El sesgo de positividad del Rebe se extendió profundamente en sus hábitos de habla. En idish, hebreo, inglés y todos los demás idiomas que hablaba, el Rebe se esforzaba constantemente por expresar cada enseñanza, idea, pregunta, reflexión o sugerencia de la manera más estimulante posible. A menudo señalaba una enseñanza del Talmud que mostraba cómo la Torá habla de forma indirecta para evitar describir incluso las características negativas de los animales no kosher.1 De las siguientes historias queda claro que el Rebe creía que las palabras importan, y que deben alentar y enaltecer en todas las circunstancias.

Una historia que ilustra la práctica del lenguaje positivo del Rebe es la que se cuenta sobre el desfile de Lag BaOmer en Crown Heights:2

R. Jacob J. Hecht, el maestro de ceremonias oficial del desfile, estaba pasando por un momento difícil cierto año. Antes del desfile, le preocupaba que la gente no acudiera y que, aunque lo hiciera, ni ellos ni sus hijos se entretuvieran. Durante el desfile, el rabino Hecht observó las carrozas y la multitud con una mirada pesimista, viendo sólo los defectos y problemas. Estaba ansioso e inquieto cuando el Rebe salió para dirigirse a la multitud.

De repente, el rabino Hecht notó que las circunstancias cambiaban para bien. El Rebe emitió un discurso a los niños, saludó a los soldados que se unieron al desfile y admiró las carrozas bien preparadas. Tal vez fuera la sonrisa del Rebe, tal vez fuera su aura de buena voluntad o simplemente su presencia, pero el rabino Hecht sintió un repentino sentimiento de euforia y buen humor en ese momento.

Al cabo del desfile, el rabino Hecht dio las gracias a la policía, a los organizadores y a todo el personal del desfile. Se dirigió al Rebe y le preguntó si había disfrutado del evento. “Mucho”, respondió el Rebe.

Entonces, el Rabino Hecht agradeció al Rebe el gran favor que le había hecho personalmente, por haberle aroisgueshlept, sacado o arrastrado de sus problemas.

El Rebe levantó la mano sorprendido y respondió: “¿Aroisgueshlept? ¡Oifguehoiben! (¿Arrastrado? ¡Elevado!)”. Para el Rebe, la idea de sacarlo a rastras implicaba que el rabino Hecht había estado en un mal lugar y tal vez lo había dejado contra su voluntad. Mientras que ser oifguehoiben, elevado, sugería que el estado del rabino Hecht simplemente pasaba de lo cotidiano a algo mucho mejor.

La gran idea

Esta reformulación aparentemente aleatoria de las palabras del rabino Hecht en medio de una conversación no fue ni mucho menos un hecho aislado. Hay numerosas historias en las que el Rebe ajusta el lenguaje de alguien, ya sea hablado o escrito, para reflejar una predisposición más positiva. Cuando se toman en conjunto, queda claro que cada uno de estos sucesos representa una expresión de la teoría y práctica general del Rebe de poner los pensamientos en palabras: Nuestro lenguaje nos define a nosotros y al mundo que habitamos; nuestras palabras pueden limitarnos o liberarnos. Por lo tanto, debemos elegirlas con cuidado y conscientemente.

La idea de que las palabras son el medio a través del cual los pensamientos se convierten en hechos está arraigada en siglos de enseñanzas cabalísticas y se basa en una comprensión metafísica del comienzo de la Torá en la que Di-s habla del mundo para que se haga realidad. Detallar las muchas formas en que el poder cosmogónico Divino de la palabra se filtra a la expresión humana está más allá del alcance nuestro. Basta con decir que una mayor sensibilidad al poder del lenguaje es un principio fundamental que abarca todas las facetas de la enseñanza y el texto rabínico, incluyendo la Torá, las oraciones, la naturaleza vinculante de los juramentos y las repercusiones espirituales e interpersonales de las habladurías.

Esta profunda comprensión de la relación entre nuestras palabras y nuestra experiencia no se limita a los cabalistas. Según el neurocientífico Andrew Newberg y el profesor Mark Robert Waldman, las palabras pueden cambiar el cerebro. En su libro, Words Can Change Your Brain, escriben: “Una sola palabra tiene el poder de influir en la expresión de los genes que regulan el estrés físico y emocional”.

