Adán y Eva no poseían ningún sentido de egocentrismo antes que comieran del fruto prohibido. Por lo tanto ellos comían, por ejemplo, no para satisfacer algún deseo por el gusto de la comida sino para satisfacer su hambre y disfrutar de la bondad que Di-s les había otorgado. Similarmente, tuvieron relaciones maritales no para satisfacer algún deseo egocéntrico de placer sensual sino para unirse uno con el otro, para disfrutar la bondad que Di-s les había dado y para tener hijos.
Fue solo cuando adquirieron el conocimiento subjetivo del bien y el mal, y su sentido egocéntrico que lo acompaña al comer del fruto prohibido, que se dieron cuenta que la sensualidad podía ser algo perseguido para placer personal. Por lo tanto, de todos sus miembros desnudos, se avergonzaron primero y sobre todo de sus órganos reproductivos, e intentaron disminuir su poder sobre la conciencia humana manteniéndolos cubiertos.
Es a través de la modestia en el vestir y en el comportamiento que podemos recobrar nuestra inocencia humana innata y elevar nuestros instintos sensuales a la pureza original de Adán y Eva en el Jardín del Edén.1
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