La enorme mayoría del pueblo judío aceptó la conclusión de los espías, y amenazaron a Caleb y Josué por diferir. Dado que el pueblo demostró que carecía de la fe en D-os necesaria para permitirles conquistar y vivir en la Tierra de Israel, D-os le informó a Moisés que esta generación tendría que morir en el desierto. Sólo la generación siguiente entraría a la Tierra Prometida.
Aprender de los Milagros
אִם יִרְאוּ אֶת הָאָרֶץ אֲשֶׁר נִשְׁבַּעְתִּי לַאֲבֹתָם וגו': (במדבר יד:כג)
[D-os le dijo a Moisés, “Todos aquellos ... que no escucharon Mi voz] no verán la tierra que juré a sus padres.” Números 14:23

La generación del Éxodo no trabajó lo suficiente como para aprender de los milagros Divinos que presenciaron. Por lo tanto quedaron sujetos a su “mentalidad de esclavos”, en la presunción de que la realidad es esclava de las leyes de la naturaleza, y que D-os es contrario o incapaz de suprimirlas cuando Él quiera. Fue por eso que los espías y sus seguidores perdieron el privilegio de entrar a la Tierra Prometida, porque para poder mantenernos fieles a nuestra misión Divina mientras llevamos adelante nuestras vidas materiales, es menester creer que es realmente posible.

Nosotros también debemos asegurarnos de reconocer las implicaciones de todos los milagros Divinos que hemos presenciado, tanto a través de la historia judía como en nuestras vidas personales. Recién entonces seremos capaces de cumplir con nuestra misión Divina de hacer del mundo un hogar para D-os. En mérito a esto, experimentaremos nuestro regreso milagroso a la Tierra Prometida, liderados por el Mesías en la Redención final.1