Es la advertencia con la cual se nos previno de no (re)construir la ciudad apóstata.
Es lo que El, exaltado sea, dijo: y será montículo eterno, no será jamás (re)construida.
Todo el que construye de ella algo —es decir, que vuelva a ser poblada como lo era antes— es pasible de (la pena de) Malkut.
Las leyes de este precepto han sido explicadas ya en el Capítulo Décimo (del Tratado Talmúdico) de Sanhedrín.
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