Por ejemplo, las resonancias magnéticas demuestran que una sola palabra negativa puede aumentar la actividad en la amígdala, el centro del miedo del cerebro. De hecho, el mero hecho de ver una lista de palabras negativas durante unos segundos hará que una persona muy ansiosa o deprimida se sienta aún peor, y cuanto más las medite, más puede dañar las estructuras cerebrales clave que regulan la memoria, los sentimientos y las emociones, lo que repercutirá aún más en su sueño, su apetito y su sensación general de bienestar. Además, si vocalizas tu negatividad, se liberarán aún más sustancias químicas del estrés, no sólo en tu cerebro, sino también en el del oyente. Ambas personas experimentarán un aumento de la ansiedad y la irritabilidad,3 lo que socava el potencial de cooperación y confianza mutuas.4

Por el contrario, las investigaciones indican que cuanto más tiempo te concentras en palabras positivas, más empiezas a afectar a otras zonas del cerebro. Por ejemplo, las funciones del lóbulo parietal empiezan a cambiar, lo que modifica tu percepción de ti mismo y de las personas con las que interactúas. Los estudios han demostrado que palabras positivas como “paz” y “amor” pueden alterar la expresión de los genes, fortaleciendo áreas de nuestros lóbulos frontales y favoreciendo el funcionamiento cognitivo del cerebro.

Con el tiempo, la estructura del tálamo, que es la parte del cerebro que actúa como centro de percepción, cambia en respuesta a tus palabras, pensamientos y sentimientos, afectando a la forma en que te percibes a ti mismo, a los demás y al mundo. Utilizar las palabras adecuadas puede transformar literalmente tu realidad.

El Rebe entendió esta dinámica metalingüística de una manera muy profunda y a la vez práctica. Lo siguiente son una serie de historias y ejemplos que demuestran este aspecto particular del Sesgo de Positividad del Rebe en una amplia gama de contextos, incluyendo conversaciones casuales, discursos públicos y correspondencia escrita.

Palabras comunes y frases coloquiales

El Rebe siempre trataba de evitar locuciones que expresaran actitudes de desprecio, burla o juicio negativo. Y lo que es más sorprendente, reformulaba activamente palabras comunes y frases coloquiales que muchos de nosotros pronunciamos o escribimos sin pensarlo dos veces.

A modo de ejemplo, le disgustaba la palabra deadline (fecha de expiración), por su connotación de muerte, y en su lugar prefería due date (“fecha límite”), por su connotación de “fecha de alumbramiento”.5 A una escapada espiritual no la llamaba “retiro”, porque “retiro” connota “retroceso” y “capitulación”; en el manual del Rebe, había una sola y única dirección: hacia adelante y hacia arriba. No “emprendía” (undertake) proyectos, posiblemente porque veía una connotación de indecisión en el prefijo under (“bajo”) o por la asociación de la palabra undertaker (“sepulturero”) con “muerte”.6

Incluso los términos utilizados universalmente por los judíos estaban sujetos a la preferencia del Rebe por una reformulación positiva. Por ejemplo, hubo ocasiones en las que se opuso a nombrar la porción de la Torá Metzorá, porque la palabra se refiere a una aflicción de la piel que se asociaba con el habla negativa, el lashón hará. Pensó que era mejor llamar a la sección Parashat Tahara, pureza, por el proceso que describe, que ayuda a restaurar la pureza ritual una vez que la aflicción ha disminuido.

A pesar de que el Rebe esencialmente impulsó el movimiento de baal teshuvá, como fue tratado en un capítulo anterior,7 prefirió que este término no se utilizara en referencia a individuos específicos, lo que significa maestro de arrepentimiento.8 Consideraba que era despectivo etiquetar a alguien de una manera que insinuara que había hecho algo que requería expiación.9

En un ejemplo extremo, al Rebe ni siquiera le agradaba caracterizar lugares geográficos como lejanos. Cuando un rabino de Jabad le presentó al Rebe a un donante de Asia Oriental, el Rebe le dijo al donante: “Usted viene de un lugar de Oriente que se llama lo contrario de cerca”.10 También se opuso a llamar a Australia tierra lejana, prefiriendo llamarla “lo contrario de cercana”.11

Cada uno de estos ejemplos revela la seriedad con la que el Rebe se tomaba esta práctica del lenguaje positivo, aplicándola incluso a dimensiones triviales del lenguaje común.

Autodefinición

Evidentemente, el Rebe veía una gran importancia en el impacto psicológico de las palabras. Consideraba que la forma en que se enmarcaba lingüísticamente una etiqueta o un concepto no sólo era relevante intelectualmente, sino que tenía un gran valor en la formación de la identidad y la perspectiva de una persona.

