La vida de los judíos en Europa del Este durante el siglo XVIII era particularmente precaria, en medio de persistentes estallidos de violencia extrema dirigidos contra comunidades enteras.

El Pueblo Judío aún vacilaba por la conmoción y la destrucción provocadas por las masacres de Chmielnicki, que dejaron más de 100.000 judíos muertos en todo el territorio ucraniano. Además, el fallido fervor mesiánico de Shabetai Tzvi, que acabó convirtiéndose al Islam, asestó un golpe demoledor al espíritu y la moral judíos desde Europa hasta el norte de África, pasando por Oriente Medio.

Internamente, el mundo judío también estaba en desacuerdo consigo mismo y se estaba desmoronando. La brecha social entre la élite instruida y las masas ignorantes era un abismo aparentemente irreversible, que hacía que la mayoría de los judíos se sintieran espiritualmente indignos e incompetentes, relegando la búsqueda de Di-s y la Torá a unos pocos privilegiados. Además, el Iluminismo empezaba a influir en las vidas de los jóvenes intelectuales de toda Europa, haciendo que muchos abandonaran la religión y la comunidad en busca de las verdades universales y las libertades individuales vagamente prometidas. Como resultado, tanto los cuerpos como las almas del Pueblo Judío quedaron cerca del agotamiento total y al borde del colapso.

El gran sanador, maestro y amador del Pueblo Judío, conocido como Baal Shem Tov, fundador del movimiento jasídico, apareció públicamente en este tenso escenario histórico a mediados del siglo XVIII. Funcionando como un socorrista espiritual, Baal Shem Tov trató de elevar suavemente a los golpeados y maltrechos judíos de su época, reviviéndolos de su estado casi de pulverización. Ante el sufrimiento, difundió la alegría; ante el poderío, difundió la paz; y en las humildes vidas de los judíos sencillos vio la luz más elevada y las chispas más profundas de la Divinidad. A través de una variedad de enfoques innovadores, incluyendo melodías, cuentos, fe simple y prácticas espirituales extáticas, Baal Shem Tov se propuso nada menos que una renovación a gran escala del espíritu judío. Para lograrlo dio un giro a la Cabalá (las enseñanzas esotéricas y los secretos espirituales de la Torá), compartiendo con las masas lo que antes era exclusivo de una élite religiosa, lo cual desencadenó una revolución popular de piedad y devoción que repercute hasta nuestros días.

Avancemos casi 200 años, hasta 1951, menos de una década después de los horrores del Holocausto, y unos pocos años después de que judíos de Oriente Medio fueran expulsados de sus países de origen en masas. Este fue el momento en que el Rebe asumió el liderazgo. Al igual que en los tiempos del Baal Shem Tov, la calamidad espiritual, la confusión, el trauma y el desplazamiento estaban barriendo el mundo judío. Los horrores del genocidio y la expulsión forzada dejaban a la gente con profundas preguntas teológicas sin respuesta. Una vez más, el espíritu y la moral judíos estaban en ruinas.

Además de esta agitación geopolítica, el denominacionalismo interno, la asimilación y la secularización habían deshecho aún más el tejido del pueblo. En su mayor parte, los judíos religiosos se relacionaban entre ellos mismos, al igual que los judíos seculares y progresistas. Dejado a su suerte, este abismo socio-espiritual habría continuado creciendo, posiblemente tensando la cuerda del Pueblo Judío hasta el punto de no retorno.

Durante este tiempo de fragmentación, el Rebe se dirigió primero a sus seguidores inmediatos, pero también al mundo judío en su conjunto, buscando restaurar el propósito, la pasión, la cohesión y la confianza a un pueblo roto y fragmentado. Con este fin, el Rebe ideó una estrategia osada y arriesgada, resumido en palabras por R. Jonathan Sacks, ex Gran Rabino de Inglaterra: “Buscar a todos los judíos por medio del amor, de la misma manera que alguna vez fueron perseguidos mediante el odio”. Esto le llevó a idear varios programas para involucrar y estimular al mundo judío en general, fuera de su propio círculo de seguidores y de la comunidad religiosa en general. Este enfoque de brazos abiertos, buscaba ampliar existencialmente la tienda de la santidad para dar cabida a todo judío, sin importar su origen, nivel de conocimiento u observancia.

