Nada podría ser más sombrío que el futuro que los Macabeos tuvieron que enfrentar. Una superpotencia había ocupado Israel por décadas antes de que comenzaran las persecuciones religiosas. Los griegos -sirios tenían ejércitos superiores, armamento y municiones. Tenían mayores reservas y mejores técnicas. Sus generales y oficiales, triunfantes en las campañas en todo el mundo, sin duda podrían haber derrotado a los Macabeos.

Si esto no era lo suficientemente intimidante, consideremos la amenaza interna. Un gran número de Judíos se había helenizado-asimilado con la cultura Greco- Siria. Rechazaban las leyes y rituales como reliquias antiguas. Consideraban a los que se aferraban a la religión como anticuados. Ellos harían todo lo posible, incluyendo la lucha contra sus propios hermanos, para garantizar la estabilidad y continuidad de su estilo de vida.

Estas eran las probabilidades enfrentadas por los Macabeos. Se necesitaba un milagro para poder superarlas. No había ningún plan que pudiera lograr su victoria. Sin embargo, no se dieron por vencidos.

Ellos se enfrentaron al ejército griego y lucharon una guerra imposible. A pesar de las probabilidades, apostaron a un milagro, y finalmente llegó. Hubo derramamiento de sangre y ansiedad, pero nunca hubo duda. Superaron a los enemigos de adentro y de afuera, y triunfaron.

Al llegar al Templo, lo encontraron en ruinas. Agotados por la batalla, todos estaban horrorizados, pero Iehudá el Macabeo no quería oír quejas. Di-s que nos entregó la victoria, declaró, asegurará nuestro éxito aquí también. ¡Vamos a limpiar Su casa! Luego llegó el momento de encender la Menorá, y todos sabemos la historia. No se encontraba aceite, pero eso no los detuvo. Simplemente se negaron a aceptar un no como respuesta y buscaron hasta que encontraron una pequeña vasija. Los críticos y pesimistas argumentaban que sólo bastaría para una noche, pero una vez más el optimismo indomable del Macabeo prevaleció. Encendieron las velas esa noche, porque una vez encendida, la llama no muere. De hecho, lo próximos ocho días se convirtieron en historia.

La Luz Interna

El milagro de Janucá no fue sólo que la luz duró ocho días, eso es un pequeño milagro para Di-s. Si Él pudo dividir el Mar Rojo, podía rellenar un frasco de aceite. El milagro es que los seres humanos, falibles e imperfectos, superaron sus dudas. Rechazaron las probabilidades y dibujaron un nuevo futuro. Se negaron a vivir en la oscuridad y encontraron su luz interna.

El milagro de la luz de ocho días no es más que una expresión del milagro traído por los Macabeos. Di-s quería que el mundo supiera lo que los Macabeos lo habían conseguido y lo hizo con un llamado de atención para las generaciones. Tenemos una luz dentro de nosotros que se niega a extinguir, y esa pequeña luz puede desterrar una gran cantidad de oscuridad.

Cuando encendamos las luces de Janucá este año, detengámonos y pensemos en la resistencia. Egipcios, Cananitas, filisteos, Asirios, Babilonios, Persas, Griegos, Romanos, el cristianismo, el islam, el nazismo y el comunismo, todos fallaron en destruir a los Judíos. Pogromos, inquisiciones y antisemitismo todavía no nos destruyeron. La luz única de Januca ha enfrentado estas fuerzas poderosas y todavía arde, todavía empuja hacia atrás la oscuridad y nos baña con calor y luz.

La luz de Janucá es la luz de nuestra alma y la resistencia de nuestro espíritu. Es la luz de Di-s en el alma del hombre que no puede ser borrada. La asimilación no nos vencerá. La apatía y la ignorancia no nos van a deshacer. Esta nación está aquí para que perdure, sin importar las probabilidades. Encuestas y opiniones podrían augurar el fracaso, pero las luces de Janucá cuentan una historia diferente. Nos dicen que a pesar de las probabilidades vamos a prevalecer

Porque llevamos la luz de Di-s dentro de nosotros.