Alcanzar los cincuenta años de edad puede ser aleccionador. La flor de nuestra juventud ha quedado atrás. De ahora en más, la mente y el cuerpo se irán degenerando cada vez más. Los cincuenta pueden sentirse como el inicio del final. Sin embargo, en el pensamiento judío, alcanzar los cincuenta no es el principio del fin; más bien, es el fin del principio.

La palabra jubileo (conmemoración del quincuagésimo aniversario), proviene del vocablo hebreo iovel, en referencia al quincuagésimo año en el ciclo sabático, cuando los campos y las propiedades en Israel eran devueltos a sus dueños originales y se concedía la libertad a los esclavos.[i]

Iovel expresa la idea de que, a los cincuenta, las cosas vuelven a su estado original. Cincuenta es así un botón de reinicio integral, reiniciar el sistema para un nuevo comienzo.

De hecho, la palabra iovel significa “libertad”, refiriéndose específicamente a esta cualidad de renovación y autodeterminación, como lo pone de manifiesto la liberación de los esclavos y la devolución de las tierras a sus propietarios originales.[ii]

Curiosamente, iovel también puede referirse a un arroyo, como se entiende del versículo:[iii] Será como un árbol plantado junto al agua y junto a la corriente de agua [iuval] echa raíces; no siente cuando viene el calor, y sus hojas están siempre verdes; en año de sequía no se inquieta, ni deja de dar fruto.[iv]

Como un árbol con raíces firmemente arraigadas en un arroyo de agua, cuando estamos anclados y en sintonía con nosotros mismos, tenemos la capacidad de florecer aun cuando estamos sujetos a condiciones adversas. Iovel representa precisamente ese regreso a las raíces de nuestro verdadero yo, reconectándonos con lo más esencial en nuestras vidas.

En los años jóvenes de nuestra vida tendemos a centrarnos en desarrollar nuestro currículum con el objetivo de construir una carrera exitosa. Para ello nos diversificamos y probamos diferentes oportunidades para hallar nuestro camino hacia el éxito. Al hacerlo, invariablemente nos topamos con todo tipo de éxitos y fracasos a lo largo del camino, y terminamos aprendiendo valiosas lecciones de vida.

A los cincuenta, damos vuelta la página y comenzamos una nueva fase de nuestras vidas. A medida que nos arraigamos más firmemente en la experiencia de vida y estamos cada vez más en contacto con nuestros valores centrales, los cincuenta años son la edad del retorno.

Por lo tanto, es un momento para dirigir nuestra atención hacia adentro, para abordar activamente nuestras aspiraciones más espirituales y volver a dedicarnos a lo que nos es personalmente más significativo. Esta recalibración de la conciencia nos inspira a desarrollar los tipos de virtudes por las que nos gustaría ser recordados en lugar de las habilidades que nos gustaría que formasen parte de nuestro currículum.[v]

Este redireccionamiento de nuestras energías hacia un sentido más holístico de salud y felicidad resulta invariablemente en una oleada de regeneración espiritual.[vi]

A los cincuenta es cuando comenzamos a darnos cuenta de que, de hecho, estamos envejeciendo. Sin embargo, para el judaísmo, es precisamente entonces cuando realmente somos sabios: “Cincuenta es la edad para brindar consejos”, dice la Mishná.[vii]

El consejo es personal y específico de cada situación, necesariamente basado en un reservorio acumulado de experiencias de vida que han desarrollado nuestro sentido de juicio y profundizado nuestra capacidad de estar en sintonía con las necesidades de los demás y de nosotros mismos.

Dijo una vez un hombre sabio: “Para saber adónde vas y cómo llegar allí, primero debes saber bien de dónde vienes”. Los cincuenta años es ese momento de reflexión y rejuvenecimiento, un iovel personal, que nos da la oportunidad de volver a conectarnos con nuestras raíces, de reclamar nuestra herencia y de cultivar la nutritiva sabiduría que yace dentro de nosotros.

El Concepto

La introspección consciente a lo largo del curso de nuestra vida transforma el proceso natural de envejecimiento en un viaje espiritual de adquisición de sabiduría.

Sucedió Una Vez

Con motivo de su septuagésimo cumpleaños, el Rebe de Lubavitch recibió miles de cartas de personas de todo el mundo con los mejores deseos. Entre ellas había varias que sugerían que tal vez era hora de que considerara “avanzar más despacio” y “tomarse su trabajo con mayor calma” después de sus tantas décadas fructíferas como líder y activista.

