La palabra mazal (מזל) se traduce a veces como “suerte”,1 algo que sucede por casualidad. Pero, de hecho, su traducción literal es “constelación de estrellas”, ya que puede decirse que la fortuna de una persona depende de las estrellas. Mazal implicaría, entonces, una especie de destino o alguna forma de predeterminación, aludiendo a la idea de que lo que ocurre en la tierra está impulsado y orquestado por fuerzas superiores, cósmicas.
Mazal tov (“buena suerte”) es la expresión coloquial judía de felicitación, la forma de expresar buenos deseos en una boda, bat mitzvá o brit milá. También es la respuesta habitual al recibir buenas noticias de otra persona o sobre otra persona. Pero, ¿qué significa realmente esta conocida expresión judía?
Según el punto de vista judío, todo lo que ocurre en la tierra se articula primero en los cielos. Como enseña el Midrash:2 “Rabí Shimón dijo: ‘No hay una sola hierba o especia que no tenga una constelación en los cielos que la golpee y le diga que crezca’”.
El Talmud contiene numerosos ejemplos de la tradición astrológica judía. Un pasaje fascinante3 describe varios temperamentos que pueden encontrarse entre las personas nacidas durante las distintas horas del día. Estos rasgos de personalidad y disposiciones son específicos de las cualidades asociadas a los planetas dominantes en el momento de su nacimiento.
“El que haya nacido bajo el sol será una persona radiante; comerá de lo suyo y beberá de lo suyo, y sus secretos quedarán al descubierto. Si roba, no tendrá éxito”.
“Quien haya nacido bajo Venus será una persona rica y promiscua. ¿Por qué? Porque el fuego nació [durante la hora de Venus]”.
“Quien haya nacido bajo Mercurio será una persona iluminada y experta, porque Mercurio es el escriba del sol [está más cerca del sol]”.
“El que nació bajo la luna será una persona que sufre dolores, que construye y destruye, y destruye y construye. No come de lo suyo ni bebe de lo suyo, y sus secretos están ocultos. Si roba, tendrá éxito [como la luna, que cambia constantemente de forma, cuya luz no es propia, y que a veces está expuesta y a veces oculta]”.
"Aquel que nació bajo Saturno será una persona cuyos pensamientos serán vanos. Y algunos dicen que todo lo que tramen en contra de él será en vano”.
“El que nació bajo Júpiter [tzédek] será una persona justa [tzadkán]...”
“El que nació bajo Marte será uno que derrama sangre. Rabí Ashi dijo: ‘Será un sanguinario o un ladrón, un matarife de animales o un circuncisor’”.
Además, el Talmud habla de numerosos sabios cuyos destinos fueron informados por astrólogos caldeos. Por ejemplo, un astrólogo le dijo a Rabí Akiva que su hija fallecería el día de su boda.4 Rabí Iosef rechazó el puesto de jefe de la academia rabínica porque los astrólogos le informaron que estaba destinado a fallecer dos años después de asumir el cargo.5
El Talmud asocia claramente el concepto de mazal no con la suerte aleatoria, sino con una especie de predeterminación basada en la astrología, como en “Las bendiciones de la salud, los hijos y el sustento no dependen del mérito, sino del destino (mazal)”.6
De hecho, el Talmud de Jerusalén7 relata una fascinante costumbre practicada por los amalecitas que pone de relieve el poder del mazal. “Colocaban a los soldados en primera línea el día de su cumpleaños en la creencia de que un soldado no caería fácilmente en tal fecha”. De aquí el Talmud deduce que el mazal de una persona es dominante el día de su cumpleaños.
Curiosamente, mazal es un cognado etimológico de la palabra nozal, que significa “flujo descendente”.
Esto responde a la creencia judía de que cada persona tiene una reserva de energía espiritual en los reinos superiores8 que puede permanecer “arriba” en los reinos etéreos como potencial latente, o descender “abajo” y traducirse en bendiciones físicas reales en forma de hijos, salud, riqueza u otras bendiciones, dependiendo de nuestras acciones y aportaciones.
Por ejemplo, Rosh Hashaná es el día del juicio en el que se determina nuestra asignación anual de buena fortuna para el año siguiente. Sin embargo, el Talmud9 explica que, aunque nuestro futuro ya se decidió en Rosh Hashaná, seguimos rezando cada día del año para asegurarnos de que la fortuna que nos ha sido asignada nos alcance y se manifieste de forma concreta y positiva. Si se decretó, por ejemplo, que caería una determinada cantidad de lluvia a lo largo del año, el mismo volumen de lluvia podría caer de golpe como un diluvio destructor, o podría repartirse a lo largo del tiempo a modo de bendición, es decir, en los incrementos adecuados para asegurar que las cosechas prosperen.
Aquí reside el giro judío de la antigua astrología: Nuestra “suerte” puede estar decretada “arriba”, pero nuestro “destino” está determinado por nuestras acciones “abajo”. El concepto de mazal es la mediación activa entre estas dos dimensiones, la forma en que lo que se decreta en los cielos desciende y se materializa en la tierra en forma de bendición o su contrario.
