Para el Director del Coro, sobre el iedutún, por Asaf, un Salmo: [Alzo] mi voz a Dios y clamo; [alzo] mi voz a Dios y El me escuchará. En el día de mi angustia busqué a mi Señor. Mi herida supura de noche y no disminuye; mi alma se niega a ser consolada. Recuerdo a Dios y gimo; hablo, y mi espíritu se desvanece, sela. Tú sostuviste mis párpados; estoy quebrado, no puedo hablar. Pienso en días pasados, en años de antaño. Durante la noche evoco mi música, medito con mi corazón y mi espíritu busca: ¿Es para la eternidad que mi Señor [me] abandona, para jamás ser apaciguado? ¿Ha cesado Su bondad para siempre? ¿Ha sellado El el decreto para todas las generaciones? ¿Ha olvidado Dios la misericordia? ¿Ha retenido El, en Su furor, la compasión para siempre? Dije: "Es para aterrorizarme que la diestra del Altísimo cambia". Recuerdo los actos de Dios, cuando recuerdo Tus maravillas de hace muchos años. Medito sobre todas Tus obras, y hablo de Tus actos. Dios! Tu camino es en santidad; ¿qué deidad es tan grande como Dios? Tú eres el Dios que hace portentos; haces conocido Tu poderío entre las naciones. Redimiste a Tu pueblo con un brazo poderoso, los hijos de Iaacov y Iosef, sela. Las aguas Te vieron, Dios, las aguas Te vieron y temblaron; hasta las profundidades temblaron. Las nubes fluyeron agua, los cielos resonaron, incluso Tus flechas volaron. El sonido de Tu trueno estuvo en el viento arrollador; el relámpago iluminó el mundo; la tierra tembló y vibró. Tu camino estuvo por el mar, Tu senda por las aguas poderosas; y Tus pasos no fueron conocidos. Condujiste a Tu pueblo como un rebaño, a manos de Moshé y Aharón.