La historia que estoy por relatar tuvo lugar en agosto de 2018, tres semanas antes de las Altas Fiestas. En la congregación Beth-El, como en otras comunidades judías alrededor del mundo, se acostumbra, que cuando una pareja se compromete en matrimonio, eligen la fecha de la boda de acuerdo a la disponibilidad en el calendario, enseguida se registra y reserva para evitar que dos matrimonios se realicen el mismo día. Este año sucedió algo insólito: se dio la misma fecha a dos parejas distintas, y los dos matrimonios se iban a realizar fuera del país.
La costumbre es que el rabino Aaron Laine, rabino principal de la congregación Beth-El, oficia en las ceremonias religiosas del exterior; considerando, que había dos matrimonios programados el mismo día, el rabino Laine debía asistir a uno y yo tuve que viajar para oficiar en el otro, a mí me asignaron la boda que se realizaría, el domingo, en la ciudad de Cartagena de Indias, Colombia.
Además de ocuparme de la ceremonia religiosa, tuve que organizar una especie de Shabaton para más de trescientos invitados, que habían viajado exclusivamente para el evento.
Arribé al hotel Hilton el día viernes a las doce del mediodía, inmediatamente me instalé en la habitación y empecé a planificar el Shabat. Entre mis deberes como rabino estaban: dirigir los rezos, encargarme de la lectura de la Torá, dictar Shiurim, hablar sobre la Parashá, el significado del matrimonio en el judaísmo, y varios conceptos asociados a la observancia religiosa.
También debía preparar algunas disertaciones para acompañar las comidas, planear unas palabras para decirle a los novios, cuando estuvieran bajo la Jupá, conversar con los jóvenes, organizar un Farbrenguen, aconsejar a quienes necesitaban ayuda, y las demás obligaciones que recaen sobre un rabino.
Desde que entró el Shabat y hasta que finalizó, no me detuve por un momento; entre los rezos, las comidas, los Shiurim, el Farbrenguen, las charlas improvisadas, y muchas otras actividades, terminé exhausto.
El domingo a la mañana me sentí un poco sobrecargado y se me ocurrió escaparme por un par de horas al centro comercial, con el propósito de despejarme y recargar energías para la ceremonia, que tendría lugar a la noche.
Cuando estaba por salir del hotel, se me acercó una pareja de conocidos y me preguntaron hacia dónde iba. Voy al centro comercial a distenderme un rato, fue mi respuesta.
Rabino, en vez de eso, acompáñenos a recorrer la ciudad vieja, propuso uno de ellos; muchas gracias, respondí, prefiero tomarme un café en el centro comercial, además, quiero ver si encuentro algo para llevarle a mi familia.
El hombre, tras varios intentos por convencerme, y viendo que mi decisión era irrevocable, se ofreció a dejarme en el centro comercial, mientras iba en camino a la ciudad vieja.
Debo recalcar que durante todo el trayecto, la pareja continuó presionándome para que fuera con ellos. Rabino, en Panamá también hay centros comerciales, ¿está seguro de que no quiere aprovechar y conocer la ciudad vieja?
Yo estaba empecinado en ir al centro comercial y, pensándolo bien, no sé por qué fui tan terco. Lo lógico hubiera sido que aprovechara para visitar la ciudad vieja, después de todo, como ellos habían dicho, en Panamá también hay centros comerciales.
Llegué al centro comercial, un edificio pequeño bastante acogedor, situado a pocos metros del mar. Comencé a caminar en dirección a las tiendas, para ver si encontraba algo apropiado para llevarle a mi familia. Vi cosas hermosas, eran costosas y finalmente decidí que no valía la pena comprar.
Viendo que faltaban varias horas para la ceremonia, decidí pasear un poco por el centro comercial y de repente me topé con un cartel que decía, peluquería.
Pensé para mis adentros, tengo el cabello un poco largo, no sería mala idea cortármelo para estar más prolijo en la ceremonia esta noche. Entré y le pregunté al encargado si había algún peluquero varón disponible, me contestó que uno de ellos estaría libre aproximadamente en cinco minutos.
Excelente, respondí, y me senté a esperar mi turno. Yo estaba sentado, inmerso en mis pensamientos, cuando escuché a una señora, ¿y… qué trae a un rabino por estos lares?
Su pregunta me sacó de la meditación e inmediatamente le pregunté, ¿usted es judía? Por supuesto, fue su respuesta.
Entablamos una corta conversación, me contó que era de Venezuela y me habló un poco acerca de su vida, nada fuera de lo común.
En cierto momento, me preguntó, ¿y usted de dónde viene rabino?, soy de Panamá, le contesté.
¡En serio!, exclamó con sorpresa. ¡Mi madre vive allá!
Al escuchar eso, no perdí un segundo, ¿y… quién es su madre? Mi mamá se llama Rita Balkowski.
¡Rita Balkowski!, exclamé con entusiasmo, ¡esto es increíble!, su mamá asiste a mis charlas y/o conferencias que dicto en una institución para personas mayores llamada Beit Simjá.
Por algún motivo, aproveché para decirle una buena palabra acerca de su madre y, en ese momento se le escapó una pequeña lágrima. Al ver eso, me di cuenta que algo delicado había ocurrido entre ellas, y decidí hablarle más sobre su madre, mencionando las virtudes que tenía y contándole lo valiosa que era.
La mujer mostró gran emoción al escuchar mis palabras, y en eso vino el peluquero para avisarme que ya se había desocupado, nos despedimos cordialmente y cada uno siguió su camino.
Tres semanas después, estaba sentado en mí oficina de Panamá cuando alguien toca mi puerta, se trataba de la madre de esa joven que había conocido en Cartagena de Indias.
Rabino, ¿puedo contarle algo?, exclamó con gran emoción. ¡Por supuesto que sí!, respondí al instante. Mi hija, la que usted conoció, viene a pasar las fiestas conmigo. ¡Qué bien, me alegro por usted!, le contesté, pero, ¿por qué tanta emoción? ¿acaso eso no es normal? y completó sus palabras diciéndome: rabino, por diversas circunstancias, hace nueve años que no veo a mi hija…
En ese momento comprendí que mi urgencia por ir al centro comercial no había sido por algo superficial. De algún modo, D-os colocó ese deseo en mi corazón para reunir nuevamente a una madre con su hija.
Para Reflexionar
Hay un versículo en Salmos que dice, “…aquel que realiza grandes maravillas solo…”. Sobre esto, nuestros sabios comentan: D-os hace milagros que solamente Él percibe. La mayoría de nosotros vivimos atrapados en la rutina y caemos en el error de pensar que todo es usual.
Sin embargo, la realidad es que cada detalle de nuestra existencia está organizado por el Ser Supremo, quien con su infinita sabiduría nos guía hacia dónde debemos ir.
Tenemos que marchar en la vida con los ojos bien abiertos, pues muchas veces en aquello que parece un encuentro fortuito, se oculta la oportunidad de lograr algo verdaderamente maravilloso.
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