Desde esta perspectiva, queda claro que el judaísmo no es tanto una religión sino como una familia. Uno no es miembro de una familia por su comportamiento. Se es miembro de una familia de manera irrevocable. Incluso el “hijo malvado” mencionado en la Hagadá sigue siendo parte de la familia. Por supuesto, siempre es lamentable que los miembros de la familia se distancien, pero eso no los hace menos familia. Todos tenemos un lugar en la mesa.

Según el Jasidut, cada alma judía es esencialmente pura e incorruptible en su esencia, y nada puede cortar el vínculo eterno con la Divinidad. Es a partir de ese punto interno de la esencia que el Rebe trató de conectar y construir a cada individuo que conoció.

Un punto único

En 1951, Gershon Kranzler vino a entrevistarse con el recién nombrado Rebe en nombre de la Orthodox Jewish Life para escuchar cuáles eran sus planes para el futuro. A lo largo de su conversación, en la que el Rebe expuso muchos de los principios fundamentales que pondría en práctica a lo largo de las siguientes cuatro décadas, abordó directamente la cuestión de llegar a los judíos no religiosos basándose en una conexión inherente con el alma:

Siempre ha sido la creencia de Jabad que no hay un solo judío, por mucho que parezca o se crea, que se haya alejado del centro del judaísmo, que no tenga cierto punto virtuoso, alguna mitzvá particular que por naturaleza o por inclinación pueda promover. Esta chispa de bien en cada alma puede y debe ser utilizada para el bien.1

La llama piloto

“¿A qué te dedicas?”, preguntó el Rebe a un joven que acudió a un encuentro con él.

“Soy estudiante en la universidad”, respondió. “Estoy estudiando una maestría en Educación”.

“Yo también fui a la universidad hace muchos años”, respondió el Rebe.

Algo sorprendido, el joven preguntó: “¿Y qué ha estudiado usted? ¿Teología?”

“No. He estudiado ingeniería eléctrica”, respondió el Rebe con una sonrisa. “Pero prefiero encender las luces en las almas de las personas”.

Al ver la confusión y la curiosidad del joven, el Rebe le explicó que todo ser humano tiene un alma, una chispa divina que arde en su interior. A veces una persona se aleja de su luz interior, incluso puede parecer que la luz de su alma se ha apagado. Pero el alma es como una llama piloto: jamás se extingue por completo. Todo lo que necesita es que alguien encienda esa llama, que la encienda en una llamarada de iluminación. Ése es mi objetivo: iluminar la vida judía a través del alma, avivando su llama hasta que vuelva a arder con fuerza....2

Aquí vemos que el Rebe declara explícitamente su objetivo: dirigirse directamente al alma judía según las propias reglas de ella y ayudar a reavivar su fuego contra todo pronóstico. De hecho, fue esta misma creencia y el arraigo en el alma del Pueblo Judío lo que inspiró al Rebe a tender la mano y dar la bienvenida a todos los que se cruzaban en su camino, ya fuera en persona o a través de alguno de sus muchos emisarios en todo el mundo.

Conectando

Haciendo un paralelismo entre la época y la misión de Baal Shem Tov y la suya propia, el Rebe dijo una vez a un grupo de estudiantes de Hilel que estaban de visita:3

Podemos entender lo que hizo Baal Shem Tov a través del vínculo de una central eléctrica con una lámpara que está conectada a ella por un cable.... La misión de Baal Shem Tov era explicar y proclamar que cada judío, sin excepción, está conectado con “la central eléctrica”, y que cada uno de ellos tiene un interruptor en lo más profundo de su ser que será encontrado sólo si se le busca.

“Así [también], cada uno de nosotros debe tratar de encontrar el interruptor en el alma de cada judío. Uno nunca sabe cuál será el impulsor de la conexión, tal vez una palabra. Pero a través de esto, se abre el pozo o la fuente interior de su alma.

