Hace unos cinco o seis años aproximadamente, decidimos ir de vacaciones a Funes, Provincia de S. Fe, Argentina; después de pensar un poco, optamos, por alquilar una casa a través de mercadolibre.com.
Cuando llegamos a la casa, nos pusimos a desempacar y a organizar nuestras cosas; luego procedimos a designar las habitaciones. Una vez que todo estuvo organizado, uno de mis hijos me dijo: papá, ahora tenemos que preparar una sinagoga.
Al ver su entusiasmo, decidí apoyarlo, el garaje era espacioso y parecía un lugar perfecto para instalar el salón de rezos.
Recogimos unos pedazos de cartón y armamos una división, Mejitzá, para separar el lado de los hombres y el de las mujeres. Luego agarramos dos cajas, y las pusimos una encima de la otra, y armamos la Tevá, el púlpito desde el cual el Jazán dirige los rezos.
Mis hijos estaban fascinados. El concepto de Shlijut está tan profundamente arraigado en sus corazones, que aun estando de vacaciones, no podían desprenderse de su misión espiritual.
Cuando llegó Shabat, mis hijos y yo nos dirigimos a nuestra hermosa sinagoga, estábamos realmente extasiados; aunque no teníamos un Minian, entonamos los cánticos sabáticos con inmensa alegría.
Lo mismo ocurrió Shabat a la mañana, fuimos a rezar todos juntos, con un entusiasmo que me es difícil describir. Entonamos los rezos al unísono con gran emoción, mis hijos estaban muy contentos y yo me sentía lleno de orgullo.
Lo más maravilloso ocurrió al día siguiente, el dueño de la casa de al lado tocó la puerta y dijo: me pareció muy hermoso escucharlos cantar ayer.
Le pregunté si era judío y me respondió que sí; conversando con él, descubrí que jamás se había puesto los Tefilin, le expliqué el significado de esta Mitzvá y la importancia de colocarse los Tefilin.
En pocas palabras, ese día un judío de sesenta años, tuvo su Bar Mitzvá, gracias a la sinagoga que improvisaron mis hijos en aquellas vacaciones.
Para Reflexionar
Esta pequeña historia tiene un gran mensaje: el Shlijut no concede vacaciones. Cuando un judío entiende que estamos en este mundo para cumplir con una Misión Divina, admite que su tiempo libre debe ser consagrado a ese plan superior.
Aquí vemos cómo la iniciativa inocente de un niño, logró que un judío de sesenta años se colocara los Tefilin por primera vez en su vida.
El rabino Yosi Benchimol es Sheliaj en la localidad Martínez, zona norte de Buenos Aires. Reside allí junto a su esposa y ocho hijos. Ellos se dedican incansablemente a trabajar con la juventud local, les organizan y ofrecen diversos programas de estudios y actividades religiosas.
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