Hay un tema recurrente en la inmensa cantidad de relatos sobre el Rebe: La anécdota del hombre que estaba en el lugar exacto en el momento preciso.

Sucede una y otra vez. O bien, alguien emprende un viaje a un lugar distante y el Rebe le entrega un libro para llevar, o le encomienda una tarea para hacer allí, o le pide que se encuentre con alguien; o simplemente el Rebe le pide a una persona que vaya a cierto lugar con pocas instrucciones sobre qué hacer una vez allí.

Siempre sucede en estos relatos que -en el momento preciso- la persona adecuada aparece en el lugar exacto. Y los eventos se desarrollan...

Sólo se trata de hacer conexiones. Cada alma tiene ciertas chispas de luz desparramadas por el mundo, las cuales se relacionan específicamente con ella. El Rebe ve el alma y percibe, como un contador Geiger, las chispas que esperan a esa alma.

Lo único que falta es traer a ambos dentro de una proximidad razonable. Lo demás sucede solo...

Estos relatos son también enseñanzas. El Rebe nos revela la maravilla de nuestras propias vidas, que hay un propósito latente en lo que estás haciendo, en este momento y en este lugar.