El Rebe insistió audazmente en que todos los judíos vivos después del Holocausto tenían el privilegio y la responsabilidad de fortalecer la expresión del alma de los demás y la conexión con Di-s y el Pueblo Judío. Todos tenemos algo especial que ofrecer al mundo. No es necesario ser un rabino o un Rebe para hacer este trabajo sagrado. Cada uno de nosotros posee un alma única entregada por Di-s que puede refractar la Luz infinita como ningún otro. En la búsqueda de descubrir y liberar el poder del alma, uno puede elegir fijarse en la oscuridad que la rodea o centrarse en la luz inherente en su interior.

El abecé de la Geología

En otra conversación con un grupo de estudiantes, cuando le preguntaron: “¿Qué hace un Rebe?”, el Rebe respondió:4

El Pueblo Judío es como la tierra, que contiene los tesoros de la naturaleza ocultos bajo la superficie. Sin embargo, hay que saber dónde cavar. El Dr. Freud cavó en el alma humana y encontró agua pantanosa y barro. El Dr. Adler encontró rocas. La psiquiatría contemporánea busca males y traumas que deben ser desarraigados. Pero cuando un Rebe cava, encuentra oro, plata y diamantes.

Nuestros métodos y mapas de la realidad determinan lo que buscamos y encontramos en nosotros mismos y en los demás.

Los valores predominantes de la época incluían la definición de la religiosidad basada en el nivel de conocimiento y práctica adquiridos por una persona; su aprendizaje y observancia se consideraban así creadores de su conexión con Di-s. Sin embargo, el Jasidut en general, y el Rebe en particular, enfatizan que lo primordial es el alma. El estudio de la Torá y la observancia de las mitzvot son las herramientas espirituales y el lenguaje que ayudan a expresar nuestra conexión interna con la Divinidad y con los demás. Pero cada uno de nosotros posee intrínsecamente esta conexión interna, ¡y siempre está presente en lo más profundo de nuestro ser! Sencillamente, no existe un “mal judío”, al contrario de lo que algunos afirman. Sólo hay diferentes dimensiones de bien cuando se observa bajo la luz adecuada.

En este espíritu, el Rebe se dirigió afectuosamente a todos los judíos en ambos extremos. A los judíos seculares les dijo esencialmente: No sois tan seculares como creéis. Tenéis una antigua tradición y un punto indomable de santidad infinita dentro de vosotros que anhela servir, entonar y elevarse.

Este era exactamente el tipo de mensaje de aceptación, afirmación y empoderamiento que necesitaban escuchar quienes se habían alejado de la vida y la fe judías. Di-s y la Torá ya estaban dentro de ellos; sólo necesitaban “encender la luz”, por así decirlo.

Dos conferencias

En enero de 1962, una mujer escribió al Rebe. Se había criado en un hogar “no creyente”. Ahora había asistido a dos conferencias sobre el verdadero judaísmo de la Torá que la conmovieron profundamente y le plantearon un dilema. “¿En qué debo creer?”, le preguntó al Rebe. “¿En el modo en que he sido criada y educada durante tantos años, o en lo que escuché de un extraño en el transcurso de dos jornadas?”.

El siguiente párrafo es una traducción libre de un extracto de la respuesta del Rebe:5

..Seguramente has oído hablar de la expresión “volver a las raíces”. Estoy seguro de que también eres consciente de que la educación no se aplica en un vacío, ya que en todos y cada uno de los individuos hay [dinámicas espirituales que] están arraigadas en el alma antes del comienzo del proceso educativo, cosas que surgen de lo más profundo del corazón y esencia del alma. Además, ningún modelo de educación o condicionamiento puede cambiar estas cosas; sólo pueden suprimirlas durante un periodo de tiempo más o menos largo. Esto se ha demostrado reiteradamente en el campo de la educación, así como en la ciencia médica, la biología y otros campos.

Por esta razón, a menudo vemos que una sola conferencia o una breve discusión —una “educación” de duración extremadamente corta— puede generar un cambio fundamental en una persona. Todo lo que esta persona necesitaba era un catalizador que iniciara la eliminación de lo que ha estado cubriendo aquello que siempre existió por dentro de su alma.

Lo anterior es la respuesta a su pregunta: “¿En qué debo creer?”. El mero hecho de que te haya impresionado tan profundamente lo que has escuchado en el transcurso de dos jornadas da fe de la verdad de lo que nuestros Sabios nos dijeron hace miles de años: “Todos los judíos son creyentes, hijos de creyentes”;6 sólo que su fe puede, a veces, estar oscurecida por una capa de elementos extraños.