Por ejemplo, se opuso firmemente a la expresión israelí de hospital, beit jolim, que significa casa de los enfermos. ¿Por qué el hospital no se llamaba beit refuá, casa de la curación? En una carta al profesor Mordejai Shani, director del Centro Médico Sheba de Israel, escribió:12 “Aunque... esto parezca representar sólo un cambio semántico, el término beit refuá da ánimos a los enfermos; representa con mayor precisión el objetivo de la institución... que es lograr una curación completa. Por tanto, ¿por qué llamarlo con una palabra que no se ajusta a sus intenciones?”. Al cambiar la forma de referirse a los hospitales, el Rebe consideró que fortaleceríamos y santificaríamos la salud en lugar de dar prioridad a la enfermedad.13

Cuando un hombre de Curazão en una carta al Rebe se describió a sí mismo como “un judío pequeño”, el Rebe le respondió14 que “no existe tal cosa como un judío pequeño”, recordándole que el alma de cada judío es “parte de Di-s”. Por lo tanto, “un judío nunca debe subestimar su inmenso potencial”.

Otro hombre se acercó al Rebe y le dijo: “Rebe, algo debe estar mal en mí”. Comenzó a lamentar su estado espiritual. El Rebe dijo: “Así como está prohibido hablar despectivamente de otra persona, aunque uno diga la verdad absoluta, también está prohibido hablar negativamente de uno mismo.”15 El Rebe no estaba acusando al hombre de una transgresión; le estaba recordando que las palabras que decimos manifiestan aquello de lo que hablamos. Si no te impulsa a avanzar, no lo consideres.

El Rebe sugirió a la señora Jana Sharfstein, que había escrito un trabajo de investigación sobre la comunidad jasídica de Crown Heights, que cambiara la redacción de “la dura vida de un jasid” a “las dificultades de la vida”.16 La salvedad del Rebe no era tanto sobre que ella pensara que las vidas de los jasidim eran más difíciles que las de la gente de la comunidad secular; sino, era porque la frase equiparaba la vida misma con las penurias, excluyendo quizás la alegría. El Rebe pensaba que era mejor reconocer que, aunque la vida contiene dificultades, estas no deben definir la vida como dura en sí misma.

En un nivel más histórico y como nación, el Rebe era reacio a referirse al genocidio de los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial como el Holocausto, a veces incluso refiriéndose a él como el llamado Holocausto. La palabra holocausto viene del griego y significa “completamente quemado”, y es posible que el Rebe se opusiera a alimentar la idea de que la destrucción de seis millones de judíos tuviera alguna relación con la idea del sacrificio ritual de animales en el que un animal es completamente quemado y reducido a cenizas. Se oponía a la idea de vincular, incluso tenuemente, el sacrificio de animales, un acto sagrado, con el asesinato de seis millones de judíos. El Rebe rechazaba con vehemencia la idea, sostenida por algunos en la comunidad judía, de que hubiera algún significado o propósito espiritual en el genocidio o que fuera una retribución de Di-s, y quería que su lenguaje reflejara este punto de vista.17

El problema de los objetos “inanimados”

La increíble sensibilidad del Rebe hacia el lenguaje se extendía incluso a los objetos. Cuando un rabino de Jabad trajo un cúmulo de lulavim para Sucot a la oficina del Rebe y le preguntó dónde depositarlos, el Rebe respondió:18Oif di eitzim (sobre la madera)”, refiriéndose al piso de madera. Al parecer, no quería utilizar una palabra para la superficie sobre la que se iba a depositar un objeto ritual que denotaba algo bajo y comúnmente pisado.

Antes de la guerra, el Rebe era el editor de Hatamim, una revista académica publicada por Jabad, con sede en Varsovia en ese momento. Durante una conversación con el editor, R. Shneur Zalman Gourary, el Rebe lo dejó perplejo al insinuar, en lugar de decirlo claramente, que el Rabino Gourary no necesitaba colocar el título y el número de página en la parte superior de cada página. Entonces, como ahora, esa información se llamaba encabezado o cabecera, pero el Rebe no estaba dispuesto a decir que quería cada página “sin cabecera”.19

