Un Salmo por David cuando huyó de su hijo Avshalóm: ¡Adonái, cuán numerosos son mis adversarios; muchos se alzan contra mí! Muchos dicen de mi alma: "¡No hay para él salvación de Dios, jamás!" Mas Tú, Adonái, eres un escudo para mí, mi gloria, y Aquel que levanta mi cabeza. Con mi voz llamo a Adonái, y El me responde desde Su sagrada montaña siempre. Me acuesto y duermo [en paz]; me despierto [en tranquilidad], pues Adonái me sostiene. No temo a las decenas de miles de personas que se han alineado a mi alrededor. Levántate, Adonái; sálvame, mi Dios, pues Tú has golpeado a todos mis enemigos en la mejilla, has destrozado los dientes de los malvados. La salvación es de Adonái; venga Tu bendición sobre Tu pueblo por siempre.