, o de un agudo sentimiento de alienación existencial, a menudo da la sensación de que la humanidad se encuentra a la deriva en los agitados mares de la historia.

¿Y cuál es el puerto al que todos aspiramos llegar? La redención, el retorno, la reconexión, la renovación.

Esta dinámica de exilio y redención recorre toda la historia de la humanidad, pero un día se resolverá en una era de redención definitiva, descrita por los Sabios como iom shekuló Shabat, un día [interminable] de Shabat.2

En la escritura hebrea, la diferencia entre las palabras “exilio”, golá (גולה), y “redención”, gueulá (גאולה), no es más que una sola letra, la álef (א). Álef, una letra muda, numéricamente es igual a uno (1), representando la presencia subyacente y la unidad de Di-s que impregna toda la existencia.3

La transición de la golá a la gueulá está marcada por el descubrimiento de la unidad infinita de Di-s, que se oculta en la fragmentación del mundo finito.

Según la cábala, Di-s creó un mundo en el que Su presencia no es evidente; debemos buscarlo.4

Pero, ¿por qué? ¿No introduce esta obstrucción Divina la misma experiencia de exilio que nos esforzamos por superar? La respuesta es que, para que el Infinito pudiera crear un mundo finito repleto de multiplicidad, tuvo que contraer Su propia revelación omnipresente, creando así el espacio en el que la creación pudiera surgir y existir.

En el lenguaje de los místicos, esto se denomina el tzimtzum, o contracción de la Luz Divina.5 Tal ocultación permitió la aparición de una visión materialista del mundo, en la que el llamado “orden natural” se percibe como independiente de sus orígenes divinos.

Además, el tzimtzum creó las condiciones necesarias para que surgiera el fenómeno del libre albedrío humano, que es un componente integral del plan de Di-s para la creación. En consecuencia, es tarea de la humanidad “traer a Di-s a casa” desde Su el “exilio” autoimpuesto de su manifestación, cumpliendo así la intención original de la creación, que es revelar la Presencia y Providencia de Di-s dentro del mundo.

Este proceso que está más allá de la historia culminará con la toma de conciencia de que la propia naturaleza es sobrenatural, de que no hay nada más que Di-s. Como dice el profeta Habacuc6 : “Porque la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Di-s como las aguas cubren el mar”.

Este cambio del exilio a la redención, de la separación a la unidad, es por tanto totalmente radical, porque es al mismo tiempo una ruptura decisiva con la que ha sido hasta ahora la forma de conocer la realidad (dualista, de opuestos), como también de experimentarla. La unidad de Di-s, como la álef que es muda, está siempre presente, esperando a que la reconozcamos y nos alineemos con ella, transformando así la golá, el exilio, en gueulá, la redención.

Este amanecer de la conciencia Divina revelará la unidad de lo natural y lo sobrenatural, a la vez que dejará ver que la aparente separación entre la naturaleza y la Divinidad nunca fue realmente exacta; la mano Divina estaba guiando el orden natural todo el tiempo. Como profetiza Isaías7 : “Tu Maestro ya no se esconderá de ti, porque tus ojos contemplarán a tu Maestro”. El Di-s invisible será visto desde dentro de Su obra. La tierra, nuestros cuerpos, la naturaleza serán apreciados por lo que realmente son: expresiones de la Divinidad. Como dice el versículo:8 “¡La unidad de Di-s se percibirá dentro de la propia carne!”

Esta revelación de la Divinidad desde dentro del propio orden natural forma parte del desvelamiento mesiánico. Porque si ocurriera de otro modo, por intervención milagrosa o por medios puramente espirituales, las dualidades que nos fragmentan a nosotros y a nuestro mundo no harían sino afianzarse, alejándonos aún más del objetivo del tiempo, que es la revelación de la mano de Di-s en la creación.

A medida que la historia avanza, empieza a verse a nuestro alrededor el cumplimiento de la utopía del futuro articulada por los profetas judíos. Pero esto no es por medios milagrosos, sino a través del progreso natural y los descubrimientos científicos. Por ejemplo, según el historiador económico sueco Johan Norberg:

“Si alguien te hubiera dicho en 1990 que en los próximos veinticinco años el hambre en el mundo disminuiría un 40%, la mortalidad infantil se reduciría a la mitad y la pobreza extrema se reduciría en tres cuartas partes, le habrías dicho que era un tonto ingenuo. Pero los tontos tenían razón. Esto es realmente lo que ha ocurrido”.

Además, gracias a demasiados avances médicos para contarlos, los milagros nos rodean. Hoy los “cojos bailan” con la ayuda de prótesis, los “ciegos pueden ver”, pues ya se ha curado el ochenta por ciento de las deficiencias visuales, y gracias a la investigación con células madre los científicos están en camino de curar la sordera, dando vida a las profecías mesiánicas de Isaías: “Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se abrirán los oídos de los sordos. Entonces el cojo saltará como un ciervo…”

Increíblemente, después de tantos milenios de agresión entre las naciones del mundo, ahora se está avanzando hacia el desarme nuclear. Haciéndose eco de la famosa profecía de Isaías,9 “Convertirán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”, las tecnologías que antes se desarrollaban para las armas de destrucción masiva se aprovechan ahora con fines médicos y agrícolas, para mejorar, en lugar de destruir, la vida de las personas.

La guerra, el hambre y la enfermedad —-las tres mayores luchas de la larga historia de la humanidad— son cada vez más manejables y podrían erradicarse si la humanidad experimentara un cambio mesiánico de conciencia. Si adoptáramos una mentalidad de abundancia y cooperación redentora en lugar del paradigma de escasez y competencia que caracteriza al exilio, muchas de las fronteras artificiales y obstáculos superficiales a la paz y prosperidad universales desaparecerían.

Sólo cuando la humanidad comience a ver el mundo a través de los ojos de Di-s, nuestro mundo alcanzará su pleno potencial mesiánico. Dicha conciencia Divina es la lente a través de la cual se hace evidente la unidad esencial de todos y de todo en la existencia.

Es este cambio singular en nuestra percepción lo que precipita y encarna la era mesiánica. Todo lo demás en las profecías bíblicas no es más que una expresión externa de este cambio interno. Al iluminar conscientemente y articular creativamente la presencia integral de la álef muda oculta en toda la creación, somos capaces de acercar al mundo al cruce de esa delgadísima línea que separa la golá de la gueulá, llevando a la humanidad al otro lado de la línea de meta de la historia de una vez por todas.

La gran idea

Un cambio universal en la conciencia Divina es lo que resultará en el cambio global y la redención, no al revés.

Sucedió una vez

Tras el fallecimiento de Rabí DovBer de Mezritch en 1772, Rabí Menajem Mendel de Horodok dirigió a un grupo de jasidim para que se establecieran en Tierra Santa.

Un día, un individuo subió al Monte de los Olivos en Jerusalén y tocó un shofar. Pronto se extendió el rumor de que el Mashíaj había llegado, provocando una gran conmoción en la calle.

Rabí Menajem Mendel se acercó a su ventana y olfateó el aire. “No”, dijo, “por desgracia, el redentor aún no ha llegado. En ese día, ‘la Tierra se llenará del conocimiento de Di-s como las aguas cubren el mar’, y ‘toda carne percibirá la realidad del Creador’. No percibo la verdad Divina que impregnará al mundo en la era del Mashíaj".

Rabí Gronem Estherman, un renombrado maestro espiritual, explicó: “¿Por qué Rabí Menajem Mendel necesitaba ir a la ventana para olfatear la presencia del Mashíaj? Porque la presencia inmanente de Di-s ya era una realidad tangible dentro de las paredes de su habitación”.