Un estudiante de la ieshivá le prestó cierta vez al Rebe un séfer (un libro sobre un tema de la Torá). Luego de algún tiempo, el estudiante se acercó un día al Rebe después de las oraciones y le preguntó respetuosamente: “Rebe, ¿ya no necesita el séfer que le presté?”. El Rebe respondió calurosamente: “Cuando nos referimos a un séfer, no usamos la expresión 'no lo necesito....'”.20

Mientras estaba en el piso superior de la sede de Jabad, el Rebe escuchó cierta vez a uno de los gabaim (funcionarios de la congregación) referirse a la sinagoga de abajo como “unten”, que significa “abajo”. El Rebe se tomó el tiempo de intervenir: “No decimos 'unten' de un shul”.21

El Rebe incluso discrepó con el término “inanimado”. Cuando encargó al célebre autor R. Nissan Manguel la traducción del Tania al inglés, el rabino Manguel utilizó la traducción convencional, “inanimado”, para la palabra hebrea domem. El Rebe se opuso, enfatizando que toda la existencia es un flujo continuo de vida y energía Divina.22

Uno de los temas principales del Tania (en Shaar Haijud VehaEmuna) es que en verdad no existe algo “inanimado”, porque todo contiene una chispa Divina.... El Rebe editó la traducción del Rabino Manguel, reemplazando “inanimado” por “silencioso”, queriendo decir que aunque hay vida incluso en los domem, un objeto en este reino es “silencioso” al respecto, ocultando la chispa Divina inherente que posee. El rabino Manguel, aun queriendo mantener un estilo elegante, mantuvo la palabra inanimado y colocó la palabra silencioso entre paréntesis. Cuando el Rebe editó la traducción por última vez, eliminó los corchetes alrededor de “silencioso” y los colocó alrededor de “inanimado”.

En ese contexto, la palabra inanimado no era sólo un nombre equivocado o un mal uso técnico de una palabra, sino que representaba algo más. La diferencia entre estas dos palabras afecta a la esencia de la realidad, a su raíz y composición divinas. Porque es esta misma chispa de Divinidad viva presente en toda la Creación a la que rendimos homenaje y respeto, y por la que mostramos sensibilidad y consideración.

Lo opuesto a...

Era habitual que el Rebe evitara la negatividad al hablar expresando una condición o cualidad como “lo opuesto a” algo bueno, en lugar de decir que algo era malo o malvado. Por ejemplo, hubo ciertas ocasiones en las que al referirse al ietzer hará, la inclinación al mal, el Rebe dijo: “El ietzer que es el opuesto al ietzer hatov (la inclinación al bien)”.

En lugar de decir que las cosas están empeorando, había veces que el Rebe decía, en idish, “Nit-der-seder vert altz shtarker” — lo “opuesto al orden” se está fortaleciendo. O, “La parte que no es positiva (o buena) se está fortaleciendo”. El Rebe no describiría a alguien cuyo comportamiento o vida espiritual estaba declinando como retrocediendo o descendiendo; usaría una variación de la bendición, “Que vayas de fuerza en fuerza”, y diría que el individuo estaba “yendo de fuerza en fuerza en la dirección opuesta”.

El Rebe tenía muchas locuciones de este tipo:

Cuando hablaba de los judíos que se trataban mal, decía que se comportaban con lo contrario de Ahavat Israel, el amor al prójimo judío.23

Se refería a un aumento de los pecados contra la instrucción Divina como “lo opuesto al aumento de la Torá y las mitzvot”.

Alguien que era engañoso era “lo contrario de Iaakov ish tam” — Iaacov, a quien la Torá describe como honesto.24

En lugar de referirse al malaj hamavet, el Ángel de la Muerte, decía: “Lo contrario del malaj hajaim”, el Ángel de la Vida.25

Un no creyente declarado no era un apóstata o un ateo para el Rebe; era alguien que expresaba una idea opuesta a la declaración central judía de la creencia en Di-s tal como se declara en el Shemá.26

Citando una enseñanza talmúdica relativa a Parashat Noaj, el Rebe se refería a un animal no kosher como un animal que no es puro en lugar de un animal impuro.

