Para el Director del Coro, por David, un Salmo: Estaba confiado y confié, de modo que El Se inclinó hacia mi y oyó mí clamor. El me alzó de a poco de las aguas turbulentas, del fango inmundo; colocó mis pies sobre una roca; afirmó mis pasos. Puso en mi boca una nueva canción, un himno para nuestro Dios. Multitudes verán y temerán, y confiarán en Adonai. Dichoso el hombre que hace de Adonái su confianza, y no se volvió al arrogante y a aquellos que se desvían en pos de falsedades. Mucho has hecho, Adonái, mi Dios. Tus maravillas y Tus pensamientos son para nosotros, nadie se puede comparar a Ti. ¿Puedo contar o hablar de ellas? Son demasiado poderosas para relatar. No deseaste ofrenda ni sacrificio, mas oídos receptivos abriste para mí. No solicitaste holocaustos ni ofrendas por pecado. Entonces dije: “¡He aquí que llegué!” En el Rollo del Libro está escrito de mí. Cumplir Tu voluntad, mi Dios, deseé, y Tu Torá está dentro de mis entrañas. Anuncié Tu rectitud en una vasta asamblea. Es que mis labios no contengo; Adonái, Tú sabes. Tu rectitud no oculté dentro de mi corazón. De Tu fidelidad y de Tu salvación hablé. No negué Tu benevolencia y Tu verdad de la vasta asamblea. Adonái, no retengas de mí Tus piedades; que Tu bondad y Tu verdad me cuiden continuamente. Pues maldades sin número me cercaron, mis pecados me alcanzaron y no pude ver; fueron más que los cabellos de mi cabeza y mi corazón se debilitó. Plázcate, Adonái, socorrerme; Adonái, apresúrate en mi asistencia. Que ellos sean puestos a vergüenza y en desgracia, aquellos que buscan mi vida, para ponerle fin. Que ellos retrocedan y sean humillados, aquellos que me desean mal. Que sean sorprendidos por su merecida vergüenza, aquellos que me dicen: “¡Ajá! ¡Ajá!” Que ellos se regocijen y alegren en Ti, todos los que Te buscan. Que siempre digan: “¡Sea Adonái engrandecido!”, aquellos que aman Tu salvación. En cuanto a mí, soy pobre y necesitado. Mi Señor, piensa en mí. Tú eres mi asistencia y Aquel que hace mi fuga. Mi Dios, no Te demores.