El verdadero fracaso de Caín fue que no aprendió de la respuesta positiva de Di-s a Abel, quien había ofrendado de sus mejores animales. Si Caín hubiese presentado una segunda ofrenda, esta vez de lo mejor de su cosecha, Di-s lo hubiera perdonado y la hubiese aceptado. Aquí Di-s intentó enseñarle que si una persona aprende de sus errores, puede comenzar de nuevo. Sin embargo, Caín rechazó admitir su error. Convencido de la rectitud de su acción, sintió que si Abel era eliminado, su propio punto de vista necesariamente prevalecería.
Nuestro desafío, también, es aprender de nuestros errores en vez de rechazar tercamente admitirlos e incluso racionalizarlos. Al aprender de nuestros fracasos, podemos transformar a cada uno de ellos en un ímpetu para un mayor crecimiento espiritual.1
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