Espero que estas pocas líneas sean suficientes para arrojar luz sobre el asunto.

El Rebe trató de inculcar en todos los corazones receptivos esta creencia redentora en el punto Divino dentro de cada judío. Esto ayudó a inspirar e iniciar el milagroso retorno de tantos a la fe y a la vida judía en la segunda mitad del siglo XX. En muchos sentidos, esta creencia se basaba en la visión de que la fe de un judío, su estatus espiritual y su valor supremo a los ojos de Di-s no son algo que deba ganarse como recompensa, sino que debe reclamarse como herencia. El mensaje contundente del Rebe era: Tú ya perteneces. Ya eres divino. Ya eres amado. Ahora debes amar también, y al amar, ayudar a otros a sentir que también ellos pertenecen.

Sin trasfondo

George Rohr es un hombre de negocios que apoya activamente muchas actividades de Lubavitch. Cierta vez compartió con el Rebe que había organizado un servicio de Rosh Hashaná para más de 200 judíos “sin ningún trasfondo [judío]”.

El Rebe le dirigió una mirada penetrante y le dijo: “Les explicarás a todas estas personas que tienen el trasfondo real de (los patriarcas) Abraham, Itzjak y Iaacov, y de Sara, Rivka, Rajel y Lea”.7

Este mismo punto —que incluso los judíos con poco o ningún aprendizaje, experiencia u observancia tradicional tenían un lugar, no sólo en la mesa, sino en la cabecera de la mesa— era una piedra angular del temario del Rebe para el rejuvenecimiento comunitario y el renacimiento espiritual.

Una vez más vemos que el Rebe se enfoca en la luz inherente del alma, más que en los comportamientos religiosos o los logros, como definición de la esencia del judío. Cada judío es un hijo ilustre de nuestros virtuosos Patriarcas y Matriarcas, con igual acceso a la herencia espiritual que nos legaron. Este era el mensaje de empoderamiento del Rebe para aquellos que se sentían lejos de cualquier vida o identidad judía significativa.

Al mismo tiempo, el Rebe estaba diciendo a las multitudes de judíos religiosos que no están tan apartados como ellos creen. Todo Israel está unido entre sí, unos con otros, y con Di-s y con la Torá.

En palabras del propio Rebe, pronunciadas en la víspera de su investidura: “Mi declaración de misión es comunicar la verdad esencial de que el amor a Di-s y a la Torá sin el amor al prójimo no es duradero ni genuino. No se puede plenamente poseer el uno sin el otro”. 8

Haciéndose eco del Baal Shem Tov, una y otra vez encontramos ejemplos del Rebe recordando a los más meticulosos de nuestro pueblo el alma perdurable dentro de todos y cada uno de los judíos, independientemente de sus experiencias y elecciones externas en la vida hasta ese momento. De hecho, las ideas de que todos somos hijos de Di-s y que nadie más que Di-s puede juzgar el estado del alma de otra persona siempre ha sido un principio fundamental de la enseñanza jasídica a lo largo de los siglos, como podemos ver en las siguientes historias.

Experto del alma

R. Monie Moneszon era un jasid de Jabad y un exitoso comerciante de diamantes. Durante una audiencia privada con R. Shalom DovBer, el quinto Rebe de Lubavitch, el Rebe elogió a varios individuos que parecían ser simples y poco notables. Esto sorprendió a R. Monie. Cuando expresó su sorpresa, R. Shalom DovBer respondió: “Poseen cualidades especiales”. “No lo veo”, dijo R. Monie, y con ello la conversación pasó a otros temas.

En cierto momento posterior de la conversación, R. Shalom DovBer le preguntó repentinamente a R. Monie si tenía una bolsa de diamantes con él. R. Monie sacó una bolsa y mostró los diamantes, señalando la increíble calidad de una piedra específica. El Rebe comentó: “No veo nada especial en ella”. R. Monie respondió: “[Para eso] hay que ser un experto”.