También hay numerosos otros ejemplos en ese sentido. En el discurso y la correspondencia del Rebe, el odio era “lo contrario del amor”;27 la mentira era “lo contrario de la verdad”;28 las maldiciones eran “lo contrario de las bendiciones”;29 la arrogancia “lo contrario de la humildad”;30 la tristeza “lo contrario de la alegría”.31 Incluso la muerte era “lo contrario de la vida”32 en el lenguaje del Rebe, y el inframundo “lo contrario del Jardín del Edén”.33 De este modo, el Rebe enfatizaba la idea jasídica de que el mal, el odio y otras condiciones negativas no son entidades en sí mismas, separadas de la bondad de Di-s (que se define como la bondad suprema); más bien, son simplemente la ausencia, y por lo tanto lo contrario, del bien.

Torá positiva

El Rebe estaba tan comprometido con el uso de un lenguaje positivo que incluso se abstenía de citar partes de los versículos de la Biblia que arrojaban calumnias sobre las personas.

Un ejemplo está en el Libro de los Proverbios. El rey Salomón dice en Proverbios:34 “El necio lo cree todo, pero el hombre inteligente entiende su curso”. El Midrash35 explica que el necio que lo cree todo se refiere nada menos que a Moshé; los Sabios vieron el término de necio (o simplón) que se utiliza aquí como algo positivo. Moshé es llamado así porque su acercamiento a Di-s implicaba aceptar la palabra de Di-s sin cuestionar.

El Rebe cierta vez citó este Midrash durante un discurso para señalar sobre este elevado nivel de fe incuestionable. Cuando el editor envió la transcripción como parte de la preparación para la publicación, incluyó la cita completa del Midrash: “Un tonto cree todo, lo que se refiere a Moshé”. El Rebe tachó la palabra tonto, y la reformuló para que dijera: “El creyente de todo es Moshé”. Luego escribió en el margen: “Omití intencionalmente esta palabra”.36 Significando que aunque el Midrash aplica el término tonto a Moshé de manera positiva, el Rebe no quería utilizar una palabra que pudiera significar algo despectivo en referencia a Moshé.

En otro discurso, el Rebe citó los Salmos:37 Difícil a los ojos del Señor es la muerte de Sus piadosos. Sin embargo, en el discurso publicado, el Rebe citó sólo la primera mitad del versículo, Difícil a los ojos del Señor, y luego escribió “etcétera”.38 No quiso verbalizar ni imprimir las palabras la muerte de Sus piadosos, aplicando así su sensibilidad a las palabras negativas incluso en las palabras sagradas de los Salmos.

Uno de los Trece Principios de la Fe es la creencia en la eventual venida del Mashíaj. Hay una melodía muy conocida que se canta con esas palabras. Sin embargo, muchas veces cuando el Rebe la cantaba, no decía las palabras: “Y aunque se demore, espero su llegada cada día”. El Rebe no quería dar ninguna credibilidad o vitalidad a la posibilidad de que la venida del Mashíaj se retrasara.

Abra Cadabra / Crearé conforme hablo

El Rebe no sólo creía que nuestras elecciones lingüísticas tienen un impacto psicológico en las personas —incluidos nosotros mismos— sino que también creía que las palabras tienen el poder de afectar a la realidad misma. No es casualidad que la palabra hebrea davar, que significa “palabra” y es la raíz de las palabras hebreas para “hablar” y “discurso”, también significa “cosa”. Como se ha mencionado anteriormente, la relación entre las palabras y las cosas es muy estrecha; se puede decir que las palabras manifiestan cosas reales.

El Rebe a duras penas escapó del horror nazi en Europa, y vivió en una época en la que las palabras importaban más que nunca. Hitler, que su nombre sea borrado, obtuvo el poder e impulsó a los militares y al pueblo alemán a cometer horribles atrocidades con el poder de las palabras incendiarias y la retórica mordaz. Ese entorno histórico, en el que se formuló la sensibilidad del Rebe, puede haber reforzado su deseo de asegurarse de que cada palabra que él o cualquier otra persona utilizara fuera usada de forma consciente, compasiva y cuidadosa.

El Rebe sabía que las palabras no sólo influyen en nuestra forma de pensar y de reaccionar, sino que también nos moldean espiritualmente e incluso tienen un impacto en la realidad. Por eso se empeñaba en eliminar la negatividad de sus propias palabras, y por eso modelaba un enfoque positivo al hablar con los demás. Este enfoque lingüístico no surgía de una vaga sensación de que todos deberíamos llevarnos bien y ser amables con los demás. El Rebe había visto de primera mano cómo las palabras pueden canalizar la energía cruda en acciones concretas. Sabía en el fondo que si los hijos de Di-s se perfeccionarían, su lenguaje tendría que reflejar y demostrar un compromiso con esa elevación.