Por David, un Maskíl: Dichoso aquel cuya transgresión es perdonada, cuyo pecado cubierto. Dichoso el hombre a quien Adonái no le considera iniquidad y cuyo espíritu no tiene falacia. Cuando mantuve silencio, mis huesos se desvanecían por mi gemido angustioso todo el día. Pues día y noche Tu mano pesaba sobre mí, mi verdor se transformó por la sequedad del verano, sela. Mi pecado Te di a conocer, no cubrí mi transgresión. Dije: "Confesaré mis iniquidades a Adonái", mas Tú perdonaste mi pecado perverso. Por eso, que todo devoto rece a Ti, en un momento más accesible, que las poderosas aguas del diluvio no lo alcancen. Tú eres un refugio para mí; protégeme de la aflicción; rodéame por siempre de cánticos de salvación. Yo te haré sabio y te iluminaré en la senda ésta por la que marcharás; te aconsejaré con mi ojo. No seáis incomprensivos como un caballo o una mula, frenados con cabestro y brida cuando se los engalana para mantenerlos apartados de ti. Protégenos de las malas acciones y de los malos momentos que podrían sobrevenir en el mundo. Mas Aquel que confía en Adonái, estará rodeado de bondad. Alégrense en Adonái y regocíjense, justos. Hagan cantar a todos los de corazón recto.
Extraído del libro
Tehilím con Fonética y Español, de la Editorial Kehot Lubavitch
Sudamericana
© Editorial Kehot Lubavitch Sudamericana.
Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización escrita de la Editorial.
Derechos Reservados.
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