La idea de que la bendición no es una función de la suerte, sino de la actualización del destino celestial de cada uno, se alude en muchas fuentes judías.
Por ejemplo, la filosofía jasídica10 afirma que la palabra hebrea para bendecir, brajá, está asociada etimológicamente con la palabra hamavrij, “bajar”, como en11 “si uno ha bajado una vid hasta el suelo”. Otras fuentes judías12 entienden que la palabra brajá es un derivado de la palabra breijá, un depósito o estanque, refiriéndose al depósito espiritual antes mencionado de bendición potencial que existe en los reinos superiores y que puede canalizarse hacia este mundo a través de nuestras acciones positivas.
La expresión mazal tov, por tanto, no es un reconocimiento de la buena suerte de uno; más bien expresa nuestro deseo de que lo que está guardado en el cielo se manifieste en la tierra de una manera de bondad revelada.13
Es importante señalar que algunos sabios judíos rechazan la noción de que el judaísmo suscriba cualquier forma de astrología. En el mencionado pasaje talmúdico que habla de los temperamentos determinados por los planetas bajo los que se nace, Rabí Iojanán14 concluye que, en última instancia, “el pueblo judío no se rige por el mazal”. Maimónides15 parece entender las palabras de Rabí Iojanán no sólo en el sentido de que “los judíos no se rigen (y su destino no está predeterminado) por la astrología”, sino que “no hay lugar en absoluto para la astrología en la fe judía".
Sin embargo, a diferencia de Maimónides, la postura predominante entre los comentaristas talmúdicos (véanse Rashi y Tosafot16 ) es que el judaísmo sí acepta el gobierno de la astrología hasta cierto punto, con la salvedad de que, si bien el mazal influye, no estamos sujetos impotentemente a esa influencia y podemos, de hecho, cambiar el resultado o la expresión de esa influencia mediante la oración y la superación de nuestras inclinaciones. Si uno se transforma de alguna manera sustancial, puede transformar su destino predeterminado y manifestar su destino superior.
Partiendo de esta perspectiva, la opinión aceptada es que, aunque hay fuerzas naturales y cósmicas en juego en nuestras vidas, siempre conservamos la libertad y la capacidad de elegir nuestros propios caminos e influir en nuestros propios resultados. Reflejando esta idea, el Talmud17 relata una conversación entre Abraham y Di-s, en la que Abraham le dice a Di-s: “He mirado mi destino astrológico, y no soy apto para tener un hijo”. A lo que Di-s responde: “Sal de tu astrología, porque Israel no se rige por el mazal”. Apropiadamente, Di-s entonces prueba y refina la fe y el carácter de Abraham hasta que Di-s le da un nuevo nombre, indicando que se ha transformado lo suficiente como para cambiar su destino, momento en el que efectivamente tiene hijos.
Del mismo modo, el Talmud nos cuenta18 que la hija de Rabí Akiva, mencionada anteriormente, no acabó muriendo el día de su boda, porque, mientras todos los demás estaban preocupados por el banquete nupcial, ella se fijó en un pobre necesitado y renunció a su propia ración de comida para alimentarlo.
Por lo tanto, cuando nos deseamos mazal tov, no es una expresión de abandono a la suerte o a fuerzas desconocidas que escapan a nuestro control. Por el contrario, es un deseo de que nuestra historia, tal y como está escrita en las estrellas, se traduzca en la Tierra de forma positiva, justa y enriquecedora para la vida.
La gran idea
Según la visión judía de la astrología, el mazal no es una cuestión de azar, sino de elección.
Sucedió una vez
Una vez, la hija de Rabí Akiva fue al mercado a comprar cosas para la casa. Al pasar junto a un grupo de observadores de estrellas y adivinos, uno de ellos le dijo a otro: “¿Ves a esa chica encantadora? ¡Qué terrible calamidad le espera! Va a morir el mismo día de su boda”.19
La noche de su boda, antes de acostarse, se quitó el alfiler de oro y la clavó en una grieta de la pared.
A la mañana siguiente, sacó el alfiler de la pared y, al hacerlo, arrastró con él una serpiente pequeña pero venenosa. Horrorizada, se dio cuenta de que había matado a la serpiente que acechaba en la grieta de la pared cuando clavó el alfiler la noche anterior. ¡Qué milagro!
Oyó que llamaban a la puerta. “¿Estás bien, hija? Te he oído gritar”, dijo su padre. Entonces vio que la serpiente muerta seguía colgando del alfiler. Le contó a su padre lo sucedido.
“Esto sí que es un milagro”, dijo Rabí Akiva. “Dime, hija, ¿qué hiciste ayer? Debe haber habido alguna mitzvá especial que realizaste para haberte salvado de esto”.
“Bueno, lo único que puedo recordar es esto. Anoche, durante el banquete de bodas, entró una persona pobre, pero nadie parecía prestarle atención. Vi que esa persona se moría de hambre, así que tomé mi parte del banquete de bodas y se la di”.
Conmovido por la bondad de su hija y exultante por su milagrosa liberación, Rabí Akiva enunció el versículo: La tzedaká salva de la muerte.
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