“Y si se preguntan: ‘¿Qué vamos a comer en el séptimo año, si no podemos sembrar ni cosechar?’ Yo enviaré Mi bendición en el sexto año, y producirá una cosecha suficiente para tres años. Sembrarán en el octavo año, pero seguirán comiendo de la cosecha vieja hasta el noveno; hasta que llegue la nueva, seguirán comiendo de la vieja.”
(Vaikrá 25:20-22)

La lectura de la Torá de esta semana nos habla de un concepto poderoso: el año sabático o Shemita. Durante este año, está prohibido trabajar la tierra.

Pocas personas podrían sobrevivir financieramente tomando un año sabático sin sueldo. Imaginate lo que sería que un país entero detuviera su producción agrícola cada siete años. ¿Cómo haríamos para mantenernos? Parece una receta para el colapso económico, ¿no?

Y sin embargo, esto ocurría. En la Tierra de Israel, una sociedad agrícola entera dejaba sus campos en descanso cada siete años… ¡y no solo sobrevivían, sino que prosperaban! Hablamos seguido de milagros como la apertura del Mar Rojo o las diez plagas, pero a veces olvidamos este milagro silencioso pero increíble: el del sustento que llegaba cuando no se sembraba nada.

Cada sexto año, la tierra daba tanto fruto que alcanzaba para tres años. Y todo eso ocurría para quienes se comprometían a respetar el séptimo año sabático. Eso es confianza. Eso es fe en acción.

Tal vez el milagro más grande no era solo la cosecha abundante, sino la capacidad del pueblo judío de confiar y soltar, de frenar la rueda de la productividad y permitirle a la tierra y al alma un respiro. En un mundo donde siempre parece que “hay que hacer más”, Shemita enseñaba: “Confía. D-os se encarga”.

Y aún hoy, aunque no todos cultivamos campos, seguimos enfrentando desafíos similares. A veces creemos que confiar en D-os está bien… siempre y cuando no afecte nuestro bolsillo. Decimos “voy a estudiar Torá y hacer mitzvot, pero los negocios son los negocios…”.

La Torá nos responde con claridad: hay que dar caridad, no prestar con intereses, no engañar, no trabajar en Shabat ni en los jaguim… incluso si eso significa que “no llegás a fin de mes”.

Shemita nos recuerda que no somos débiles: tenemos la fuerza de confiar. Y cuando lo hacemos, activamos el canal de bendición divina, porque D-os lo dijo:

“¿Se ha acortado acaso Mi mano, que no pueda redimir, o no tengo Yo poder para liberar? He aquí que con Mi reprensión seco el mar, convierto los ríos en desiertos.”
(Isaías 50:2)

Si D-os pudo partir el mar para nuestras familias, también puede sostenernos en cualquier desafío hoy. Solo hay que atreverse a confiar.