R. Shalom DovBer respondió con precisión: “Cuando se trata de ver las cualidades especiales del alma de un judío, también hay que ser un experto”.9

Cualquiera puede hacer un juicio rápido basado en indicadores superficiales y externos, como el aprendizaje expresado externamente y la observancia religiosa. Pero un judío es como un diamante, que puede estar enterrado y cubierto de suciedad y sedimentos por fuera y, al mismo tiempo, brillar con fuerza por dentro.

La forma en que miras a los demás determina en gran medida lo que ves en ellos. ¿Te centras en el carbón exterior o en la llama interior que está esperando a ser encendida en un fuego sagrado?

Cada judío es un diamante

Cierta calurosa tarde de domingo en el verano de 1991, una mujer mayor esperaba pacientemente su turno en la larga fila de personas de todas las clases sociales que habían venido a recibir la bendición del Rebe y un billete de un dólar para donar a tzedaká.

Cuando por fin llegó su turno, no pudo contenerse y esbozó: “¡Rebe! Llevo sólo una hora de pie aquí y ya estoy agotada. Tú has estado aquí de pie durante horas y horas, ¿cómo no te cansas?”.10

El Rebe sonrió amablemente y dijo: “Cuando estás contando diamantes, no te cansas”.

Sin importar la apariencia externa, el Rebe veía lo que está en lo profundo.

De este modo, el Rebe aplicó el dicho talmúdico “Conoce ante quién estás”, que generalmente se aplica a la conciencia de la presencia de Di-s, a un ámbito más interpersonal.

Al poner en primer plano la esencia espiritual de la persona con la que se está interactuando, se pone de manifiesto un asombro y una apreciación inmediatos por la total singularidad de su ser. Todas las interacciones posteriores fluyen entonces desde este punto infinito y amoroso.

Basado en esta comprensión espiritual de la naturaleza del alma judía, el Rebe continuaría ofreciendo una visión correctiva, incluso a aquellos que ya están “a bordo” y comprometidos con el proyecto más amplio de “difusión” de judaísmo. Esto se debe a que hay un peligro perpetuo acechante en el trabajo sagrado de la difusión de verse a uno mismo como mejor o por encima de aquellos a los que se está “alcanzando”.

Acercar a los cercanos

El rabino Israel Meir Lau, antiguo Gran Rabino de Israel, mencionó cierta vez al Rebe que participaba activamente en “kiruv rejokim”, acercando a los judíos perdidos que se han alejado.

El Rebe le corrigió, diciendo: “No podemos etiquetar a nadie como 'alejado'. ¿Quiénes somos nosotros para determinar quién está lejos y quién está cerca? Todos están cerca de Di-s”.11

En otra ocasión, un representante de una sinagoga de Brooklyn visitó al Rebe para buscar su bendición. Durante el curso de su conversación, el hombre elogió la misión de Lubavitch de “kiruv rejokim — acercar a aquellos que están lejos del judaísmo”. El Rebe respondió: “La gente suele utilizar la expresión de 'kiruv rejokim' a pesar de que cada mañana, antes de las oraciones, dicen que aceptan cumplir con la mitzvá de amar al prójimo como a uno mismo. Esto significa que nadie puede estar verdaderamente lejos. E incluso quien ya está cerca puede acercarse aún más”. El Rebe procedió entonces a darle una bendición en su trabajo para acercar aún más a los que están cerca.12

Basado en el modelo y método espiritual de positividad de su ancestro espiritual, el Baal Shem Tov, junto con su amor e interés eterno por el alma judía en un mundo al revés, el Rebe dio vuelta al judaísmo de adentro hacia afuera, poniendo el alma al frente y al centro.

Desde este lugar, todos son sagrados, cada uno a su manera oculta. Y, en definitiva, sólo cuando se encienda cada lámpara, cuando se escuche cada voz, y cuando cada alma sea vista por lo que realmente es, sabremos y comprenderemos profundamente que todo Tu pueblo es justo.13 Sólo entonces mereceremos ser llamados “luz para las naciones”.

El Baal Shem Tov y el Rebe —cada uno en su tiempo y a su modo— acercaron ese día una hora más a través de su incesante amor a Di-s, a la Torá, al Pueblo Judío y al mundo todo en todas sus innumerables expresiones de unidad suprema.