Durante una reunión pública por la celebración de su cumpleaños, el Rebe compartió lo siguiente:

“Me han preguntado: ‘Ahora que ha alcanzado usted la edad de setenta años, ¿cuáles son sus planes? Parecería que este es un momento apropiado para descansar un poco...’

”Mi respuesta es que debemos ir por mayores logros aún.

”¡En honor a haber ingresado a los setenta años de vida, este año deberíamos establecer al menos setenta nuevas instituciones!

”Y no se perturben si durante este año comenzamos no con setenta, sino con ochenta, e incluso con cien instituciones. ¡Al contrario! Que (de lo Alto) confieran las bendiciones a todos los involucrados. Seguramente no habrá obstáculos en cuanto al diez por ciento se refiere... (referencia a la donación del diezmo para causas filantrópicas)”

Una década después, en la celebración de su octogésimo año de vida, en una reunión celebrada en su honor, el Rebe volvió a pedir una expansión masiva de las actividades de Jabad.

Al concluir el segmento final del discurso de seis horas, que comenzó a las 9:30 p.m., al cabo de un día completo de trabajo, el Rebe distribuyó personalmente un presente a cada uno de los diez mil hombres, mujeres y niños allí presentes: una edición especial del libro Tanya. ¡El último de los participantes recibió su ejemplar a las 6:15 a.m.!

La forma en que el Rebe celebró su octogésimo aniversario se relaciona con un conmovedor intercambio que tuvo con un senador judeo-canadiense, de nombre Jerry Grafstein, quien se desempeñó en su cargo por más de veinticinco años.

Relata Grafstein: “Hace mucho tiempo que en mis cumpleaños, especialmente los que marcan comienzo de década, me acompañan sentimientos de tristeza y depresión. Todos queremos ser jóvenes, pero nuestros cumpleaños marcan el proceso de envejecimiento”.

Los años pasaban y cada nueva década de su vida estaba acompañada por un período de severa depresión. Al celebrar sus cincuenta años experimentó una grave crisis.

En sus propias palabras: “Mi estado mental era terrible y no podía recuperarme, aun después de haber recibido ayuda de profesionales. Mi esposa sugirió que acudiera al Rebe de Lubavitch y recibiera su consejo para sanar mi dolor.

“A mi arribo fui recibido y presentado ante el Rebe, quien me dio un dólar (para caridad) y me bendijo con las tradicionales palabras ‘bendición y éxito’.

“Luego, inesperadamente, el Rebe me dio otro dólar. Y cuando le pregunté el motivo de ese dólar extra, el Rebe respondió: ‘¿Dime, qué es lo que te perturba?’

“Me sentí avergonzado de hablar con el Rebe en un entorno tan público, pero el Rebe me entregó un tercer dólar y gesticuló hacia sus oídos, como diciendo: ‘Nadie nos está escuchando’.

“Y nuevamente me preguntó: ‘¿Qué es lo que tanto te perturba?’

“Le conté brevemente sobre mi edad y la sensación de falta de realización a media que las décadas iban transcurriendo.

“—¿Quién fue el mayor líder en la historia judía? —me preguntó el Rebe.’

”Yo sabía la respuesta: —Moisés —respondí.

”—¿Y qué edad tenía Moisés cuando dio ‘el primer paso en su carrera’ para transformarse en líder del pueblo judío?

”No supe la respuesta así que el Rebe respondió: —Ochenta años.

”—¿Y cómo se explica que Moisés haya comenzado a liderar a un pueblo tan complejo como lo es el pueblo judío, a la avanzada edad de ochenta años? —cuestionó el Rebe. Y continuó explicando:— ¡Porque Moisés nunca miraba hacia atrás, hacia lo que ya había hecho! En cambio, siempre miraba hacia adelante, hacia lo que aún había por hacer.

”—¡El que mira hacia lo que hay por hacer es joven. El que mira hacia atrás, hacia lo que ya hizo, siempre será viejo! —concluyó el Rebe, para entonces, nuevamente, desearme: ‘bendición y éxito’.”



[i] Levítico 25:8-16.

[ii] Ibid.

[iii] Jeremías 17:8.

[iv] Ver R. Bejaie en Levítico ibid.

[v] Ver El camino hacia el carácter de David Brooks.

[vi] Ver Abarbanel sobre Levítico 25:1.

[vii] Avot 5:21.